En un fenómeno conocido en todo el mundo como “trampa para turistas” y está muy evolucionado en las ciudades con muchos visitantes, como es el caso de Florencia. Su objetivo es claro: cobrar a los turistas precios desorbitados con la seguridad de que, ni van a volver, ni se molestarán en denunciarlo. Pero la técnica tiene consecuencias para la imagen de la ciudad y, desde que las autoridades se lo están tomando en serio, no sale siempre gratis.
Como informa 'La Reppublica' (en una información que se ha hecho viral después de que la compartiera el diario británico 'The Times'), una heladería en Florencia que cobró a un turista taiwanés 25 euros por un cono de helado ha tenido que pagar una multa de 2.000 euros, después de que una inspección policial comprobara que se estaba ocultando a los turistas la verdadera lista de precios.
El turista protestó por el elevado coste del helado, pero acabó pagando, después de que el personal insistiera en que sus helados eran muy caros “porque son sabrosos”. Pero la cosa no quedó ahí (como suele ser habitual). Su guía turístico italiano llamó a la policía, quien impuso la multa después de descubrir que la lista de precios de la tienda estaba oculta a los clientes detrás del mostrador.
“Ocultar los precios es muy común y es un hábito que crea una mala impresión en todo el mundo, dado que los turistas son las principales víctimas”, ha explicado a La Repubblica el oficial de policía Elio Covino.
No es el primer escándalo
Florencia batió el año pasado el récord de turistas extranjeros, con la friolera de 14 millones de visitas, y no es la primera vez que Italia se ve inmersa en polémicas por estafas similares. En 2017, un profesor británico aseguró que se había visto obligado a pagar 514 euros por una comida después de que le sirvieran unas ostras que no había pedido y el año pasado cuatro turistas japoneses afirmaron que se les había cobrado 1.100 por una comida, pese a haber pedido solo una botella de vino.
España tampoco es ajena a este tipo de timos. Todos los años se hace viral alguna factura desorbitada, sobre todo en chiringuitos playeros. Una de las más sonadas fue la que le colaron a una pareja de turistas en un restaurante de Formentera, que les clavó 153 euros por un pescado al horno para dos en una comida, por lo demás nada suntuosa, que acabó costando 337,35 euros. El pescado no tenía un precio fijo en la carta, pues era según mercado: 153 euros el kilo, en un pescado que los turistas, aseguran, no pesaba eso ni de broma.
Imágenes | Pexels/Pixabay
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