Todo en Logroño gira en torno al vino: las bodegas, los pinchos de la calle Laurel, las doscientasmil despedidas de soltero… Pero hace ya un tiempo que la capital de La Rioja está pisando con fuerza además en el panorama puramente gastronómico.
A la estrella que lucía desde el pasado año Kiro Sushi –uno de los pocos restaurantes japoneses de España que luce macaron– se ha unido este año la concedida a Ikaro, uno de los restaurantes revelación de la temporada, que estamos deseando probar (tiempo al tiempo).
Pero en un rango menor de precio encontramos una de las apuestas más interesantes de la ciudad, que viene de la mano del maestro por excelencia de la cocina riojana: Francis Paniego.
El veterano cocinero, hijo de la simpar Marisa Sánchez, ostenta dos estrellas en El Portal de Echaurren, y otra como asesor del restaurante de las bodegas Marqués de Riscal. En Logroño apostó, no obstante, por un modelo de restaurante mucho más informal y asequible, que quizás nunca consiga una estrella, pero desde su apertura en 2011 funciona como un tiro: el restaurante Tondeluna.
La propuesta mezcla alguno de los platos emblemáticos de Echaurren –como las famosísimas croquetas de Marisa, que están de morirse–, con platos muy riojanos y propuestas de temporada, más o menos clásicas, pero siempre con un toque moderno.
En la carta, los principales rondan los 20 euros, y los entrantes van de los 10 a los 15, pero lo verdaderamente interesante es su menú Compartir, para dos personas, que por 60 euros incluye las famosas croquetas, dos entrantes y dos medios segundos, además de postre. Por 30 euros por persona (más vino, que no es caro), se come de lujo.
Una comida con más aciertos que errores
Empieza la comida con un aperitivo viejuno, pero que nunca falla: un enorme cubo de mantequilla salada, que dejan en la mesa a libre disposición de los comensales hasta que llega el primer plato. Imposible no untar pan un par de veces.
Como estaban de temporada, el camarero nos recomendó pedir primero unos espárragos blancos templados, en salsa de almendras. Aunque cuando el producto es tan bueno casi prefiero tomarlo solo con aceite y sal, hay que decir que el plato estaba logrado.
Pasamos después a un arroz seco de montaña, con setas, conejo y chorizo, una elaboración clásica de las abuelas riojanas que no tengo claro que a todas les saliera tan rico. De sabor intenso, el arroz estaba en su punto y fue uno de los platos que más nos gustó en la comida.
Para terminar optamos por un pescado y una carne. El primero una trucha curada sobre berenjenas asadas y el jugo picante de sus espinas. El pescado estaba riquísimo, muy bueno, y aunque las berenjenas no me gustaron tanto era un plato resultón en conjunto.
Lo peor con diferencia de la comida fue el San Jacobo de lengua y queso de Cameros con salsa de champiñones, que fastidió un poco la visita, máxime tratándose del último plato. La salsa no estaba rica, el queso no se notaba nada y la lengua estaba ultratiesa. Preguntados por el camarero, le dijimos que no nos había gustado y nos explicó que la lengua no había llegado buena esa semana. Digo yo que, si no estaba buena, podrían no habérnosla puesto.
Es una lástima encontrar un plato tan deficiente en un conjunto tan sobresaliente, menos mal que quedaba el postre, que nos hizo olvidar por completo este fallo. El pastel de requesón tradicional con crema inglesa estaba sencillamente espectacular.
Visita obligatoria en Logroño
Que no os despisten las malas lenguas, Tondeluna es sin duda una opción genial para comer en Logroño, sobre todo si se visita la ciudad en grupo. El restaurante solo tiene largas mesas corridas, algo muy habitual en Europa pero a lo que aún no estamos demasiado acostumbrados en España. En nuestra visita había, además, mucho niño –algo que por lo que hemos leído debe ser habitual–, por lo que es buena opción para ir en familia, no tanto en pareja.
Como aspecto positivo hay que apuntar, además, que entre los camareros que nos atendió había una chica con síndrome de Down que hizo impecablemente su trabajo, algo que es de admirar y que, por desgracia, no se ve en muchos restaurantes, donde se podría apostar más decididamente por la diversidad.
Qué pedir: indispensables las croquetas, el arroz y la tarta de requesón. No probamos las pochas, de las que hablan maravillas, así que habrá que volver.
Datos prácticos.
Dónde: Calle Muro de Francisco de la Mata, 9. Logroño.
Precio medio: En torno a 40 euros, con vino.
Reservas: 941 23 64 25. Horario: Cierra solo en cenas de domingo.
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