Llevo mucho tiempo buscando un molde con forma de corazón, romántica que es una o caprichosa, ahí queda la duda. Siempre que entro en una tienda de accesorios de cocina lo busco o pregunto, con escaso éxito hasta ahora, pero sigo en mi empeño hasta que lo consiga. A la vista del molde objeto de estas líneas, voy a tener que andarme con los ojos muy abiertos la próxima vez que vaya de compras, pues aunque es un molde de corazón, no es exactamente lo que todos tenemos en mente.
Se trata de un molde que reproduce un corazón real, y no esa simplificación estilizada que tan poco tiene que ver con el músculo cardíaco. Con sus arterias y sus venillas, parece perfecto para crear pequeñas vísceras de gelatina, roja por supuesto, o un bizcocho cubierto de mermelada o fondant, también rojos como la sangre.
Habrá que ver la cara de más de uno y de una cuando este próximo San Valentín, en lugar de un esponjoso bizcocho con sus formas redondeadas y su pico a los pies, encuentren en la mesa, junto a las velas, un corazón en toda regla al que solo le faltará latir para dar más grima.
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