Esta receta es ideal para despedir el verano (y es mucho más fácil de hacer de lo que parece)

En los últimos coletazos del verano, algunas de nuestras variedades de tomates favoritas están en su máximo esplendor. Hablamos de esos tomates rojos (o rosas), jugosos y llenos de sabor que solo saben a tomate de verdad cuando es temporada.

Aún no hace frío, pero ya no da tanta pereza encender el horno, así que es el momento ideal de explorar el exquisito mundo de las tartas de tomate.

En España las quiches y demás tartas saladas nos parecen recetas sofisticadas, pero nada más lejos de la realidad: en Francia son el equivalente a nuestra tortilla de patata, una receta recurrente que sabe hacer todo el mundo.

La única dificultad de este tipo de tartas reside en hacer la masa quebrada o masa brisa, pero en la actualidad la venden refrigerada en todos los supermercados y, teniéndola ya hecha, el resto de la receta es pan comido.

Hoy os proponemos una tarta salada de tomate y tres quesos, pero el relleno se puede cambiar al gusto modificando el tipo de queso a utilizar. Lo único que hay que hacer es mezclar quesos de pasta dura rallados –nosotros usamos parmesano y emmental– con queso crema y mezclarlos con huevos y yogur (o leche). No hace falta sazonar pues los quesos son sabrosos, pero podéis condimentar con pimienta negra si os apetece.

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Después, pincelamos la base de nuestra tarta con mostaza y rellenamos con la mezcla. Cortamos los tomates que queramos en rodajas y los repartimos sobre el relleno, presionando ligeramente si fuera necesario para que se hundan sin que desaparezcan. Espolvoreamos con alguna hierba aromática y horneamos a 180ºC durante 20 minutos o hasta que se dore y se note cuajada al tacto.

Esta receta admite infinitas variaciones. Podéis sustituir los tomates por pimientos rojos asados, que son también muy de temporada. O quizá incorporar unas rodajas finas de berenjena para darle un toque más terroso y, por supuesto, cambiar los quesos al gusto.

Las tartas de tomate maridan de maravilla con un vino blanco fresco, pero si no sois muy vinícolas, una limonada casera con un toque de menta hará que vuestra cena sea aún más memorable.

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