La más pequeña de las islas pobladas de Baleares es ideal para una escapada en primavera
Se puede ver en solo 24 horas si te quieres ahorrar el alojamiento
Islotes aparte, Formentera es, de largo, la más pequeña de las Islas Baleares. Muy cercana a Ibiza, con la que comparte geografía, meteorología y tradiciones, es la única de las cuatro islas pobladas de Baleares que no cuenta con aeropuerto, lo que ha marcado en buena parte su desarrollo tras el boom turístico.
Lo habitual para llegar a Formentera es hacerlo en ferry desde Ibiza y, aunque en verano se pone también hasta arriba, no hay un turismo de sol y playa tan masivo como en las islas vecinas. Apenas hay discotecas, ni hoteles de doce plantas, y la isla ha fomentado un turismo de mayor nivel adquisitivo, el único que puede pagar el escaso alojamiento de una isla que se cruza de punta a punta en 30 minutos y en la que buena parte es espacio natural protegido.
Formentera es un destino ideal, sobre todo a finales de verano y primavera, para disfrutar de unos días de relax, en unas playas súper bien cuidadas que da gusto ver. Pero si el presupuesto es ajustado, también puede visitarse en un solo día, yendo y viniendo de Ibiza.
Sea cual sea tu plan, este es el día perfecto en la isla. Cuenta, eso sí, que para moverte por ella lo mejor es alquilar moto o coche. Hay también autobuses de línea, pero no te cundirá igual el tiempo. Ten en cuenta, además, que en temporada alta hay atascos y no es fácil aparcar en los puntos más turísticos. En primavera, cuando la visitamos, no hay nada masificado, pero en verano, cuentan los locales, la cosa se pone hasta arriba.
Mañana: un paseo de faro a faro
Para que te cunda el día, sobre todo si vas en verano, lo ideal es llegar a la isla a primera hora de la mañana. Disfrutarás así de un agradable viaje de Ibiza a Formentera, que dura una media hora, pudiendo estar en cubierta sin achicharrarte.
Tras llegar al puerto de La Savina, recoge tu coche o moto –que es mejor reservar con antelación– y dirígete sin dilación hacia el Cabo de Barbería –Cap de Barbaria, en balear–. Este es el punto más meridional de la isla y, también, el más concurrido.
Su faro es de los más modernos de la isla y no tiene nada de especial –su construcción es la típica de la década de 1970–, pero se hizo famoso dada su aparición en la película Lucía y el Sexo y lo cierto es que merece la pena visitarlo, aunque sea solo por su entorno virgen y los acantilados que lo circundan.
Desde hace unos años, aunque hay una carretera que llega hasta el mismo faro, el acceso en coche se corta a casi dos kilómetros de distancia, donde hay que aparcar obligatoriamente. Es un paseo de unos 20 minutos, agradable si hace buen tiempo, pero que puede ser un infierno si está el sol en lo alto, pues no hay una sola sombra. Lo mejor es recorrer el paseo a primera hora del día, para evitar las aglomeraciones y, además, achicharrarse.
Junto al faro, no olvides bajar por una escalera que lleva a una pequeña cueva que da a los acantilados y, en el camino de vuelta, visitar la torre del Cabo de Barbaria, una fortificación defensiva construida en el siglo XVIII para defender a Formentera de los ataques piratas. Desde allí caminamos de vuelta al coche y nos dirigimos a la otra punta de la isla: el faro de la Mola.
Aunque vamos a cruzar la isla de punta a punta, en coche hablamos de solo media hora, por la carretera principal de la isla. Se trata de un trayecto precioso, que pasa por las principales poblaciones de la isla.
De camino al faro de la Mola merece la pena detenerse en San Francisco Javier (Sant Francesc de Formentera), la capital de la isla, y la única población que conserva un pequeño casco histórico, del siglo XVIII, por el que merece la pena darse un paseo.
De camino al extremo este de la isla, ascenderemos desde el mar hasta el altiplano de la Mola, donde se encuentra el punto más alto de la isla, a 192 m sobre el mar. Merece la pena detenerse en el restaurante El Mirador, aunque no tomemos nada, solo para observar desde lo alto toda la isla.
Desde allí seguimos hasta el faro de la Mola, uno de los puntos más espectaculares de Formentera, situado en un acantilado a más de 100 m sobre el mar. Dentro del faro hay un pequeño museo, a modo de centro de interpretación de la isla, que no tiene nada especial y cuya entrada vale 4,5 euros. Es totalmente prescindible.
Desde allí, volvemos por dónde hemos venido y vamos a visitar el pequeñísimo pueblo de Es Caló de Sant Agustí, un enclave pesquero, reformado hasta parecer casi una población recién edificada, pero que es muy agradable para tomarse una caña. Allí está el restaurante Can Rafalet, uno de los preferidos por los locales para comer pescado, pero si quieres algo más auténtico, lo mejor es dirigirse al pueblo de Sant Ferran de Ses Roques y visitar Can Forn.
Comida en Can Forn
Can Forn es el único restaurante de Formentera que sigue preparando platos ultralocales de Formentera, que se han perdido en el resto de cartas, orientadas sobre todo a agradar al público guiri.
Aquí podremos probar platos como la ensalada pagesa –una suerte de ensalada campera a la que se añade pescado salado casero– o el excelso palomo con col, una paloma torcaz rellena de un sofrito de sobrasada y pasas que, a su vez, se envuelve en una col y se guisa con verduras. Brutal.
Tarde de playa en Ses Illetes
Después del pedazo comida que nos hemos pegado en Can Forn, nada mejor que ir a relajarse a la playa y, si solo estás un día, es impeninable visitar la que está considerada como una de las mejores playas de Formentera, en particular, y las Islas Baleares, en general.
Ses Illetes es la más conocida de las playas ubicadas en el parque natural de las Salinas, un espacio protegido que tiene el acceso controlado en coche –hay que pagar cuatro euros–, pero que merece mucho la pena visitar.
En temporada alta, dicen, se llena de yates, pero merece la pena darse un baño en sus playas cristalinas y pasear por su arena blanca.
Puesta de sol y cena en Cala Saona
Después de la tarde de playa, cogemos de nuevo el coche y nos dirigimos a Cala Saona, el punto más occidental de la isla y, por tanto, uno de los mejores lugares en los que disfrutar de la puesta de sol.
Si llegamos a tiempo, este es otro buen sitio en el que darse un baño y cuenta, además, con uno de los mejores restaurantes de la isla, Sol Post, uno de los pocos restaurantes de alta cocina de la isla, que apuesta por un perfil más gastronómico. El menú es largo, así que solo podemos disfrutar de él si nos quedamos a dormir.
Si tenemos que coger el ferry de vuelta –los últimos suelen salir a media noche–, también podemos cenar en el chiringuito Sol, donde podemos probar, por ejemplo, su estupendo calamar antichuchado o alguno de sus ricos platos de pescado, a pie de playa. Será la puntilla a un día en Formentera perfecto.
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