¿Sorprendido? Ya nos imaginamos, porque es normal que te llame la atención que sea en la zona de interior donde podamos disfrutar de la mejor versión de una especie que vive en el mar (a unos 95 kilómetros de distancia). Pero las cosas son así, y no es que estemos hablando precisamente de un hallazgo reciente, ni mucho menos, ya que esta historia que te traemos hoy data del siglo XII. Ahí es nada.
Sobra decir que si pasas por Galicia, no es que no te puedas ir sin probar el pulpo, es que tienes que que hacer todo lo posible por hacerte una ruta que te permita disfrutar de las diferentes formas de cocinarlo que existen, pero de eso ya hablaremos en otro momento. Ahora toca enfriar el vino, tener localizados los palillos y, por supuesto, hacerse con el mejor pan posible. Ya lo decía el escritor Álvaro Cunqueiro: “el pulpo quiere ser comido a la sombra en verano, con un buen pedazo de pan para rebañar en el plato”.
Al polbo te convertirás
A pesar de podemos gozar a lo grande con el pulpo que bordan prácticamente en toda Galicia y de las maravillas con carácter autóctono que preparan en lugares como Bueu (ojo a su imperdible tortilla de pulpo), cuando hablamos de pulpo a feira lo suyo es que nos desplacemos hacia el interior para tener una experiencia mayúscula.
Y aquí es cuando aparecen nombres como Aguiño, donde no puedes dejar de visitar esos mercados en los que encontrarás ejemplares de pulpo espectaculares y en cuyos alrededores hay varios locales agasajando al personal con este producto.
Mención aparte merecen O Carballiño (Ourense) y Melide (La Coruña), donde dicen que se factura el mejor pulpo del interior de Galicia. Hablamos de dos lugares situados a 100 y 90 kilómetros de la capital compostelana, respectivamente. Y allí lo que manda es la tradición, por eso el pulpo se cuece en ollas gastadas, y las pulpeiras, cada vez más valoradas dentro de nuestra gastronomía, son todo un emblema.
Galicia interior:Lugo y ourense (guias camino verde)
Pero para descubrir el motivo que nos lleva a afirmar que aquí se come el mejor polbo a feira, que se sirve exclusivamente en plato de madera y va cortado en rodajas aderezadas con sal gorda, pimentón y un chorreón de aceite de oliva (si lo acompañas de patata cocida es pulpo a la gallega), tenemos que tirar de hemeroteca y viajar hasta el siglo XII. Concretamente, nos vamos a acercar al también orensano Monasterio de Santa María de la Real de Oseira. ¿Te unes a la expedición?
Galicia era una feira
Como en toda buena historia necesitamos un protagonista, que en este caso se llama Diego Arias y es un soldado al que, por su gestas en la batalla, le condecoraron con el coto de Marín, donde vivió hasta que su mujer falleció. Fue entonces cuando decidió refugiarse en el Monasterio de Oseira para hacerse monje y vivir allí hasta que le llegara su hora.
Y ahora es cuando aparece el segundo protagonista del relato, el pulpo. Ya que este cefalópodo se convirtió en parte del pago comercial que hacía la gente de Marín a los monjes, que ahora eran los propietarios de ese coto de Marín que les había dejado Arias en herencia. Ten en cuenta que en aquella época no era raro eso de pagar, además de con dinero, con algunas especies del mar de la zona. Y de entre todas ellas el pulpo tenía la ventaja de que era fácil de transportar y conservar, labor que ejercían, gracias a sus carros, los arrieros de la comarca de O Carballiño.
El caso es que, debido a la abundancia de este producto, los monjes decidieron repartir el género entre los feligreses, lo que terminó provocando que algo tan de mar como el pulpo se terminase convirtiendo en un producto de interior. En aquella época eran los propios vecinos de O Carballiño quienes se encargaban de limpiar y secar el pulpo antes de ponerlo a la venta. Y aunque no eran conscientes, fueron los precursores de lo que hoy sigue siendo una tradición en esta villa orensana.
Te puedes imaginar que con el tiempo este alimento adquirió una relevancia importante entre la población, que también aprovechaba las ferias de ganado para dar salida a los pulpos. Y precisamente de ahí viene el nombre de su famoso pulpo a feira. No obstante, hubo que esperar hasta 1964 para ver la celebración de la primera fiesta del pulpo, que es cuando se crea la figura del pulpeiro (y la pulpeira).
Hablamos de un plato que forma parte de la gastronomía ferial de interior, no de la costa. Como curiosidad, señalar que en la actualidad el pulpo sigue siendo una de las recompensas que reciben aquellos peregrinos del Camino de Santiago que deciden realizar el Camino Francés con parada en Melide. De hecho, se dice que una de las exigencias que ha de cumplir todo caminante a Santiago es saborear un plato de pulpo en Melide.
Y ya puestos a hablar de exigencias, qué mejor momento para hablar de esos platos de madera que sirven de soporte para estas generosas raciones de pulpo a feira. Pues, su uso también se remonta al origen de la receta, ya que por aquel entonces las pulpeiras tenían que viajar de pueblo en pueblo subidas en carros tirados por animales. Y digamos que no eran caminos que estuvieran precisamente bien asfaltados, así que lo más seguro era usar este plato resistente a golpes de todo tipo. Con el tiempo también nos daríamos cuenta de que son los mejores porque absorben el agua y dejan sólo el aceite de oliva en la superficie.
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