Así es la micro fábrica de cerveza que Mahou ha abierto en el centro de Madrid

Fue en 1890 cuando los hijos de Casimiro Mahou fundaron la compañía de cerveza que hoy todo el mundo conoce con el apellido de su padre. Como todas las fábricas pioneras de España, los Mahou tuvieron que contratar a un maestro cervecero alemán para que les enseñara a hacer una bebida que apenas se estaba empezando a introducir en el país.

Fue en el número 29 de la calle Amaniel –sede actualmente del museo ABC– donde se empezó a fabricar la cerveza y no es casual que, 128 años después, se haya escogido un local en la cercana calle Génova para volver a fabricar cerveza Mahou en el centro de la capital. Aunque el objetivo de la nueva cervecera es muy distinto.

Un vistazo a…
Cómo tirar la caña perfecta

“No lo hacemos por nostalgia, sino por la pasión de nuestros maestros cerveceros de ofrecer nuevos productos”, apunta Pablo Sánchez, responsable de la marca Mahou en la inauguración del nuevo Espacio Cervecero.

Pablo Sánchez y Armand Notó durante la presentación del espacio.

En realidad, la fábrica abrió en abril, pero tras un periodo de prueba, en la que sobre todo ha acogido eventos profesionales, ha empezado a funcionar para todo el que quiera visitarla.

El uso de la palabra fábrica no es una licencia periodística: excepto el malteado, el espacio está habilitado para realizar todo el proceso de elaboración de la cerveza. Y su mayor atractivo es que se pueden probar por el momento cinco cervezas que se venden exclusivamente en este lugar: sin filtrar y sin pasteurizar, directamente de los tanques.

El objetivo: acercar la cultura cervecera

El espacio es parte del intento del grupo Mahou-San Miguel –al que se están sumando todas las grandes marcas– de aprovechar el tirón internacional de las cervezas artesanas para ampliar la cultura cervecera de los españoles, que hasta la fecha no sale de la caña lager “de toda la vida”.

Aunque, como explica Armand Notó, director de espacios cerveceros de Mahou, la fábrica está concebida como un espacio efímero, su aspecto dista mucho de ser provisional (y nadie se aventura a aventurar su posible cierre). Además de una amplia zona de barra, cuenta con un salón y una zona de showcookings, donde se ofertan ya catas o cursos de maridaje.

En el local se sirve también comida, gran parte de ella con toques cerveceros, y el personal, que ha recibido un curso de beer sumiller, aconseja con qué cervezas es preferible maridar los distintos platos.

En nuestra visita pudimos probar distintas elaboraciones de una carta correcta, con bastante literatura, aunque nada especialmente destacable. Probamos unos mejillones con salsa americana, una versión del clásico fish and chips de pub, un taco de pato a la pekinesa y una presa ibérica con salsa agridulce. El postre, una especie de bizcocho emborrachado en Radler con merengue, era el plato más logrado.

Aquí se viene a beber cerveza

Si bien la comida no es para tirar cohetes, en lo que verdaderamente importa, que es la cerveza, el espacio acierta de pleno. La idea es que se puedan ir probando sobre la marcha nuevas elaboraciones e invitar al público a que de su opinión sobre las mismas: el local cuenta, de hecho, con unas tablets en las que se puede contestar una pequeña encuesta sobre las distintas bebidas.

El espacio está pensado para acercar distintas variedades de cerveza a un público no iniciado: se insiste mucho en explicar cómo es cada cerveza y cómo se hace –algo que se puede ver in situ– y estas se sirven adrede a una temperatura inferior a lo que es normal en este tipo de bebidas, lo que las hace más asequibles.

En la actualidad se sirven cinco variedades distintas, todas ellas inspiradas en distintos lugares de la capital, de estilos relativamente clásicos, pero bien conseguidos: una American Pale Ale (APA), una Witbier belga suavecita, una IPA americana, una stout de avena, sorprendentemente fresca, y una de estilo Vienna Lager –para mi, quizás, la más lograda–.

Estas cervezas se pueden adquirir, además, para consumir en casa, embotelladas o enlatadas al momento, con su correspondiente nota de cata. Ahora bien, al ser cervezas frescas sin pasteurizar deben consumirse en cuatro o cinco días. El local cuenta también con una pequeña tienda donde adquirir parafernalia de la marca.

Lo peor: lo cansina que resulta la cocina fusión.
Lo mejor: poder probar fantásticas cervezas en el lugar en el que se elaboran.

Datos prácticos
Dónde: Calle Génova, 5 (Madrid)
Precio medio: Las cervezas especiales cuestan 3,80 los 33 cl. 1,50 10 cl. Los platos entre 10 y 15 euros. Reservas: 910 69 21 54
Abre de martes a sábado, de 12 a 12.

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