48 horas en el Valle de Baztán (Navarra): qué ver y comer en el paraíso natural que ha dado a conocer Dolores Redondo

Situado en el extremo noroeste de Navarra, el Valle de Baztán es ideal para una escapada de fin de semana

El Valle de Baztán, en el noroeste de la Comunidad Foral, es una de las zonas con más marcada identidad vasca de Navarra. Un lugar tranquilo y, hasta hace poco, no muy turístico, que se ha dado a conocer en gran medida por ser el escenario de una de las sagas literarias más exitosas de la última década en lengua castellana: la conocida como Trilogía del Baztán, de la escritora donostiarra Dolores Redondo.

La historia de suspense protagonizada por la inspectora Amaia Salazar cuenta ya incluso con sus propias películas –que se pueden ver en Netflix–, pero al margen del atractivo de conocer las localizaciones que aparecen en ellas, el Valle de Baztán y alrededores es una localización fantástica para un viaje de dos o tres días, genial para pasear, comer muy bien y descansar de lo lindo. Personalmente, lo confieso, no conocía de la existencia de la trilogía hasta que, después de organizar el viaje, todo el mundo me habló de los libros.

Los puntos más interesantes del Valle de Baztán como tal se pueden ver en solo un día, pero merece la pena estar al menos otro día más visitando las localidades vecinas de Urdax y Zugarramurdi –lugar de uno de los episodios de caza de brujas más famosos de Europa–, la parte navarra del País Vasco francés (Ainhoa y Espelette) y los pueblos cercanos de Lesaka, Etxalar o Santesteban.

Esta sería nuestra planificación perfecta concentrada en solo 48 horas. Nosotros recomendamos, en cualquier caso, ir al menos tres días, para añadir a este plan alguna excursión por la montaña, ya sea para visitar la cascada de Xorroxin o disfrutar del increíble paisaje que rodea al embalse de Leurtza, dos excursiones aptas para toda la familia y extremadamente recomendables.

Día 1

El Señorío de Bertiz es un peculiar jardín botánico a orillas del Bidasoa.

Mañana: Señorío de Bertiz y Santesteban

Comenzamos nuestro viaje ideal al Valle del Baztán por el que es sin duda el paraje más peculiar del mismo: el señorío de Bertiz.

Situado en puridad a orillas del río Bidasoa –por tanto, en otro valle–, junto a un pueblo llamado Oriegi, el Señorío de Bertiz es un antiguo jardín botánico, con más de un siglo de antigüedad, que responde a la inquietud del industrial Pedro Ciga y su esposa Dorotea Fernández. El matrimonio, que tenía una sensibilidad hacia el arte y la naturaleza inusual en la burguesía de la época, dio forma a un jardín repleto de especies foráneas –desde enormes secuoyas a frondosas plantaciones de bambú– y, lo que es más importante, se preocupó por proteger el cercano bosque, de 2.040 hectáreas, que tras su muerte legaron al Gobierno de Navarra, lo que ha permitido que la zona se mantenga virgen y, a día de hoy, cuente con la protección de Parque Natural.

El mosaico de la reformada capilla del jardín es una de las joyas del Señorío de Bertiz.

Calcula una hora para conocer el jardín y sus miradores y vidrieras de estilo modernista y, al menos, otra o más para darte un paseo por el contiguo bosque, que cuenta con varios caminos de diversas dificultades muy bien señalizados.

Tras el paseo, dirígete a la cercana localidad de Doneztebe/Santesteban un pintoresco pueblo y núcleo comercial, ideal para hacer compras, tomarse algo y, sobre todo, comer.

Las alubias de Santamaría son brutales, pero todo está rico.

Comida: Restaurante Santamaría

El restaurante Santamaría, en Santesteban, es una institución del menú del día de la zona y la mejor opción para probar lo más típico de la gastronomía local por muy poco dinero: entre semana cuesta 16 euros con bebida, un precio que solo se eleva a los 25 euros los fines de semana.

Entre los platos que podemos encontrar, siempre según la temporada: de primero, alubias rojas, pochas, sopa de pescado o marmitako; de segundo, bacalao ajoarriero, rabo en salsa, cordero al chilindrón o pato al horno.

Está todo que te mueres y, como en todos los restaurantes de menú de la zona, sorprende lo inmenso de sus cantidades. Con lo que ponen para uno pueden comer tres personas. En palabras del propietario: “Prefiero subir el precio que reducir las raciones, que nos conocen porque se come mucho”. Quizás no era necesario poner platos tan bestias, pero hay que decir que la calidad no se resiente en absoluto por ello. Está todo de muerte.

Elizondo es el centro neurálgico del Valle de Baztán.

Tarde: Elizondo

Después del atracón, paseíto mediante, podemos poner rumbo a la cercana localidad de Elizondo. Pero merece la pena no ir por el camino más corto y visitar, en un pequeño desvío, algunos de los pueblos más bonitos del valle como Ziga e Irurita, dos pequeñas localidades ideales para dar otro paseo y disfrutar del paisaje más genuino de la zona desde el cercano Mirador del Valle del Baztán, situado en la carretera que une ambos municipios.

Desde el mirador del Valle de Baztán se pueden disfrutar de vistas como estas.

Desde Irurita estamos a tiro de piedra de Elizondo, el más grande de los 15 pueblos que conforman el Ayuntamiento de Baztán y escenario principal de los libros de Dolores Redondo. Su arquitectura, a base de palacetes y casas señoriales, refleja la riqueza que trajeron de vuelta los antiguos pobladores de la zona tras su vuelta de hacer las Américas.

El pueblo es ideal para darse una vuelta: tiene bares chulos, tiendas interesantes –hay una librería muy buena al lado de la plaza– y dos buenas confiterías, especializadas en la elaboración de chocolate.

