No, no me refiero a la falta de amabilidad en el servicio, no. Se trata de otra clase de mala leche... Y es que ya no puede estar una tranquila ni cuando le ponen la leche en el cortado. Si ya resulta tenso estar atenta a la cantidad y temperatura de la leche cuando el camarero acerca el recipiente a la taza, ahora tendremos que añadir el hecho de que quizá esta no esté todo lo bien conservada que sería deseable. Hoy hemos tenido noticia de un estudio que se ha realizado al respecto de la conservación y manipulación de los lácteos en los establecimientos hosteleros.
Dicho estudio ha sido realizado por el departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Valencia, analizando diversos productos lácteos recogidos de establecimientos de la Comunidad Valenciana. En torno a algo más del 30% de estos presentaban irregularidades que apuntaban a un fallo en la cadena de frío.
La verdad es que está muy bien tener estudios que ratifiquen un hecho, pero para saber esto no hay más que echar un vistazo a muchas barras en las que los bricks de leche abiertos viven en el desamparo junto a los motores de las cámaras, o el calor de las grandes cafeteras.
También podemos preguntarnos cuántas veces habrá pasado la misma leche por el vaporizador antes de que el recipiente haya sido lavado y sustituido. Al final, a lo largo del turno, en algunos lugares se utiliza una misma jarra a la que se va añadiendo leche durante todo el día, algo que muchos nunca haríamos en nuestra casa. Por no hablar del aspecto de algunos vaporizadores, que parecen sucumbir tras densas capas de maquillaje.
Que, ¿marchando un cafecito? que sea solo, por favor.
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