Curiosamente podemos ver que el dulce es algo que gusta hasta a un bebé desde que se encuentra en el vientre materno, quizá tú también lo hayas comprobado cuando estabas embarazada, si tomabas algún dulce el líquido amniótico se impregnaba de este sabor y el bebé se movía, está comprobado que ingiere más líquido amniótico cuando tiene sabor dulce. No sucede lo mismo con otros tipos de alimentos.
No, no nos hemos equivocado de blog, no es un post de Bebés y más. Simplemente es la introducción de los inicios y la relación que tenemos con los alimentos dulces. Nuestro paladar en muchas ocasiones no coincide con las comidas saludables. En nuestro gusto, inciden varios factores como la genética, las experiencias o las costumbres culturales.
Si acostumbramos al paladar a los dulces sabores, nos acostumbramos a ingerir más bollería, nuestra mente tiende a asociar el sabor dulce con el placer y es normal, es uno de los primeros sabores que experimentamos nada más nacer gracias a la leche materna.
Podemos también añadir el desequilibrio hormonal y neuroquímico que padecen muchas personas, éste altera la capacidad productora de serotonina, una hormona que es fundamental para el bienestar. Quien padece este desequilibrio suele compensar su estado anímico tomando azúcar.
El dulce es prácticamente nuestro compañero de andanzas, nos visitó por primera vez poco cuando éramos bebés y nos hizo más o menos adictos a él. Este alimento compañero en ocasiones puede endulzarnos, pero también traicionarnos y trasformar nuestro cuerpo, que se le va ha hacer, es la vida misma.
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