Las alargadas vacaciones escolares de Navidad obligan a las familias a buscar actividades que hacer con los niños. Lo ideal es que les gusten a ellos, pero que tampoco resulten un bodrio para el resto de la familia.
Estando en Madrid, además, hay que tener en cuenta las multitudes: seguro que los padres que han estado durante horas en un atasco por visitar Articus volvieron a casa pensando que no fue una buena idea visitarlo.
Hoy os proponemos un plan que no está masificado, a una hora de Madrid ya sea en coche, tren o autobús: visitar el belén monumental de San Lorenzo de El Escorial.
Este enorme belén ocupa 6.000 metros cuadrados por todo el centro histórico del conocido pueblo de la sierra madrileña, justo enfrente del Real Monasterio que constituye normalmente su principal atractivo turístico.
Pero a diferencia del complejo monacal y palaciego, Patrimonio de la Humanidad, no estamos ante un monumento que se caracterice por su clasicismo, sino más bien por su concepción poco ortodoxa de la tradición belenista.
Un Belén realmente popular
El belén monumental de San Lorenzo de El Escorial comenzó su andadura hace 26 años, cuando un grupo de vecinos de la localidad, capitaneados por el escultor autodidacta Mariano Blázquez “Pardito”, comenzó a construir figuras de tamaño real que tomaron las calles y las plazas del centro histórico.
La obra se ha ido ampliando a lo largo de los años y actualmente cuenta con alrededor de 500 figuras a tamaño real, en las que trabajan más de 40 voluntarios, junto a personal municipal. Este mismo año ha sido declarado Fiesta de Interés Turístico Regional.
El belén trata de recrear una aldea palestina de la época, aunque se toma todo tipo de licencias. Ni la recreación histórica fidedigna ni el realismo de las figuras están entre los objetivos de un belén que, quizás por ello, resulta especialmente divertido.
Vamos a encontrar todo tipo de animales, incluidos jirafas, gorilas, panteras o tigres; y aldeanos de lo más pintoresco haciendo las más curiosas actividades: desde hacer un asado a asistir el parto de una vaca. También hay todo tipo de legionarios y gladiadores romanos y hasta una fuente con flamencos.
Las figuras, fabricadas con un armazón de madera, pasta de papel pintada y tela, están vestidas con ropas donadas por gente del pueblo, y, aunque se van restaurante poco a poco, siguen teniendo ese aire amateur que las hace tan especiales.
Pasear y comer en El Escorial
Es fácil estar paseando una hora por el Belén, que, claro está es gratuito. Después, se puede aprovechar para visitar el Monasterio de El Escorial o dar un paseo por la zona: si se va con niños pequeños es recomendable la senda La Horizontal, que bordea el pueblo a las faldas del monte Abantos y debe su nombre a que apenas tiene desnivel.
San Lorenzo de El Escorial cuenta, además, con una excelente oferta gastronómica, con restaurantes como Charolés, donde probar –lunes, miércoles o viernes– uno de los mejores cocidos madrileños; el mício Cafetín Croché, una cafetería de estilo parisino con una interesante carta de cócteles; y, claro está, el estrella Michelin Montía.
Los amantes de la gastronomía que viajen con niños, no obstante, quizás prefieran visitar Luz de Lumbre: el nuevo restaurante que Catalin Lupu, conocido cocinero de La Taberna de Elia, ha abierto en las afueras del pueblo. Allí, además de probar sus famosos chuletones, tenemos una carta con pizzas y todo tipo de opciones para niños.
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