Un paseo por Bérgamo alto merece la pena, por sus estrechas calles empedradas, y las vistas de la ciudad y la campiña lombarda desde las imponentes murallas, herencia de los Medicis. Numerosos restaurantes y cafés nos invitan a disfrutar de la rica comida bergamasca. Abundan también las tiendas de alimentación y vinos en la localidad. En esta tranquila ciudad cercana a Milán se encuentra la salumería Mangili, una de las más afamadas de la ciudad.
Llama la atención el escaparate, lleno de productos típicos bergamascos. Pastas, vinos, quesos y embutidos me atraen de forma irresistible, no pudiendo evitar entrar a curiosear y comprar alguno de estas maravillas. Dentro encontramos numerosos pastas secas y frescas, como los casoncelli bergamascos, una especialidad local de pasta fresca rellena de carne, embutidos y queso, y que elaboran de forma artesanal.
También ofrecen platos preparados, como una deliciosa torta rústica de alcachofas, especie de pastel de masa hojaldrada y relleno de huevos, que me recuerda mucho a las quiches francesas. Abundan asimismo los embutidos locales a base de carne de cerdo, sobre todo jamones ahumados, mortadelas y panceta ahumada. Y por supuesto, los quesos, como el taleggio, robiola o el quartirolo lombardo.
Disfrutamos viendo cortar una gran pieza de queso parmesano, para la que se utiliza un cuchillo especial. También encontramos buenos arroces, como el vialone o el carnaroli, usados en los risottos. La pena es no poder probar todas estas maravillas. La próxima vez será.
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