No os dejéis engañar por la pinta de bar de barrio que tiene el local a la entrada (tampoco es que tenga nada de malo eso, vaya por delante) ni os dejéis llevar porque a la decoración, y sobre todo a la iluminación, le falte una puesta a punto.
En este pequeño salón segoviano, en el Restaurante Maracaibo, tenemos el banquete servido. Por 50 euros el menú degustación te hará rebosar de satisfacción.
Tres entrantes de entre los que destacan las setas con foie y trufa negra rayada, un pescado tan sabroso como el esturión de Riotinto y un par de carnes como el venado y la terrina de pié de cerdo bastan para dejarnos agusto. No sólo en cuanto a la cantidad, sino también valorando la calidad del producto, los perfectos puntos de cocción y la búsqueda de un punto de creatividad que tradicionalmente se ha echado de menos en una cocina castellana que ya no es, afortunadamente, lo que era.
Y es que Segovia ya no es sólo cochinillo ni Castilla-León asado y horno de leña, sino que florecen los locales con ganas de sacar partido a una cocina que está ahí, pidiendo a gritos, que se la salve de la vulgaridad y la ortodoxia
Una mayor gracia en los postres es casi el único pero reprochable a este restaurante (junto con la decoración), cálido en el servicio y en el trato al cliente.
Culmina la oferta una fabulosa carta de vinos no ya sólo por sus más de 150 referencias sino por esconder entre sus hojas joyas como el Viña Sastre en todas sus variantes, siendo excepcional ya el más barato, el Pago Santa Cruz 2001, llamado a protagonizar por sí solo un artículo.
Un buen lugar que visitar encuadrado en una ciudad monumental y preciosa, tranquila y acogedora como es Segovia.
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