La provincia de Soria no ha sido nunca un destino especialmente turístico, pero ya hace años que los visitantes han descubierto los encantos de un región que aúna como pocas patrimonio, naturaleza y, cada vez más, gastronomía.
Hoy os proponemos una escapada perfecta de fin de semana para conocer el Parque Natural del Cañon del Río Lobos, el Burgo de Osma (uno de los pueblos más bonitos de España) y otros destinos como San Esteban de Gormaz, el castillo de Gormaz o la ermita de San Baudelio.
Pero un viaje no es un viaje si no disfrutamos, también, de la comida típica de la zona. Y hoy viajamos al epicentro de los torreznos, el asado y las setas.
Día 1: de excursión para hartarse a torreznos
Mañana: el cañón del río Lobos
Nuestro viaje comienza a primera hora de la mañana en el Cañón del Río Lobos, un precioso espacio natural que, por desgracia, suele estar repleto de turistas.
La mayoría de los visitantes se contentan con realizar el pequeño paseo de un kilómetro que va del parking del parque a la ermita de San Bartolomé, una preciosa capilla románica del silo XIII vinculada a los templarios y rodeada de parafernalia esotérica. Pero lo mejor es adentrarse en el cañón, y disfrutar con su vegetación y sus numerosas colonias de buitres.
Si se dispone de dos coches lo ideal es recorrer el cañón desde la ermita al Puente de los Siete Ojos, que está en la carretera provincial SO-934, que une San Leonardo de Yagüe con Santa María de las Hoyas. Es un paseo de 9 km, perfecto para hacer hambre y muy agradable incluso en pleno verano, pues está repleto de sombras.
Comida: la Parrilla de San Bartolo o La Lobita
Tras visitar el cañón, nada mejor que parar a comer en Ucero, el pueblo más cercano a la entrada del parque, que cuenta con dos restaurantes que merece la pena visitar.
La parrilla de San Bartolo –más conocido en la zona por su antiguo nombre, La Roca– es un asador de los de toda la vida, con parrilla de leña, en el que se come de maravilla y muy bien de precio. La carta lleva décadas sin cambiarse y no le hace ninguna falta renovarse. Obligatorio pedir los chipirones a la plancha, los pimientos rellenos de bacalao y, para terminar, cualquier carne a la brasa. Entre los postres, me pirra la mousse de limón. Si no hay sitio, otra opción es El Balcón del Cañón, que tiene una carta parecida.
También cerca del cañón del río lobos, a solo 11 km si acabamos nuestra excursión en el Puente de los siete ojos, está el pueblo de Navaleno, donde está el primer restaurante con estrella Michelin de la provincia de Soria: La Lobita. Si vamos más holgados de presupuesto, este restaurante es de visita obligada. Aunque es famoso por sus setas de temporada, el menú de degustación (77,50€) también es fantástico en verano y en el no faltan los hongos, gracias a diferentes técnicas de conservación.
Tarde: el Burgo de Osma
Después de comer, hay que dejar algo de fuerzas para visitar El Burgo de Osma, el pueblo más grande de la zona, que atesora una de las mejores catedrales góticas de España, de visita obligada.
Si nos sobra tiempo, se puede visitar también el yacimiento arqueológico de Uxama, una antigua ciudad celtíbero-romana, a las afueras del pueblo. Pero lo importante es acabar el día paseando tranquilamente por su centro histórico, pequeño, pero muy bonito, para acabar el día tomando algo.
Si está abierta la panadería Manrique, es recomendable comprar unas tortas de chicharrones, de las mejores que he probado nunca.
Cena: los mejores torreznos del mundo
Dado que, probablemente, vuestra comida ha sido copiosa, lo mejor es cenar de picoteo por los bares del Burgo, que han mejorado mucho últimamente.
Obligatorio visitar El Círculo y Arevacos, donde sirven los mejores torreznos del mundo, algo sobre lo que no hay discusión. Allí también podéis tomar otras tapas, como una fantástica morcilla, careta, croquetas, y todo tipo de pinchos muy apetecibles.
Para los amantes de la cerveza artesana, también es recomendable visitar el bar Alquimia de Arevaka, donde se sirven varias creaciones locales en barril.
Día 2: Soria, tierra fronteriza
Mañana: Gormaz, Berlanga y San Baudelio
Por la mañana, mejor antes de que pegue mucho el sol, nos dirigimos al castillo de Gormaz, una fortaleza musulmana del siglo IX que llegó a ser la fortaleza europea más grande de su época. Actualmente, solo se conserva el perímetro exterior, pero su situación, en lo alto de una colina, ofrece unas vistas incomparables.
Tras descender del castillo nos dirigimos a San Baudelio de Berlanga, una de las ermitas mozárabes mejor conservadas del mundo.
Sus pinturas murales están entre las más antiguas de España y fueron víctimas de un expolio que acabó con algunas de ellas expuestas en el Museo Metropolitano de Nueva York. Algunas de las recuperadas por España se pueden ver en el Museo del Prado, pero en la propia ermita, se mantienen algunas de las que no se llevaron y son impresionantes.
Vista la ermita, ponemos rumbo a Berlanga de Duero, para disfrutar de su castillo, su centro histórico y su colegiata, donde podremos ver un caimán disecado que Fray Tomás de Berlanga se trajo de las islas Galápagos.
Comida: Casa Vallecas
Después de tomar una caña por Berlanga (quizás un torrezno), es obligatorio ir a comer en Casa Vallecas, uno de los mejores restaurantes de la zona, que cuelga ya un un sol Repsol. En temporada de setas se vuelca en la cocina micológica, pero fuera de estas se come estupendamente. Tienen un menú degustación de 60 euros –gochísimo– y una carta en la que destacan los asados y los platos de caza.
Tarde: Calatañazor, San Esteban o Almazán
Para finalizar nuestro viaje tenemos varias opciones. Si nos dirigimos al norte, lo ideal es visitar Calatañazor, el pueblo donde, cuenta la leyenda, Almanzor perdió su tambor: un precioso pueblo medieval, que en Francia tendría colas y colas de visitantes, pero en Soria se puede visitar casi en solitario.
Si nos marchamos a través de la A-2, merece la pena visitar Almazán, junto al Burgo, el otro pueblo grande de la provincia, que cuenta con una preciosa plaza mayor donde destaca la Iglesia de San Miguel, una de las joyas del románico soriano. Es, además, un pueblo con una gran tradición pastelera: obligatorio llevarse de vuelta una costrada, unas yemas o sus famosas paciencias en alguna de sus tres míticas pastelerías: Almarza, Yemas González y Yemas Gil.
Por último, si venimos de Madrid, lo mejor es acabar el viaje en San Esteban de Gormaz, otro magnífico pueblo de origen medieval, que tiene dos joyas del románico de la zona: las iglesias de San Miguel y la Virgen del Rivero. Si nos queda tiempo, podemos quedarnos a cenar en El Bomba, un restaurante con magníficas perdices escabechadas y estofadas.
Imágenes | Turismo Castilla y León/Wikicommons
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