Aunque la acuicultura tiene todavía un largo camino por delante, es la industria que mayor crecimiento ha tenido en los últimos años, alcanzando ya la quinta parte del consumo mundial de pescado y marisco, lo que ya es mucho. Ya es muy frecuente encontrar doradas o lubinas “de ración” en nuestros supermercados, procedentes de la cría en cautividad. Igualmente, mejillones y ostras se crían de forma muy rentable desde hace años. Y lo que ya es raro, y muy caro, es encontrar salmones salvajes, ya que la mayoría proceden de la cría intensiva.
Hace tiempo era infrecuente encontrar pescados de piscifactoría. Sin embargo, dada la sobreexplotación de los caladeros, la acuicultura se constituye como una opción que complementa la pesca tradicional. Quizás en unos años, como ocurre cuando vamos a comprar carne, será raro encontrar peces capturados en su medio salvaje.
Sin embargo, quedan todavía muchos aspectos a mejorar en la acuicultura, sobre todo los derivados de un completo perfil genético de las especies criadas, así como una completa trazabilidad y un perfecto control de las medidas higiénico-sanitarias.
Y es que la cría intensiva puede producir anomalías genéticas en la especies de peces criadas de esta forma, aparte de ser especies muy sensibles a contaminación por tóxicos marinos, como los metales pesados que se detectan en los salmones criados en cautividad.
Ostras y mejillones, por ejemplo, son sometidos a costosos tratamientos de depuración antes de llegar a nuestras mesas desde sus criaderos, para evitar estos posibles riesgos, que también están presentes en moluscos salvajes de extracción, como las almejas y coquinas, como todos recordaremos de noticias recientes. Otro aspecto importante es la alimentación de estos peces, llevada a cabo con piensos compuestos, que alteran el delicado sabor de especies como la dorada, que en su medio natural se alimenta casi en exclusiva de moluscos.
Lo que está claro es que, aunque por precio acabemos consumiendo langostinos de criadero o salmones y doradas de piscifactoría, siempre acabaré prefiriendo una buena dorada o un besugo pescado en el mar. Mientras se pueda, claro.
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