Con su prosa alegre y desenfadada, Falsarius Chef lleva varios años haciéndonos disfrutar con cada una de las recetas para impostores que nos ofrece con asiduidad en su blog homónimo.
El jura y perjura que sus recetas son un engaño, una farsa para embaucar a los comensales, pero al final resulta tan bien orquestada que nuestros sentidos y nuestra mente sucumben y acabamos creyéndonos nuestra propia mentira. Todo un éxito, no en vano sus recetas sencillas, económicas y descaradas llenan las páginas de cuatro libros y, recientemente, una aplicación de recetas para el iPhone que os presenté hace no mucho y de la que tomé prestada un delicioso ceviche de mejillones.
Pero dejémonos de introducciones y conozcamos un poco más al cocinero que hay tras las gafas y la nariz de pega (el mostacho es casi todo suyo).
- Empezando por el principio ¿Qué o quién te acercó a la cocina por primera vez?
Mi madre cocinaba muy bien, pero los recuerdos más de “cocina” se los debo a Filomena Casais Villar, un tesoro de gallega que fue doméstica en casa. Junto a ella, al calor de una cocina de leña, le quité los primeros hilos a las judías verdes, separé piedras de las lentejas, aprendí a pelar patatas y descubrí que el borboteo de un caldo gallego al fuego durante horas, no tenía nada que envidiarle en emoción a una película de Alfred Hitchcock. Aquella vieja cocina era el paraíso.
- Una vez en la cocina ¿Qué desencadenó tu amor por las latas?
En algún momento de mi vida me pasé al lado oscuro. Si te fijas en Darth Vader te das cuenta enseguida que pasarse al lado oscuro y enlatarse es todo uno (él se enlató totalmente, hasta la cabeza, yo no llego a tanto). De todas formas, desde pequeño me han gustado las latas. Esas aceitunas rellenas o los ricos berberechos del aperitivo del domingo me parecían un lujo. Durante una época, las limité al aperitivo e iba por un lado lo que cocinaba y por otro las latas. Poco a poco se fueron mezclando y las latas invadieron las recetas. Me gustaron los resultados y me fui enviciando. Y ya se sabe que el ocio y el vicio conducen al precipicio.
- ¿Qué te impulsó a abrir tu blog de cocina para impostores?
Mi mala cabeza. En la cocina impostora improviso mucho y a los pocos días estaba siempre preguntándome, ¿cómo narices hice yo aquello tan rico? Si apuntaba las recetas en papelitos, los acababa perdiendo. Un desastre. Entonces descubrí los blogs y me dije, esto puede servir. Así, el blog nació como un simple archivo de recetas. Sorprendentemente empezó a entrar gente a ver las recetas, dejaba comentarios, decían que les gustaban y pedían más. Y cómo no tengo carácter ni voluntad y hago siempre lo que de dicen, aquí sigo.
- Tras muchos años como blogger gastronómico ¿Cómo valoras la experiencia?¿Qué te anima a seguir?
Estupenda por varias razones. Por un lado la independencia frente a los medios tradicionales de comunicación. Antes ellos tenían el monopolio del lector o del espectador. Ahora, cualquiera que tenga una buena idea puede conseguir su propio público en Internet y tener su propio medio de comunicación sin jefes pelmazos, plazos ni imposiciones. Por otro lado el contacto directo con los lectores es la leche. Te devuelve la fe en el género humano ver que hay tanta gente maja por ahí suelta. Viendo las noticias, nadie lo diría.
- A pesar de que hay muchas recetas gratis en tu blog, has publicado dos libros con bastante éxito y acabas de lanzar un tercero y una aplicación para el iPhone. Parece que a la gente le siguen gustando los libros de recetas. ¿Por qué crees que es así? ¿Crees que esto cambiará con la creciente variedad y número de blogs gastronómicos?
En realidad el libro que saqué en navidades (Cocina sin humos) era el cuarto. Parece mentira. Qué paciencia tienen mis lectores. Creo que les doy lástima y los compran por caridad. Se dicen, “mira a ese anormal con nariz postiza y gafas de plástico, pobrecito, vamos a comprar sus libros y le echamos una mano”. A parte de eso, creo que con los libros de recetas se tiene una relación muy personal. Quieres tocarlos, tenerlos a mano, señalarlos con papelitos, mancharlos de harina, disfrutarlos de una forma tan íntima que en otros formatos no es lo mismo. Blogs y libros pueden convivir muy armoniosamente. De hecho, ahora mismo, cada vez son más los blogueros que sacan en libros sus recetas.
- Si no es mucha indiscreción, de todas las latas de tu despensa ¿Cuál es tu preferida o la que nunca falta?
Siempre tengo un montón de latas en la despensa. De hecho soy un lation victim, veo una lata nueva y no puedo resistirme a comprarla. Elegir una es difícil, pero digamos que un buen bonito del norte, unos ricos berberechos y unos socorridos mejillones en escabeche, no pueden faltar.
- Además de las latas de conserva, ¿Qué nunca falta en tu despensa?
En el congelador, unos gambones o unos langostinos congelados, en la despensa unos botes de legumbres. Ah, y pimentón picante, al que soy adicto y cualquier día acabo echándoselo hasta al gin tonic.
- Aunque no tiene nada que ver con cocinar con latas ¿Qué opinas de los platos totalmente precocinados, de los calentar y servir? ¿Y de los caldos preparados?
Soy genéticamente incapaz de abrir algo y servirlo tal cual. Si no lo tuneo, no soy feliz. Dicho esto, los precocinados son como todo, los hay de una calidad increíble y los hay regularcitos. De los caldos soy fanático. Te ahorran un tiempo increíble y los hay de una calidad excelente. Lástima que a veces los que más te gustan sean un poco caros.
- Ahora que hemos cogido un poco de confianza, y sin animo de desenmascarar la identidad de Falsarius ¿Quién se esconde tras las gafas, el bigote y la nariz de pega?
No se esconde nadie. Soy así de raro.
- Ya para acabar, de entre todas tus recetas para impostores ¿Podrías contarnos una que fuera especialmente rápida y resultona?
Hay una a la que le tengo especial cariño (y a la que puse el nombre de mi musa) y es la tarta Thurman de melocotón. Un hojaldre refrigerado, natillas, un poco de canela, melocotón en almíbar cortado en lonchas finitas como si fuera una tarta de manzana, y al horno. No falla.
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