El pollo con tomate es un guisazo clásico de esos que convierten una comida de fin de semana en una fiesta
En el vasto universo de las recetas que aprendimos de nuestras abuelas, hay una que brilla con luz propia: este pollo con tomate y cerveza.
Esta joya culinaria, más allá de su sencillez, esconde el secreto de una tradición que ha viajado de generación en generación. Hoy os propongo redescubrir este clásico, no solo por su sabor hogareño y reconfortante, sino también por esa conexión única que nos lleva de vuelta a la cocina de nuestra infancia.
El éxito de esta receta reside en su simplicidad. Como en cualquier guiso de pollo, lo ideal es freír los trozos de pollo en aceite, para que la piel quede bien crujiente por fuera, reservarlos. Después, en el mismo aceite, vamos a hacer una sencilla salsa de tomate a la que, una vez lista, incorporamos el pollo y la cerveza. En poco más de media hora tienes un plato casero para chuparte los dedos.
Desde el punto de vista nutricional, este plato es una delicia equilibrada. El pollo, siendo una fuente excelente de proteínas, se acompaña de los beneficios del tomate, rico en vitaminas y antioxidantes. La cerveza, además de aportar un sabor único, también contribuye con un toque de cereales y todo el alcohol va a evaporarse, así que no te preocupes por esto.
La belleza de esta receta radica también en su versatilidad. ¿No tienes cerveza? Un poco de vino blanco puede ser un sustituto interesante.
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Para terminar esta comida estelar, ¿qué tal un maridaje sencillo? Un vaso de la misma cerveza utilizada en la cocción puede ser un acompañante ideal. Si preferís algo más ligero, un vino blanco con cuerpo complementará a la perfección los sabores del plato. Como guarnición, un arroz blanco o unas patatas asadas le van que ni pintado.
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