Alimentación emocional: qué es y por qué deberíamos controlar su presencia

Nosotros como ser humanos no sólo ingerimos alimentos cuando tenemos la necesidad fisiológica de hacerlo, sino que más allá del hambre, podemos buscar comida por costumbres, aburrimiento o emociones. Te contamos qué es y por qué deberíamos controlar la alimentación emocional si queremos proteger nuestra dieta y la salud.

Alimentación emocional, cuando las emociones nos conducen a la comida

Entre emociones y alimentación hay un estrecho vínculo y es por eso que existe la alimentación emocional que no es otra cosa que comer a causa de estímulos emocionales. Es decir, se trata de aquel acto de comer originado en diferentes sensaciones, estados de ánimos, experiencias u otros estímulos que afectan nuestras emociones.

Dado que comemos alimentos cuando nos sentimos tristes, estresados, cansados, enojados, aburridos, culpables o bien, deprimidos, la alimentación emocional puede favorecer un aporte energético más allá de lo que el cuerpo necesita, es decir, a largo plazo puede traducirse en un aumento de peso y la presencia de sobrepeso u obesidad.

La comida también produce placer y tiene una función social, por lo que también podemos buscar alimentos cuando nos sentimos solos, sin embargo, el bienestar que ofrece el consumo de determinados alimentos tras ser ingeridos es temporal y nunca culmina resolviendo verdaderamente las emociones.

Por qué es importante controlar la alimentación emocional

Como hemos dicho, el acto de comer guiado por emociones nunca termina siendo una verdadera solución a los estímulos que provocaron la búsqueda de comida, y debido a que no se ajustan al hambre real o las verdaderas necesidades de obtener energía y nutrientes, puede culminar en excesos.

Un ejemplo claro de que también la alimentación emocional puede conducirnos con el tiempo a una alteración de la conducta alimentaria es cuando comemos por culpa: nos sentimos culpables por alguna situación particular y buscamos comida para sentirnos mejor, pasados los primeros minutos tras su ingesta nos sentimos bien pero a medida que pasa el tiempo la culpa se incrementa por haber comido sin control determinado alimento (frecuentemente poco sano) y vuelve a comenzar el ciclo de búsqueda de comida por emociones.

Es decir, la alimentación emocional puede estar presente muchas veces, pero no debe ser la que predomine en nuestro día a día, de lo contrario, no sólo podemos agravar nuestro estado de ánimo o emociones sino además, perjudicar nuestra salud.

Asimismo, cuando comemos por emociones solemos ingerir alimentos calóricos, placenteros como son los ricos en azúcares, harinas refinadas y grasas como nos indican en Vitónica, que al mismo tiempo son los que deberíamos reducir en nuestra dieta para proteger la salud, por ello también, deberíamos controlar la alimentación emocional.

Así puedes reducir tu ingesta emocional

Para reducir la alimentación emocional es clave identificarla primero, para lo cual cuando estamos buscando comida deberíamos preguntarnos, ¿realmente tengo hambre? ¿hace cuánto que comí? ¿cómo me siento?

Si hemos comido hace menos de tres horas, una buena ración de alimentos y no buscamos cualquier alimento sino un dulce, un chocolate, un bollo o similar quizá debemos indagar nuestras emociones...podemos estar aburridos, cansados, enojados o tristes y estas ser las causas de nuestros deseos de comer.

Es decir, lo primero es distinguir entre hambre real o fisiológico y hambre psicológico, emocional o apetito. Una vez que tengamos en claro que estamos buscando comida porque estamos tristes por ejemplo, podemos aplicar alguno de los siguientes trucos:

  • Salir a caminar o a pasear la mascota, que suele ser una actividad relajante y al mismo tiempo nos puede ayudar a pensar en las emociones que sentimos y ser un camino de salida para la misma.
  • Beber agua o infusiones como té, café u otras en lugar de ingerir alimentos sólidos para que el momento de "ansiedad" o búsqueda de comida pase y quizá así, podemos evadir el consumo de calorías por emociones.
  • Leer un libro, escuchar música o realizar alguna otra actividad relajante puede ser también una forma de reemplazar el consumo de alimentos por emociones que al mismo tiempo, puede resolver el estímulo que nos llevó a comer.
  • Dialogar con un familiar, un amigo o un profesional puede ser de ayuda para resolver emociones que nos empujan a comer y en el preciso momento de búsqueda de comida, puede desahogarnos contribuyendo a eliminar la sensación que estimuló la ingesta.

Además de estas conductas que podemos usar en reemplazo de comer cuando nos sentimos mal emocionalmente, siempre es bueno tener en casa un ambiente seguro, es decir, colmado de alimentos de buena calidad para que al momento de buscar calmar emociones con platos calóricos no dispongamos de ellos fácilmente.

Por otro lado, siempre que podamos evitar las emociones o sensaciones que nos llevan a comer reduciremos también la alimentación emocional. Entonces, evitar el estrés, realizar actividad física con regularidad, descansar bien cada noche, tener apoyo emocional o posibilidad de externalizar emociones siempre es de ayuda.

La alimentación emocional es muy frecuente, pero no debe ser la causa principal de todas nuestras ingestas si queremos proteger la dieta y la salud.

Imagen | iStock

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