Las patatas fritas son un arma de destrucción dietética: solo deberíamos comer seis por ración, pero somos incapaces de lograrlo

Las patatas fritas son la guarnición por excelencia. Nos encantan. Bien hechas está buenísimas. Pero, incluso elaboradas de la mejor forma posible, son una bomba calórica.

La patata jugo un papel fundamental en el desarrollo de la humanidad. Después de que los españoles la trajeran a Europa revolucionó la agricultura del continente, pues incrementó de forma muy notable la cantidad de alimento que los campesinos europeos podían generar. Pero su alto contenido en calorías, que entonces era una característica positiva, hoy la convierte en uno de los vegetales menos saludables.

Un vistazo a…
Cómo hacer patatas hasselback de guarnición

La patata es muy rica en almidón y carece de los componentes y nutrientes de otras verduras. No es que debamos desterrarla de nuestra dieta. La patata es mucho mejor que otros alimentos: tiene, por ejemplo, menos carbohidratos que los cereales y un mayor contenido de potasio y de antioxidantes que estos. El verdadero problema es la forma en la que se consume con mayor frecuencia: frita, sin piel (donde hay más nutrientes) y acompañada de sal y salsas. Es entonces cuando el tubérculo se convierte en lo que Christopher Mele no duda en describir en The New York Times como “un arma de destrucción dietética”.

Un estudio publicado el pasado verano en The American Journal of Clinical Nutrition examinó la relación entre el consumo de patatas fritas en la población estadounidense y el riesgo de mortalidad prematura, y sus resultados dan que pensar.

Aunque el consumo global de patatas no está relacionado con la mortalidad, el de patatas fritas sí. Aislando otros factores de riesgo, los participantes que comían patatas fritas de dos a tres veces por semana tenían un mayor riesgo de mortalidad en comparación con los que comían patatas sin freír. En concreto, el doble.

Las patatas fritas, mejor en pequeñas cantidades

Hay que apuntar que en España no tomamos tantas patatas como los americanos. Según el ministerio de Agricultura estadounidense, cada ciudadano consume de media 52 kilos de patatas al año, de las cuales dos tercios son congeladas, procesadas o en forma de snack.

En España el consumo medio de patatas es de 30,19 kilos, de los cuales solo dos kilos son en forma congelada y procesada. A esto hay que sumar el consumo de patatas fritas en forma de snacks, que las estadísticas del ministerio ofrecen en apartados distintos, y es de 1,09 kilos por persona.

Pero que comamos muchas menos que los estadounidenses no significa que no debamos tener cuidado, pues su consumo sigue siendo demasiado alto. El principal problema de las patatas fritas es que solemos tomar demasiadas. Y no somos nada conscientes de lo que en realidad engordan.

Unas patatas grandes del McDonald´s, por ejemplo, tienen 448 calorías, casi lo mismo que un Big Mac, que tiene 509 (según el análisis nutricional que ofrece la propia cadena https://www.mcdonalds.es/sites/default/files/analisis_nutricional_alergenos.pdf). Pero es que, además, no solemos comer las patatas en solitario, y acabamos mojándolas en kétchup o mayonesa, cuando no cubiertas de beicon y queso.

Es por ello que en el mismo artículo de The New York Times (que se publicó el pasado noviembre con bastante polémica), el profesor de nutrición de la Harvard T. H. Chan School of Public Health Eric Rimm asegura que la ración ideal de patatas fritas debería limitarse a seis unidades.

Se trata de un logro muy difícil de alcanzar, y no solo porque siempre se sirva una cantidad mayor, sino también porque una vez que probamos una, no podemos parar.

Según un estudio publicado hace unos años en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences la grasa contenida en las patatas fritas desencadena la producción de sustancias llamadas endocanabinoides, que son similares a los compuestos que contienen drogas como la marihuana, y que provocan un aumento en las señales celulares que provocan el ansia por seguir consumiendo alimentos grasientos.

Así que, antes de pedir unas patatas fritas, piensa si no prefieres optar por una ensalada o, al menos, tomar estas hervidas o al horno, lo que reduce enormemente su cantidad de grasa.

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