Seguro que hubo un momento en que el pan de molde fue una revelación gastronómica, con su corazón blanco, más o menos tierno, y su dorada corteza, más o menos dura. Durante años pocos fueron los cambios de este producto: hace casi cien se inventó una máquina para cortarlo en rebanadas y hace treinta, la mayor sofisticación de este producto respondía a su tamaño: pequeño y grande. Pero en esta década, el pan de sandwich está viviendo una evolución digna de un Pokémon.
Parece que la corteza de este pan es amada y odiada a partes iguales, y los grandes pensadores de la panadería, conocedores de que en muchos hogares se desechaban los bordes, eliminaron estos para crear el pan sin corteza. Qué gran hallazgo, ya nunca oiríamos a nuestros niños quejarse lastimerante de que sus sandwichs tienen una corteza que hace imposible su digestión. Un pequeño recorte, un gran paso para la humanidad.
Durante un tiempo disfrutamos orgullosos de este gran avance, nuestras delicadas dentaduras agradecieron no tener que trabajar más de la cuenta y pudimos regocijarnos a la hora de la merienda con pequeños bocados de borde suave como el culito de un bebé. Pero la alegría nos duró poco, comenzamos a sentirnos un poco vacíos, masticar nos resultaba demasiado fácil. Quizá la corteza tenía un carácter un tanto áspero, pero también tenía su chispa. Comenzamos a echarla de menos…
Y una vez más, el Sanedrín del pan tomó cartas en el asunto para complacer al pueblo y rehabilitar la denostada corteza. Y así nació el pan con corteza tierna, tan tierna que parece miga, enorme invento sí señor. Y para los que creen en la colorterapia, un extra: la corteza tierna blanca.
El mundo del pan de molde empieza a ser muy complejo. ¿Hasta dónde evolucionará? Los amantes de los bordes comienzan a reclamar un tipo de pan que sea todo corteza. Yo iría un poquito más lejos y exigiría un borde tierno con un corazón de firme y seca envoltura. Al tiempo…
Imagen vía | Celíacos.com
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