Seguro que habéis vivido una situación similar: estás comiendo con los amigos y, en cuanto llega un plato a la mesa, todos sacan su móvil para hacerle una foto, o incluso varias, hasta que encuentran el encuadre perfecto. Luego se pasan un rato retocando la foto o escogiendo el mejor filtro y publicándola en Instagram, Twitter y Facebook.
Hasta ahora, pensábamos que el móvil afectaba a nuestra experiencia y a la de nuestros acompañantes, disminuyendo la conversación y distrayéndonos de cuando en cuando. De hecho, algunos restaurantes en Nueva York prohíben tomar fotos de sus platos, y otros ofrecen descuentos por dejar el móvil fuera. Sin embargo, hoy vamos a reflexionar cómo puede nuestro smartphone ser responsable de que el servicio de un restaurante nos parezca lento.
Un peculiar estudio revela que el móvil es culpable del servicio lento
El caso es que hace unos días, apareció en el Craiglist de Nueva York (una web de anuncios clasificados y foros) un escrito de un restaurante neoyorquino que decía haber encontrado el motivo por el cual cada vez recibían malas valoraciones en internet sobre la lentitud del servicio o la dificultad para conseguir una mesa.
No se trataba de que los camareros o los cocineros estuvieran peor formados, o que se hubiera reducido su número, pues mantenían una plantilla similar, ni tampoco que hubiera aumentado la afluencia de clientes. El resultado del estudio que encargaron a una consultar fue que el servicio era efectivamente más lento, pero no por culpa suya, sino por el tiempo extra que perdían sus clientes con el teléfono móvil.
Según este estudio, que fue retirado de Craiglist a los pocos días, aunque circulan capturas y transcripciones (mal) traducidas por toda la red, los clientes casi duplicaban el tiempo que pasaban en el restaurante, de poco más de una hora a casi dos horas, y esto se debía al uso del smartphone durante la comida.
A continuación os dejo un extracto resumido del estudio, que según explican, se ha basado en una comparativa de la actividad en el restaurante detectada por las cámaras de seguridad en un día de julio de 2004 y otro de 2014, ambos días con un total de 45 clientes:
En el año 2004
- Los clientes se sientan, tres piden sentarse en otra mesa
- Una vez reciben la carta, tardan ocho minutos en decidirse y pedir
- Los platos llegan una media de seis minutos después
- Sólo dos clientes piden que su comida vuelva a ser calentada
- Cuando acaban y piden la cuenta, los clientes tardan unos cinco minutos en irse
- De media, un cliente pasa una hora y cinco minutos en el restaurante
En el año 2014
- Los clientes se sientan, 18 piden sentarse en otra mesa
- Una vez reciben la carta tardan 21 minutos en pedir, aunque piden consejo al camarero para configurar la Wifi y no suelen abrir la carta hasta pasado un buen rato
- La comida llega a los seis minutos
- 26 clientes emplean tres minutos en hacer fotos de la comida, 14 se hacen fotos con la comida unos a otro y 27 piden que el camarero los haga una foto de grupo.
- 9 clientes piden que la comida vuelva a ser calentada, probablemente ya fría tras la espera fotográfica.
- Los clientes tardan 20 minutos más en pedir la cuenta, y 15 más en pagar e irse.
- De media, un cliente pasa una 1 hora y 55 minutos en el restaurante
El estudio puede ser falso, pero está lleno de verdades
Este tipo de noticias un poco sensacionalistas y de enfoque moralista, transformadas en un estudio que parece mostrar solo hechos, suelen ser "fakes" que buscan viralidad en la red, y este tiene toda la pinta de serlo de los pies a la cabeza. Pero que no exista ese restaurante o ese estudio, no quiere decir que no esté lleno de verdades.
Quizás en nuestro país no sea algo tan extendido todavía, pero cada vez es más frecuente que la comida quede interrumpida por nuestra actividad con el teléfono móvil, ya sea para hacer fotos de la comida, compartirla en redes sociales o simplemente atender a un mensaje, una llamada o alguna otra notificación.
Esto no es algo de hoy ni de ayer, sino que viene siendo un hecho desde la proliferación del teléfono móvil. Lo que pasa es que lo que antes podía considerarse mala educación, ahora está cada vez más aceptado, y a medida que pase el tiempo se irá extendiendo a más capas de la sociedad.
Como decía, aquí no es algo escandaloso, y cuando vas a un restaurante el número de personas que se dedican a hacer fotos a la comida o no sueltan el móvil para nada aún resulta anecdótico. De hecho, entre mis amigos aún me miran raro cuando lo hago, y no lo hago mucho, y solo es un show cuando nos juntamos varios bloggers gastronómicos en un restaurante, que aquello parece un photocall gastronómico.
Sin embargo, no esta mal que reflexionemos si ese es el camino que queremos seguir, si no se pierde la esencia de ir a comer fuera si en vez de disfrutar de la comida nos dedicamos a fotografiarla y compartirla en redes sociales, en vez de compartirla con quien tenemos sentado en frente. Y es que a veces parece que comemos y viajamos para contarlo, y no para vivirlo.
Imágenes | Ed Yourdon, Jason Finch y Leyla.A
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