Si hay algo que nos trae de cabeza a los padres ahora que empieza el nuevo curso escolar, es que nuestros hijos coman bien. Dentro de una alimentación equilibrada, uno de los pilares es que coman frutas y verduras.
Sin embargo, casi todos los padres se encuentran con problemas cuando llega el momento de que nuestros hijos coman frutas y verduras. Sobre todo si son “visibles” y no en forma de purés. La hipótesis que os planteo hoy, y perdonarme si os parece disparatada, es si los niños tienes motivos para no querer comer frutas y verduras. Creo que en la evolución y en su desarrollo podríamos encontrar algunas claves. Vamos a repasarlas.
Una perspectiva evolutiva
Ya hemos visto en algunos artículos, que la variabilidad de las dietas humanas es asombrosa. Desde los kitavanos, con muchos vegetales, hasta los esquimales con casi cero vegetales, es posible sobrevivir y estar sanos comiendo cosas muy diferentes. Para entender las necesidades nutricionales en los niños también deberíamos mirar en nuestro pasado evolutivo.
Para empezar, hay que tener en cuenta que los niños están en un proceso de crecimiento continuo hasta la pubertad, y que si hay un órgano que demanda energía y que nos condiciona sobre las demás especies, ese es el cerebro. El cerebro es “adicto” a la glucosa, pero a la hora de desarrollarse si necesita algo son grasas saludables, sobre todo grasas omega-3 y colesterol, presentes en las conexiones neuronales, por ejemplo. Obviamente, estos requerimientos no fueron ajenos a nuestra evolución, y la composición de la leche materna es un buen reflejo de ello.
Por otro lado, la presencia masiva de vegetales en las poblaciones de humanos modernos (incluyendo Homo Sapiens y Neandertales) es relativamente reciente, y no se produjo, al menos en la forma que vemos ahora, hasta la aparición de la agricultura hace unos 10.000.
Un tercer factor a tener en cuenta es que los niños, solían ser amamantados durante un tiempo mucho mayor del que ahora es habitual. Hay indicios de que algunos neandertales no se destetaban por completo hasta los 5 años. Quizá lo razonable sería pensar que los humanos no tendríamos un destete completo, más o menos, hasta los dos años, cuando hay un dentición casi completa.
Alimentos nutricionalmente densos
La hipótesis es que los niños se pirran por alimentos densos, ya sea en calorías, o en nutrientes por unidad de volumen. Parece como si, de forma intuitiva, entre un trozo de salmón o jamón ibérico y unos trozos de manzana, la selección natural les incitara a comer los primeros en detrimento de los segundos.
Hay que tener en cuenta que si algo distingue a la especie humana, y si algo hay que se desarrolle rápidamente es el cerebro. Y el cerebro se pirra por glucosa y cierto tipo de grasas. Hasta tal punto es así, que el metabolismo basal de un niño parece gastar tres veces más energía en el cerebro que en el resto del cuerpo. De hecho, la Asociación Americana de Dietistas desaconseja restringir las grasas den las dietas de niños menores de 2 años.
Otro aspecto a tener en cuenta, es que sus aparatos digestivos son más cortos, y por tanto, menos eficientes que los de los adultos. Podría ser ser que una ingesta excesiva de fibra no digerible por ellos, les hiciera preferir comidas más fácilmente asimilables que otras. Además, un exceso de fibra evita la absorción de otros nutrientes.
Tampoco hay que olvidarse de la dentición. Para la asimilación de ciertas verduras, con gran cantidad de fibra, es necesario un considerable esfuerzo de masticación. Algo imposible en niños con pocos dientes. En este caso, podría ser que alimentos más grasos, como médulas, tocinos, pescados del tipo de la trucha o el salmón (sin espinas), es decir, alimentos que casi se puedan tragar, fueran los preferidos de los niños.
Por propia experiencia, hay menos problemas en darles verduras en forma de purés. ¿Por qué si que funcionan los purés? En mi opinión, porque requieren poca masticación y esfuerzo. De hecho, hay teorías que apuntan a que el acto de besar, surgió como evolución de la forma en la que las madres daban “puré” a sus hijos. Primero masticaban la comida, y luego se la pasaban a lo hijos boca a boca. Podría ser, pero eso no explicaría por qué nos gusta tanto besarnos a los adultos ;)
Para llevar
En mi opinión, es muy cierto que poco a poco es conveniente introducir vegetales en la dieta, porque incorporan una serie de propiedades que son muy beneficiosas para los niños. Agua, vitaminas, minerales, etc… además de bajo índice glucémico y beneficios a la hora de masticar y fortalecer mandíbulas. Sin embargo, es posible que apresurarse a obligarles a comerlos pueda no ser buena idea, y que incluso sea contraproducente.
Quizá una estrategia es que se vayan incluyendo en forma de purés primero, y más adelante, poco a poco, como un complemento a otros alimentos, pero no como el plato principal o con la obligación de comerlo. Por cierto, que un primer paso podrían ser más los tubérculos, más fáciles de comer, que las verduras más fibrosas.
Como digo, lo que planteo es una hipótesis, pero que quizá pudiera esconder algo de cierto, ¿qué pensáis vosotros?
Imagen | Por Stéfan, Por Bud_Spencer
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