Toda regla tiene su excepción, o al menos eso es lo que parece con este caso, cinco hermanos de la localidad escocesa de Aberdeen se jactan de haber entrado en la ancianidad sin comer en su vida ningún tipo de hortaliza. Los hermanos comprenden edades que van desde los 78 hasta los 91 años.
Los Campbell tienen una profunda aversión por las hortalizas y argumentan que son un castigo. Nosotros no creemos que sean en absoluto un castigo, las frutas y verduras aportan, además de un buen sabor, una gran riqueza a nuestra alimentación además de la cantidad de nutrientes beneficiosos pero, de todas maneras hay que respetar la opinión de cada uno.
Analizando algunos comportamientos y modos de vida podemos comprobar que este no es un caso aislado, los esquimales (inuit) sobrevivían exclusivamente de carne y pescado, mientras que las frutas, las hortalizas y otros carbohidratos tan sólo representaban un 2% de su dieta. Sin embargo sufrían menos enfermedades que los occidentales y no se entendía muy bien el por qué. Este dato fue apreciado por el antropólogo y aventurero Vilhjalmur Stefansson en una exploración que se realizó en el Ártico a principios del siglo XX.
El antropólogo dedujo que la vitamina C, tan necesaria para el organismo, era suministrada al organismo de los esquimales a través de la carne cruda que comían. Nuestra posible deducción sería que el frío tendría mucho que ver para que los esquimales sufrieran menos enfermedades. Aunque esta deducción se rebate cuando conoces el caso de los Masai, esta raza africana no conoce prácticamente las hortalizas, su dieta básicamente está formada por la leche y la sangre del ganado que crían y las enfermedades parecen ignorar a esta raza.
Ponemos un tercer ejemplo y esta vez es occidental, a principios del siglo pasado se realizó una investigación con los habitantes de Lötschental (Suiza), su dieta se constituía principalmente por productos lácteos y era muy pobre en verduras. Las enfermedades infantiles entre la población brillaban por su ausencia y las caries eran prácticamente inexistentes, los habitantes de este pueblecito acostumbraban a cenar leche sin pasteurizar, mantequilla, nata y queso, pan de centeno, carne de vez en cuando, sopas hechas con el caldo de los huesos del ganado y las escasísimas verduras que tenían la posibilidad de cultivar durante los meses del breve verano.
¿Tendremos que replantearnos la dieta?, en nuestra opinión, en absolut., La variedad de alimentos que disfrutamos con la dieta mediterránea nos proporciona todo tipo de nutrientes, todo tipo de sabores enriquecedores y un disfrute pleno en el paladar. No cambiaríamos esta dieta por las mencionadas anteriormente, ¿y tú?
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