En mi casa los dulces nunca faltan. Ya sea porque los tengo que preparar por trabajo o por placer, somos muy golosos y nos encanta tener alguno que podernos echar a la boca cuando lo pide el cuerpo: ya sea a la hora del desayuno, de la merienda o con el café de la sobremesa. Y es precisamente este último el momento en el que mejor encajan estas rosquillas caseras de limón. El contraste de sabores es increíble.
Si nunca te has animado a preparar rosquillas en casa, te estás perdiendo algo grande. Su elaboración es sencilla, solo hay que mezclar los ingredientes de la masa, dejarla reposar, formar las rosquillas y ¡a la sartén! Lo más delicado es formar las rosquillas. La masa es blanda y un tanto pegajosa, pero con las manos aceitadas se manipula sin problema alguno.
Podríamos dar un toque extra de aroma y sabor añadiendo un chorrito de anís, pero -aunque lo hago a menudo- en esta ocasión he preferido dejar que el limón fuese el protagonista absoluto de este dulce. No obstante, lo dejo a tu elección. Al igual que cambiar el limón por naranja, que también da como resultado unas rosquillas de matrícula de honor.
En un recipiente amplio y hondo batimos los huevos, el azúcar y la ralladura de limón. Añadimos la leche, la mantequilla fundida (pero tibia) y el zumo de limón. En otro recipiente mezclamos la harina y el baking powder Royal y lo agregamos al anterior a través de un tamíz, para que quede bien aireada la mezcla. Removemos hasta obtener una masa uniforme.
Sobre la masa. Esta queda pegajosa y blanda, pero es perfectamente normal. Es la clave para que el resultado sea una rosquilla tierna y esponjosa. Para que el formado de las rosquillas resulte más fácil, cubrimos el bol con papel film o con un paño limpio y lo llevamos a la nevera. Dejamos enfriar un par de horas.
Sacamos la masa de la nevera y, con las manos bien engrasadas, formamos bolitas de igual tamaño, un poco más grandes que una nuez. Hacemos un agujero en el centro y las abrimos sin miedo, pues el agujero se achicará durante la fritura. Las vamos colocando sobre una bandeja con papel vegetal ligeramente engrasado.
Cuando tengamos todas las rosquillas formadas calentamos abundante aceite en una sartén o en un cacito a temperatura media-baja. Freímos las rosquillas en pequeñas tandas, para no alterar demasiado la temperatura del aceite, y por ambas caras. Después las escurrimos y, en caliente, las rebozamos en azúcar. Dejamos enfriar antes de consumir.
Con qué acompañar las rosquillas caseras de limón
Estas rosquillas caseras de limón son la compañía perfecta para una taza de café caliente por la mañana o a media tarde. El contraste de sabores, dulce-ácido-amargo, os traerá mucho placer. Así que, la próxima vez que preparéis un lote de estas rosquillas aseguraos de tener una taza de vuestro café favorito listo para disfrutar. ¡Es la combinación ganadora!
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