Dynamit: el restaurante noruego de Málaga que necesitaba la creciente comunidad escandinava (y disfrutamos el resto)

Si en Málaga existe un kilómetro cero para los miles de turistas que visitan diariamente la ciudad puede situarse en la Plaza de la Merced, más concretamente en la escultura de Picasso sentado en uno de los bancos de esta plaza. Málaga, su oferta cultural y gastronómica finaliza en esa última parada junto a la estatua del pintor malagueño. Todo lo que ocurre en las calles de detrás de la escultura del artista desaparece del circuito turístico para conservar el carácter más auténtico de la ciudad, donde los malagueños de a pie compran el pan a diario.

En éste límite entre la Málaga turistificada y la de los vecinos del barrio de Las Lagunillas se encuentra Dynamit, un pequeño bistró nórdico que pone el punto de distinción en la oferta gastronómica de la ciudad. Una apuesta que dinamita y da un paso más hacia la diversidad culinaria que en los últimos años se ha instalado en la capital de la Costa del Sol, huyendo de la tapa rápida y el pescaíto frito.

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Con la idea de dar a conocer la tradición de la cocina nórdica en una ciudad donde la comunidad escandinava crece de una forma imparable, Dynamit abrió sus puertas en febrero de 2020 de la mano de la cocinera Dilan Leijon y el jefe de sala Devrim Varhos, ambos con un pasado notable en el mundo de la hostelería en Suecia. Afortunadamente, han sobrevivido a un primer año marcado por la pandemia hasta situarse, dos años después, entre los restaurantes recomendados de la Guía Repsol 2022. “El primer año nuestras mesas estaban vacías. Hoy tenemos reservas completas para dos semanas”, cuenta Dilan en un marcado spanglish entre que sirve plato y plato.

Los propietarios de Dynamit, Dylan, jefe de sala y Devrim, al mando de los fogones.

Además del tesón y los años de experiencia del equipo, el éxito de este local recae en la sutileza de una carta viva que cambia casi semanalmente, donde se encuentran referencias escandinavas sin dejar de lado un notable guiño a los productos de cercanía que evocan al sur. El respeto a la cocina nórdica, con el uso de la mantequilla como base de los platos, juega a la perfección con alimentos frescos y de mercado como los pescados y verduras que aparecen de forma notable en la carta.

Bocados para compartir como los crisps con salsa de cebollino, limón, eneldo nata agria y huevas de pescado proponen empezar el festín en la península escandinava y continuar con entradas más sureñas como el alegre tartar de atún con mayonesa de Sriracha y frescos brotes con pepino. Punto y aparte es el tortellini wonton relleno de ricotta y espinacas coronado por avellanas, puerros y parmesano con una salsa de mantequilla dorada que invita a querer repetir. No se lo pierdan si lo pillan en la carta.

Tartar de atún, mayonesa de Sriracha, limón, cebolla frita, ensalada de pepino, chile, daikon y semilla de sésamo.

Los principales tienen el tamaño perfecto para compartir, dando la posibilidad, si se va en grupo, de probar los cuatro platos que completan esta carta breve pero muy creativa. Como opción vegetariana, ofrecen un risotto de guisantes verdes, espárragos, shiitake, hongos ostra con queso de cabra y pistacho, en la que el arroz podría mejorar el punto de cocción. Por su parte, el pescado, un bacalao Skrei con panceta, espárragos blancos, coliflor y, una vez más salsa de mantequilla, se sirve en un punto de cocinado perfecto que favorece lo delicado del producto.

Dos carnes completan la carta, un sabroso lomo de cordero a baja temperatura, con varias verduras crujientes, avellanas y salsa Gravy; y la pluma ibérica con apio nabo, manzana frita, puré de patata y col con salsa de setas. Ambos platos con un sabor contundente en el que se aprecia el toque nórdico en el aderezo del producto.

Lomo de cordero, patatas trituradas, cebolletas, zanahorias, espárragos, cebollas verdes, avellanas y salsa de Gravy.

Lo brillante de este restaurante se hace esperar hasta el último pase, los postres, en los que resalta la suavidad de los dulces escandinavos con baja proporción de azúcar. Desde una opción más exótica como piña y mango con crumble de coco, merengue de coco y helado de plátano, hasta la tradicional crème brulée francesa o el pastel de vainilla con helado de pistacho, nueces confitadas, ron y crumble. Todos muy recomendables.

Pastel de vainilla, helado de pistachos, nueces confitadas, ron, crumble, salsa de caramelo.

No tan notable como los postres es la carta de vinos, con varias referencias muy tradicionales tanto en espumosos, blancos, rosados y tintos. Nada destacable. Un punto a favor es su apuesta por los vinos dulces, como el moscatel tan característico de Málaga. Como curiosidad y contrapartida al vino de la zona, la carta ofrece una selección de cócteles nórdicos entre los que se encuentran el 'Acid Lindgreen', ‘Elderflower sour’ o el ‘The long Swede’, que cierran el círculo de este pedacito escandinavo en la capital de la Costa del Sol.

La carta ofrece una selección de cócteles de referencias nórdicas como es Acid Lindgreen

Datos prácticos
Dónde: Calle Merced, 4. Málaga.
Precio medio: 30/35 euros.
Reservas: 744 613 095.
Horarios: de martes a sábados de 18h-24h.

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