No son exclusivos de la época de Cuaresma y Semana Santa, pero sí son típicos de estas fechas. Los encontramos en los escaparates de todas las pastelerías y vuelven a nuestras mesas para endulzar las sobremesas. Los hay de muchas sabores y me gustan todos, pero los buñuelos de chocolate ocupan un lugar muy alto en mi ranking personal.
Son muy fáciles de preparar y llevan poquísimo tiempo, así que no hay excusa para no ponerse manos a la obra y marcarse una fuente de este dulce tan exquisito. Recién hechos son brutales, para comerse la bandeja entera de una sentada, pero reposados y en frío siguen llamando a los más golosos.
No te frustres si los primeros buñuelos no te salen perfectos, no pasa nada. Lo importante es que estén bien fritos por dentro y que de sabor alcancen tus expectativas. El resto es una mera cuestión estética fácilmente perdonable. Lo sabrás cuando te metas el primero de ellos en la boca. Vamos con ellos.
En un cacito calentamos el agua, la mantequilla, el azúcar, la ralladura de naranja y una pizca de sal. Cuando empiece a hervir, vertemos toda la harina y el cacao de golpe, que previamente habremos tamizado. Removemos con una cuchara de madera hasta que la masa se desprenda de las paredes del cazo.
Retiramos el cazo del fuego y esperamos unos minutos a que la masa pierda un poco de calor. Cuando la masa esté ligeramente atemperada añadimos los huevos, de uno en uno, y removemos enérgicamente. Hasta que el primero no se haya integrado en la masa, no incorporamos el segundo.
Obtendremos una crema fina, homogénea y densa que hay que dejar reposar durante una hora, aproximadamente, para que coja cuerpo antes de proceder con la receta. Cuanto más densa esté, más fácil resultará freír los buñuelos y con mejor forma quedarán.
Pasado el reposo, calentamos abundante aceite en un cacito o en una sartén y freímos los buñuelos. Para ello depositamos cucharaditas de masa en el aceite, procurando que caiga de golpe en el mismo sitio para que queden bien redonditos. Es recomendable no freír muchos a la vez para que no baje la temperatura del aceite.
Volteamos los buñuelos para que se doren y queden bien cocidos por dentro. Una vez listos los retiramos y depositamos sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Los espolvoreamos con azúcar glas en el momento en que los sirvamos y listos para disfrutar.
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Con qué acompañar los buñuelos de chocolate
Hay algo irresistible en estos buñuelos de chocolate y que te lleva a comer uno tras otro sin mesura. Son suaves y nos van a provocar comer la bandeja entera de golpe. Por eso, mejor compartirlos con amigos y familiares poniendo con ellos el broche de oro a una comida o sirviéndolos a la hora de la merienda.
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