En el último capítulo de nuestro viaje a Lisboa visitamos el Mercado da Ribeira, una parada necesaria e ineludible para conocer algo más sobre lo que se cuece en Lisboa gastronómicamente hablando. De entrada os diré que esta parada no tuvo el éxito esperado, y no porque el mercado no lo mereciera, si no más bien por culpa de nuestra ignorancia en cuanto a la idiosincrasia de sus moradores.
El caso es que destinamos la mañana del lunes para curiosear entre los puestos del Mercado da Ribeira, pero cual no sería nuestra sorpresa cuando una vez en su interior lo descubrimos casi vacío, con apenas unos cuantos puestos en activo.
Todas las preguntas que se agolpaban en mi confundida cabeza las respondió un amabilísimo ciudadano francés, conocedor de los entresijos del mercado: el lunes es el día en que los tenderos acuden al mercado central para buscar provisiones.
Bueno, al menos no se trataba de ninguna crisis ni nada por el estilo, así que ya lo sabéis, si visitáis Lisboa y deseáis realizar un paseo por uno de sus mercados, no lo hagáis en lunes.
El Mercado da Ribeira es muy grande, con una estructura de hierro y cristal que deja pasar gran cantidad de luz. La entrada principal nos recibió con varios puestos de flores y sus correspondiente olores en mezcolanza, arreglos y ramos dispuestos para la compra.
Dividido en tres naves, las frutas y verduras pueblan el centro de estas, mientras que el resto de establecimientos se resguardan en pequeños locales cerrados que circundan las naves. En los pocos puestos que estaban abiertos pudimos ver diversas frutas y verduras, y llamaron nuestra atención los pimientos secos agrupados en grandes ramilletes, así como los hatillos de hierbas aromáticas listos para llevar a casa que estaban suspendidos de las alturas.
Los ajos, de gran tamaño, tenían un aspecto estupendo, y las calabazas, enteras y enormes, invitaban a llevarse una a casa, lástima de exceso de equipaje... Anunciados en varios carteles, llamaban la atención los puestos de venta de caracoles, pero no vimos ni rastro de moluscos gasterópodos, parece ser que venían de camino.
Pero este mercado no se ciñe únicamente a la alimentación. Tras una remodelación sufrida hace unos pocos años, una buena parte de sus instalaciones se dedican a restaurante, exposiciones y eventos, y cuenta además con una gran librería en la parte superior. Allí pasamos una buena parte del tiempo, buscando lo que no pudimos encontrar durante el viaje: libros de cocina portuguesa a buen precio.
Remontándonos un poco a la historia de este mercado, la zona de la ribera, a la orilla del río Tajo, tenía gran importancia como punto de encuentro de actividades comerciales, principalmente las relacionadas con el suministro de alimentos. El primer mercado data del siglo XII, que posteriormente se trasladó a su emplazamiento actual tras el terremoto de 1755, y fue finalmente edificado en 1771.
Tras distintas tribulaciones, en 1882 se inauguró el edificio actual, que posteriormente, en 1893, se incendió y volvió a ser reconstruido aunque de manera tosca y apresurada. En el año 2001 se rehabilitó el primer piso.
Hasta el año 2000, la actividad del mercado era frenética y continuada. Durante la noche funcionaba como mercado abastecedor de productos hortofrutícolas, mercado minorista durante la mañana, y mercado de flores durante las tardes de lunes, miércoles y viernes.
Nosotros nos quedamos con ganas de más. Visitar una ciudad y poder pisar en condiciones un mercado en el que tomar el pulso al pueblo, es un placer que no me gusta dejar pasar. Tengo aún una cuenta pendiente con Lisboa que espero saldar en el futuro.
En Directo al Paladar | Comer en Lisboa En Directo al Paladar | Comer en Lisboa. Café Luso