Primero de todo, con la palabra dieta, no me estoy refiriendo a un tipo de comidas que nos haga adelgazar. Me refiero a una forma de alimentarnos que nos permita alcanzar nuestro máximo grado de salud, sin necesidad de tener que renunciar completamente al placer de comer.
La pérdida de peso, o el equilibrio en un peso concreto, serán siempre consecuencias de ir buscando nuestro mejor ajuste posible. Todos somos distintos y además, vamos cambiando con el tiempo. Las necesidades nutricionales de un bebé no son las de un joven, ni las de un anciano. Pretender recomendar una dieta para todos es un error.
Últimamente, me han hecho esta pregunta algunas veces, ¿qué comes tú? o ¿qué recomiendas que coma para perder peso? Es la pregunta del millón. Lo siento, siempre me niego a dar una respuesta, quizá carezca del afán de ganar dinero que tienen muchos de los que venden libros sobre dietas. La realidad, por lo que he podido investigar estos últimos años es la siguiente.
No existe una dieta única. No existe la dieta perfecta.
Este enfoque ya lo he comentado alguna vez, pero aunque no de una respuesta, sí que me gustaría compartir con vosotros algunos factores que nos pueden ayudar a identificar qué combinaciones de alimentos nos pueden resultar más favorables.
En mi opinión, un buen punto de partida es tratar de huir de las recomendaciones genéricas y tratar de buscar nuestras propias respuestas.
Experimentar
Escuchar a tu propio cuerpo. Aunque es complicado, podemos experimentar con nosotros mismos hasta cierto punto. Por ejemplo, podemos tener cierta sensibilidad hacia algunos componentes de nuestros alimentos, lactosa, gluten, albúmina, caseina. Tendemos a pensar equivocadamente que las alergias o intolerancias con cosas de blanco o negro. La realidad es que hay muchos tramos de gris en ellas, y aunque no tengamos reacciones evidentes, es muy posible que pequeñas molestias con las que llevamos conviviendo mucho tiempo, no sean más que intolerancias encubiertas.
La mejor forma de descubrirlas es por eliminación, y es también la forma más complicada porque nos fuerza contra nuestras costumbres. Por ejemplo, ¿y si esos pequeños problemas de estómago son debidos a la lactosa? Una buena prueba es evitar los lácteos durante una temporada y ver cómo reaccionamos.
Por supuesto, no es un experimento controlado y podemos ser muy susceptibles de interpretar los resultados, pero sí que podemos sacar alguna conclusión por el método de prueba y error.
Maximizar los nutrientes
Esto no puede fallar nunca. Si algo tienen en común las dietas que funcionan es que todas ellas están asociadas a un incremento de nutrientes. Todas ellas de una forma u otra, sustituyen calorías vacías por calorías densas en nutrientes.
Curiosamente, muchos de los alimentos más densos en nutrientes, son los que menos consumimos. Y no me refiero solo a las verduras. Por ejemplo, alimentos del mar o vísceras. No es cuestión de abusar, pero sí de buscar la forma de incorporarlos en nuestra dieta. Otra solución son los complementos, pero la biodisponibilidad de sus compuestos es generalmente pero que en la comida natural.
Comer orgánico y local
En estos tiempos que corren es complicado, lo sé. Cada vez más buscamos el precio del filete o de kilo de verduras, sin mirar más allá. Es un error. Desde el punto de vista nutricional son varios los estudios que señalan que los alimentos producidos de forma orgánica son mejores, y por tanto con más nutrientes. Pero ese no es el factor importante. Lo principal es que comer orgánico, hace todo nuestro sistema alimentario más sostenible ambientalmente.
Además, cada vez será más importante comer local, cerca de donde vivimos. Si algo bueno ha tenido internet para muchos productores, es que les permite estar en contacto directo con los consumidores. Los grupos de consumo local me parecen una buena alternativa para comer sano, saludable y de temporada.
Minimizar los antinutrientes
Quizá sea el aspecto más descuidado hoy en día, y el que menos podemos controlar. Nuestro modo de producción industrial de alimentos, está muy ligado a los procesos de transporte y almacenamiento de alimentos. Por este motivo, desde hace mucho tiempo, la industria alimentaria ha ido incorporando compuestos para aumentar el tiempo que un alimento puede ser transportado y almacenado.
De la misma forma, hay formas de procesar los alimentos hoy en día, que por las prisas, impiden eliminar los antinutrientes de nuestros alimentos. Por ejemplo, hace años era habitual dejar en remojo los frutos secos y luego secarlos al sol. De esta forma se eliminaban algunos compuestos dañinos como los fitatos. Lo mismo se puede decir de la harina o algunas legumbres.
Uniendo las claves
Todos estos factores son comunes en algunas de las dietas ancestrales que hemos ido viendo hasta la fecha. Todas ellas fueron experimentado con los recursos que tenían a su alcance, todas ellas maximizan los nutrientes, minimizan los antinutrientes y comen orgánico y local. Todas ellas son dietas sanas y saludables, adaptadas a sus necesidades y realidades concretas.
Por supuesto, luego entran en juego nuestro estilo vida, control del estrés, actividad física, y por supuesto, el cariño de los que nos rodean. Al contrario que en las dietas ancestrales, hoy en día, no estamos limitados por el acceso a unos u otros alimentos, y el problema es justo el contrario. De todos los alimentos que tenemos disponibles, saber elegir aquellos que nos van mejor.
¿Qué claves seguís vosotros para saber qué alimentos os van mejor? ¿Qué habéis descubierto a través de la experimentación propia?
Imagen vía | Eowyn_86, Por cotallo-nonocot, Por AdamCohn
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