Cuando nacemos somos vírgenes en cuanto a las bacterias se refiere, pero en pocas horas los microbios empiezan a colonizar el tubo digestivo, éstos se componen principalmente de bifidobacterias.
La flora intestinal tiene varias funciones, como defender al intestino de infecciones, ayudar a la digestión de algunos alimentos y formar algunos elementos nutritivos que ayudan a que el organismo funcione adecuadamente. La flora varía en función de la alimentación y de la forma de vida, no tienen la misma flora las personas que tienen una alimentación muy especiada como la de la India que las del norte de Europa por ejemplo.
Ya que está siempre activa y se renueva aproximadamente cada 48 horas, se pueden introducir algunos cambios en nuestros hábitos para mejorar la flora intestinal.
Para empezar es necesaria la ingestión de alimentos ricos en fibra, pues evita el estreñimiento crónico, éste puede alterar la flora intestinal provocando un aumento de las bacterias en los tramos bajos del intestino.
La ingesta de 2 o 3 litros de agua al día, preferentemente fuera de las comidas, es un hábito necesario en diversos aspectos de nuestra salud además de colaborar en el cuidado de la flora bacteriana.
Los yogures u otros productos fermentados son alimentos beneficiosos para alimentar nuestra flora bacteriana, así como tomar frutas entre horas y empezar la comida con una buena ensalada.
En cambio hay que moderar el consumo de comidas ricas en grasas o harinas refinadas, no abusar de carnes y embutidos y mucho menos de bebidas excitantes como el café o los refrescos de cola.
Una dieta demasiado proteica favorece a los microorganismos de la putrefacción, por eso hay que combinar las fuentes de proteínas con las de origen vegetal, del queso o del pescado.
También encontramos en el mercado los productos prebióticos o probióticos, que benefician el crecimiento de bacterias beneficiosas y refuerzan nuestro sistema inmunológico.
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