No es ninguna broma: hacer un huevo frito bordeando los límites de la perfección puede llegar a ser todo un arte.
En Madrid hay un restaurante con mucha solera, Casa Lucio, en el que los huevos con patatas han tomado la consideración de símbolo gastronómico, y no es de extrañar que desde Bruce Willis hasta Barbara Bush hayan elegido este local y sus huevos internacionalmente conocidos como lugar donde saciar su apetito.
Pero encuentro en un diario asturiano, La Nueva España, la manera de hacer los huevos fritos como a mí me gustan y como yo no sé hacerlos, dicho se a de paso: los huevos con puntillita.
El fanático de este plato tan incrustado en el imaginario popular español, protagonista de tantas cenas familiares y cita obligada de tantos menús de clásicas casas de comidas está de enhorabuena con esta receta puesto que tiene una pinta estupenda.
No la voy a reproducir porque está maravillosamente explicada en el artículo y pienso poner un enlace abajo, pero no deja de ser curioso como hasta lo aparentemente más sencillo, aquello que supone el paradigma de la cocina fácil tiene su misterio, su truco, su arte.
El huevo frito es, sin duda, la prueba del nueve de la complejidad que supone la cocina, donde lo más simple puede, con imaginación y cariño, alcanzar cotas sublimes.
VIA l LA NUEVA ESPAÑA En Directo al Paladar l La Identidad del Huevo Los Huevos