Por fín llega la Semana Santa y, con ella, los dulces y postres típicos de esta época: los borrachuelos de batata, los buñuelos, las flores fritas, los pestiños, la leche frita, las monas de Pascua tradicionales o la regional y similar mona de Pascua murciana y muchos, muchos más. Entre todos ellos hay uno que destaca por encima del resto y es, como no puede ser de otra manera, la torrija.
¡Ay, la torrija! Ese humilde dulce que, en los últimos años, ha desatado la fiebre y locura colectivas de cocinillas y profesionales por igual. La receta clásica ha sido versionada hasta la saciedad, con mayor o menor acierto y creaciones ricas y otras no tanto, incluso en versión 'light'. Pero a nosotros, que con ciertas recetas somos unos clasicones, nos gustan las torrijas de leche tradicionales más que ninguna otra.
Eso sí, no nos gusta cualquier torrija de leche tradicional. Nuestra torrija de leche ideal tiene que ser melosa, jugosa y cremosa en su interior y deshacerse en la boca. Cómo conseguir la torrija perfecta es fácil si seguís nuestros trucos y también los consejos de los pasteleros profesionales, que no difieren en mucho de los nuestros y los complementan.
Cómo hacer las torrijas de leche tradicionales
Los ingredientes necesarios para hacer las torrijas de leche tradicionales son pan, leche, azúcar, limón, canela en rama, huevo y aceite. Básicos y humildes, siempre nos ha llamado la atención que, bien utilizados, puedan dar como resultado algo tan exquisito como las torrijas de leche tradicionales.
Aunque podemos usar cualquier tipo de pan, existen panes especiales para torrijas que dan muy buen resultado. Es importante que sea pan viejo, es decir, que tenga uno o dos días y esté ligeramente seco. De esta manera aabsorbe mejor la leche aromatizada en la que lo sumergimos y da como resultado torrijas jugosas y cremosas que, como ya hemos mencionado, se derriten en boca.
De una barra de pan sacamos 12 rebanadas de unos dos centímetros de grosor (no más) aproximadamente. Por supuesto podemos cortar el pan más fino, pero cuanto más grueso, más cremosa queda la torrija. Este pan se coloca en una fuente plana y con cierta profundidad, lo suficientemente grande como para dar cabida a todas las rebanandas sin que sobre mucho espacio ni queden apelmazadas (porque necesitan un poco de espacio para crecer).
Regamos el pan con leche aromatizada tibia. Para un litro de leche usamos 100 gramos de azucar, una rama de canela y la piel de un limón (sin restos blancos), pero esto va en gustos. Calentamos todos los ingredientes y, justo antes de hervir, retiramos del fuego y dejamos atemperar. El tiempo de enfriado ayuda a que la leche absorba los aromas de la canela y el limón, dándole un punto de sabor delicioso.
El pan ha de absorber la leche en su totalidad, así que en este punto nos olvidamos de las torrijas y dejamos que reposen el tiempo necesario. Si las rebanadas son finas, tardarán menos en estar listas que si son gruesas. Un consejo es comenzar el proceso el día anterior y dejarlas reposar toda a noche. Al día siguiente están en su punto y listas para pasar por huevo batido y terminar.
La manipulación hay que hacerla con sumo cuidado para que no se rompan, pasar cada una de las rebanadas de pan empapado en la leche aromatizada por huevo batido por todos sus lados y, de ahí, a la sartén. Abundante aceite, a fuego alto, y mejor si es vegetal que de oliva para que no mate el sabor de la torrija. Aunque para gustos, ya sabéis lo que se dice. Una vez doradas por sus dos caras, solo queda escurrir sobre papel absorbente y listo.
Dos acabados tradicionales para las torrijas de leche
Bueno, listo no, que todavía queda el acabado o acabados. Porque existen dos maneras tradicionales de acabar las torrijas de leche tradicionales (valga la redundancia). La primera consiste en una mezcla de azúcar y canela molida y la segunda en aguamiel.
Para la primera fórmula, el acabado de azúcar y canela, mezclamos 100 gramos de azúcar blanca común con 10 gramos de canela molida. Podemos rebozar las torrijas en caliente en la mezcla o espolvorearla por encima. Las primeras quedan más dulces, porque están cubiertas por azúcar y canela por todos lados, y las segundas menos.
Para la segunda fórmula, el acabado de aguamiel (o almíbar de miel), calentamos 100 gramos de agua y 100 gramos de miel en un cacito, a fuego suave, durante cinco minutos. Bañamos las torrijas en caliente con el aguamiel, cubriéndolas bien por todas partes. Podemos, incluso, hacer mayor cantidad de aguamiel y sumergir en él las torrijas.