La plaza de Elizondo está repleta de terrazas.

Cena: De pintxos en Elizondo

Para cenar, nada mejor que tomar algo en los bares del pueblo. Con una cultura del poteo y el pintxo 100% vasca, en Elizondo hay bares de sobra para cenar de picoteo con una sidra, un txakoli o un buen rosado navarro.

Si se prefiere cenar de mesa y mantel tanto la Guía Repsol como David de Jorge recomiendan visitar Casa Galarza. En palabras del artista antes conocido como Robin Food: “Es la casa de comidas soñada, un lugar que podría salir en la España de “Los Botejara” de Alfredo Amestoy, en la serie “Raíces” de Manuel Garrido Palacios o en cualquier relato de contrabandistas de Julio Caro Baroja o de su tío Pío”. Yo me quedé con las ganas de ir porque durante nuestra visita estaba cerrado por vacaciones. Puta bida tete.

Día 2

Aunque las cuevas de Zugarramurdi son las más conocidas, las de Urdax son más impresionantes.

Mañana: Urdax, Zugarramurdi y Labort

Las localidades fronterizas de Urdax y Zugarramurdi son conocidas por sus bosques, sus cuevas y, sobre todo, sus brujas.

Aunque es difícil separar la leyenda de la historia, Zugarramurdi fue testigo del caso más famoso de la historia de la brujería en España cuando, en 1610, tuvo lugar un auto de fe en el que 18 mujeres fueron ajusticiadas por, supuestamente, celebrar aquelarres. El hecho es recreado en un museo cercano a la famosa cueva de Zugarramurdi, en la que, supuestamente, se celebraban los aquelarres.

La cueva de Zugarramurdi es famosa por sus grandes dimensiones: un túnel natural de 120 metros de largo con alturas de hasta 12 metros y dos galerías elevadas. Pero, para los amantes de la espeleología, es incluso más interesante la cercana cueva de Urdax, mucho más rica en formaciones de estalactitas y estalagmitas formadas durante miles y miles de años.

En el País Vasco Francés la arquitectura se vuelve más homogénea.

Tras visitar alguna de las cuevas y los pueblos –ambos merecen la pena para dar un paseo–, es recomendable seguir por la carretera que cruza a Francia para conocer las poblaciones principales de la provincia vascofrancesa de Labort. Allí se conserva una arquitectura parecida, pero los pueblos, más cuquis, parecen sacados de una postal: con todas las puertas y contraventanas pintadas de rojo.

Merece la pena visitar los pueblos de Ainhoa y Epelette, muy parecidos. Este último es famoso, además de por su arquitectura, por el pimiento del mismo nombre, un tipo de pimiento choricero enormemente popular en Francia y en torno al que gira toda su gastronomía.

En la zona hay muy buenos restaurantes –tanto Ainhoa como Espelette tienen sendos restaurantes con estrella Michelin–, pero es todo mucho más caro. A muchos les compensará cruzar de nuevo la frontera –esta vez por Sara– para llegar a los pueblos de Etxalar y Lesaka donde también se come de maravilla (y por mucho menos).

Esto es un segundo para uno en el asador La Basque. En torno a medio kilo de carne, más una fuente de patatas caseras. Demencial.

Comida: Asador La Basque

Nuestra elección para la comida es el pintoresco Asador La Basque, en el pueblo de Etxalar. El restaurante es muy conocido en la zona por su pantagruélico menú del día, conformado por sopa de cocido o alubias rojas de primero y carne a la brasa de segundo. Todo por 13 euros y con raciones inmensas. La comida, aunque no es la más fina de la zona, está muy bien para lo que se paga, y solo por el sitio y el ambiente merece una visita. Una casa de comidas de las que ya no quedan.

Lesaka es conocida como la Venecia navarra.

Tarde: Etxalar y Lesaka

Si comes en La Basque seguro que necesitas darte un paseo y nada mejor que hacerlo por el bonito pueblo de Etxalar, que bien da para una agradable caminata. Después, podemos poner rumbo a la villa de Lesaka, conocida como la pequeña Venecia de Navarra, pues esta atravesada por varios ríos y canales.  Merece la pena subir hasta su Iglesia, en lo alto del pueblo, para disfrutar de las vistas.

La paloma en salsa de la Venta de Ulzama estaba increíble.

Cena: Venta de Ulzama

Para terminar nuestro fin de semana perfecto en el Valle del Baztán nada mejor que acabar cenando en el que es uno de los restaurantes más emblemáticos de la zona.

Situado en la carretera que une el valle con Pamplona (a solo 20 minutos de la capital navarra), la venta de Ulzama es un veterano negocio, con una interesantísima carta de cocina tradicional donde, además de poder probar muchos de los clásicos de la cocina navarra y vasca, tienen en temporada una interesantísima oferta de caza.

Navarra (Guía Total - España)

En nuestra visita probamos la paloma en salsa, uno de los platos más emblemáticos del extremo noroeste de Navarra, donde ha habido una gran tradición en su caza, sobre todo en torno al municipio de Extalar, donde se conservan palomeros históricos desde los que se practica una peculiar técnica que consiste en engañar a las palomas lanzando una especie de paletas que simulan aves rapaces.

Es un restaurante más fino que todos los recomendados en este reportaje y, por ende, más caro. Espera pagar unos 60 euros por cabeza, pero merece mucho la pena. La venta, además, cuenta con habitaciones. En la zona hay una buena oferta de alojamiento rural, pero si prefieres un hotel, es una buena opción para explorar la zona.

Imágenes | Francis Vaquero, Iñaki Tejerina y Javier Campos (Turismo de Navarra)

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