En La Rioja todo gira en torno al vino: está en la franja roja de su bandera y hasta en los adoquines de las aceras de Logroño, en forma de racimo. Por supuesto, hay quien sale a alternar pidiendo cañas o cortos, pero lo normal es escuchar “un crianza”, algo menos “un blanco”, pero nunca “un Rioja”. Eso se da por supuesto.
Con tanta pasión por el vino, no es de extrañar que Logroño sea una ciudad famosa por sus bares, articulados en torno a la famosísima calle Laurel, pero también a la menos concurrida y más local calle San Juan.
Pese a las hordas de turistas y grupos de despedidas de soltero que asolan Logroño todos los fines de semana, la ciudad ha sabido conservar la identidad de sus tabernas, algunas antiquísimas y por lo general minúsculas, que tienen una idiosincrasia bastante particular en cuanto al modo de tapear.
Al igual que en el vecino País Vasco, en Logroño se sale de pinchos y, por lo general, nunca se toma más de una consumición por bar: la idea es ir pasando de un local a otro, sin extenderse demasiado en ninguno. Esto provoca que los bares se hayan especializado en solo uno o dos pinchos, que son los que todo el mundo va a tomar. Tampoco se suelen servir raciones o bocadillos, aunque muchos de los pinchos son lo suficientemente grandes como para que en cualquier otro lugar de España fueran considerados como tal.
Como en cualquier ciudad turística, en Logroño hay bares en los que es mejor no meter un pie, pero la ciudad ha conseguido mantener un buen nivel general gracias a bares de toda la vida que siguen al pie del cañón y otros, nuevos, que han hecho las cosas bien, incluso con cocinas que nada tienen que ver con La Rioja. Sí, también hay buenos pinchos de sushi o tacos.
Esta es una selección de algunos de los mejores pinchos de Logroño, pero hay tantos bares buenos en la ciudad que nos vemos obligados a publicar el reportaje en dos volúmenes. O más.
Las bravas del Jubera
Al Bar Jubera, fundado en 1980, se va siempre a tomar sus famosas patatas bravas, que se sirven al estilo del noreste, con mayonesa y una riquísima salsa brava, elaborada con tomate y alegrías riojanas. De corte clásico, la patata va cocida y luego frita y se sirve junto a las salsas en cuenco de barro. Lo único que se puede elegir, aparte de la bebida, es si las quieres picantes o no picantes. Tienen un precio de 3,70 euros.
Calle del Laurel, 18.
Los champis del Soriano
Los champis del Bar Soriano son uno de los pinchos más famosos de Logroño. Y no es para menos. Desde 1972 el bar despacha champiñones frescos, del día, como si no hubiera un mañana. Se cocinan al momento a la plancha con su “salsa especial” y se sirven ensartados en un pincho, con una gamba, sobre una rodaja de pan. Un pincho mítico que, además, sigue manteniendo precios populares: cuesta solo 1,50 euros.
Travesía del Laurel, 2.
El matrimonio del Blanco y Negro
Aunque está reformado recientemente, el Blanco y Negro es uno de los bares más antiguos de Logroño. Lleva funcionando como taberna, y en manos de la misma familia, desde finales del siglo XIX, cuando el ayuntamiento de la época decidió abrir la actual Travesía del Laurel desde Bretón de los Herreros para dar permeabilidad al Casco Antiguo.
Aunque el bar tiene más opciones, lo más típico del Blanco y Negro es su matrimonio: un monumental bocatín de anchoa, boquerón en vinagre y pimiento verde frito. Tiene un precio de 3 euros.
Travesía del Laurel, 1.
Los pinchos morunos del Tío Agus
El Tío Agus, Bar Lorenzo, es otro súper clásico de Logroño, con casi cuarenta años a sus espaldas. Aunque tienen otros pinchos, como chistorra o salchichón, aquí se viene siempre a comer sus famosos pinchos morunos, que se pueden pedir solos o, mucho mejor, en bocata y acompañados de la salsa secreta de la abuela Damiana: el famoso pincho Tío Agus. La unidad cuesta dos euros y está buenísimo.
Travesía del Laurel, 4.
La tabla de quesos de La casa de los quesos
Los más futboleros recordarán seguro al gran Tato Abadía, mítico jugador, oriundo de Binéfar (Huesca), que militó en el Atlético de Madrid, la SD Compostela y el CD Logroñés, ciudad en la que se acabó asentando.
Será el propio Abadía, que conserva su sempiterno bigote, el que te atenderá seguro en La casa de los quesos, una tienda especializada que cuenta con una pequeña barra en la que sirve degustaciones cambiantes de quesos de todo el mundo. La tabla con cuatro quesos y un crianza tiene un precio de 4,5 euros por persona. Merece mucho la pena para disfrutar entre pinchos o como postre.
Calle San Agustín, 2.
Las rabas de monte de la Segunda Taberna
Cambiamos ahora a la segunda calle de tapas más famosa de Logroño, la calle San Juan, que es mejor opción que Laurel en los fines de semana en los que haya demasiados turistas.
La Segunda Taberna es un bar con bastantes pinchos apetecibles que trabaja, además, con setas de temporada, pero su gran éxito son las rabas de monte, elaboradas con setas shiitake perfectamente rebozadas. Aunque en Logroño llaman a todo pincho aquí estamos ante una ración en toda regla, a un precio muy comedido de 7,50 euros.
Calle de San Juan, 9.
El crujiente de careta de La Tavina
Terminamos el primer volumen de nuestro especial sobre los mejores pinchos de Logroño con uno de los bares modernos de Laurel que se han hecho más conocidos: La Tavina. Con un estilo más vasco, La Tavina es un bar de pinchos con muchas opciones, pero la más famosa de largo es su crujiente de careta de cerdo, que ha sido alabado incluso por Ferran Adrià, fan confeso del mismo.
Se trata de una fina lámina de careta de cerdo que se obtiene tras cocer, prensar y congelar al interfecto. Una vez tienen el fiambre, se cocina hasta que queda muy crujiente y se sirve con unas escamas de sal. La verdad es que prefiero la jeta al estilo salmantino, y me pareció que estaba demasiado salada, pero tiene muchos seguidores y es cierto que merece la pena probarla, máxime teniendo en cuenta que cuesta solo 2,10 euros.
Calle de Laurel, 2.
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