Para que nosotros como adultos tengamos una educación nutricional adecuada, ha sido necesario que durante nuestra infancia hayamos tenido un modelo a seguir, es decir, según las costumbres y hábitos que hemos visto en nuestros padres en cuanto a la alimentación se refiere, así tendremos nuestras preferencias.
Un grupo de expertos britanicos de la University of Wales (Reino Unido) ha estudiado y analizado las bases que influyen en la adquisición de los hábitos alimentarios sanos. Según los expertos, la educación nutricional comienza entre los 18 y 24 meses de edad y es cuando se empiezan a adquirir los distintos hábitos.
La influencia de los padres tiene un gran peso y más aún cuando esta viene dada por los hábitos rutinarios, es decir, si nuestros padres acostumbraban a comer mucha fruta y verdura, nosotros tendremos como norma general más preferencia por este tipo de alimentos.
Los nutricionistas también advierten sobre la neofibia, un comportamiento defensivo y de supervivencia que poseen algunos niños y que se resalta cuando se introduce un nuevo alimento. Si nos forzaron a tomar un determinado alimento, siendo ya mayores tendremos más reparo frente a él, si en lugar de forzarnos nos hubieran predicado con el ejemplo, lo tomaríamos de mejor grado.
Quizás esto explique algunos comportamientos alimentarios en algunos adultos, que parece que sienten repulsión por las frutas o las verduras o algún otro alimento en particular, así que lo mejor es que si tenemos niños pequeños, no les forcemos a comer y procurar que adquiera los buenos hábitos alimentarios a través de nuestro comportamiento frente a los alimentos. Será la manera de evitar en un futuro este mal que asola la sociedad, el sobrepeso y la obesidad.
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