Nuestra estancia en Lisboa fue una experiencia estupenda; durante esos días pudimos conocer la ciudad y sentirnos casi acariciados por el trato amable de sus habitantes; en pocos sitios me han hecho sentir tan bien, la verdad. Entre itinerarios y paseos, masajes nocturnos en los pies, y mucho bacalhau, no quisimos dejar de disfrutar de algo muy muy típico, una seña de identidad portuguesa: el fado.
El fado me recuerda irremediablemente a mi padre, pues cuando éramos pequeños nos ponía cintas de Amália Rodrigues que yo escuchaba extasiada. Así que esta fue una buena ocasión para empaparme de él, sin dejar de sentir una agridulce punzada de nostalgia. Para ello escogimos uno de entre los muchos restaurantes con espectáculo de fado que hay en Lisboa, el Café Luso.
Al acudir a este tipo de restaurantes hay que tener muy claro que el espectáculo viene incluido en el precio, de ahí sus abultados números. En el Café Luso suben al escenario unas 15 personas durante casi hora y media de actuación y con un nivel muy bueno. De otra manera no podría justificarse el valor de la minuta, pues su cocina es irregular y no ofrece grandes sorpresas, al menos positivas.
Acudimos al restaurante a las 20:15 horas y ya había algunas mesas ocupadas. Nos destinaron una mesa junto al escenario que no resultó de nuestro agrado, ya que yacía justo bajo un potente chorro de aire acondicionado, al que soy alérgica. Tras pedir dos veces que lo bajaran, al final me dijeron que no podían regularlo y nos ofrecieron otra mesa igualmente bien situada, pero en un ambiente menos gélido.
El servicio está uniformado a la antigua, con la imprescindible chaquetilla blanca, y son muy ceremoniosos en cuanto a la colocación de pan, bebidas y aperitivos. Estos últimos, a un precio de 7 euros, se componían de un embutido parecido a la chistorra, queso, unas riquísimas aceitunas, y mantequilla envasada en tarrina, que chocaba con el ceremonioso y seudo lujoso ambiente, pero que es una constante en los comedores lisboetas.
Pedimos una salada Primaveril com queijo mozzarela, cogumelos e sultanas para compartir, que llegó a la mesa tras los platos principales, aunque no quisimos dar importancia a este detalle y nos la comimos como acompañamiento. Nada del otro mundo, mezcla de lechugas, mozzarela, pasas y champiñon toscamente laminado, todo hay que decirlo.
Mi acompañante escogió un bacalhau com broa de milho, (bacalao con pan de maíz) un plato bastante rico, servido sobre una base de cilantro fresco cocido y con una guarnición de patatas asadas. Lo probé y comprobé que la textura era mucho mas agradable y fácil de comer que la del bacalhau gratinado com queijo amanteigado que pedí yo, que llegó a la mesa muy pasado de punto, bastante seco.
El gratinado de queso se dejaba comer, pero no consolaba ante lo pobre del plato. También llevaba la guarnición de cilantro fresco cocido, y unas patatas asadas. Parece que en el tema de guarniciones no se rompen demasiado la cabeza, o eso o la casualidad…
Como teníamos ganas de beber vinho verde, pedimos una botella de Quinta da Aveleda, fresco y bien mantenido en la cubitera, realmente me sorprendió por su sabor puro a uva. Gastronómicamente, lo mejor de la noche. A la vista de la calidad irregular de la cocina y de los precios de los postres, 12 euros, decidimos pasar directamente al café, que como era de esperar en Lisboa, estaba muy bueno.
La cuenta final, compartiendo un primer plato, con dos segundos, dos cafés y una botella de vino, 60 euros por persona. También ofrecen un menú turístico a 40 euros. Pero hay que decir que el espectáculo es muy bueno, que va de menos a más, ganando en sentimiento y calidad vocal a medida que van alternando los intérpretes. Un grupo de bailes realmente pintoresco salía al escenario entre fado y fado, dando mucho dinamismo y alegría a la velada.
Para poner el broche final, el grupo de danzas se despidió pidiendo, por decirlo de alguna manera, la colaboración de algunos incautos clientes en el último baile. Mientras intentaba hacer unas fotos me vi literalmente empujada al escenario, con un arco entre las manos dando dos pasos adelante, un paso atrás y así durante cuatro interminables minutos.
Solo espero que a ninguno de los amables comensales que dispararon sus flashes sobre el grupo de perplejos bailarines improvisados, del que mi pareja y yo formabamos parte, les de por colgar sus bonitas e hilarantes fotos en la red.
Café Luso
Cenas con espectáculo de fado
351 213422281
Travessa da Queimada 10
Lisboa
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