Al restaurador Jean-Noël Fleury, del idílico Le Petit Jardin (Saint-Guilhem-le-Désert, Francia) empezó a ponerle de mal humor que sus clientes atendieran más a sus respectivos móviles que a sus compañeros de mesa o incluso que a la comida.
Y no se explicaba por qué miraban primero el plato a través de una pantalla. No era cualquier plato: buena carne a la brasa. Sin mayonesa, sin ketchup ni similares. Incluso sin bebidas azucaradas y carbonatadas "ni otros productos industriales nocivos".
Lo más curioso es que este francés lleva una década sacando tarjetas amarillas y rojas a quienes sacan el móvil en su mesa. Pero ha sido esta temporada cuando su ejemplo ha saltado a los titulares.
Prohibidas las "americanadas" en el paraíso
"Luchamos por la preservación de la parrillada tradicional al fuego de leña. ¡No a la comida rápida a la americana! ¡Sí al descubrimiento de los productos de la región!"
Con este cartel recibe el restaurante Le Petit Jardin a sus comensales, en el idílico pueblo medieval de Saint-Guilhem-le-Désert, en la Occitania francesa, a 30 minutos de Montpellier.
Su económico menú (una media de 15 euros, bebida aparte) consta de carne y embutidos procedentes de Aveyron, legumbres, verduras y pan de Gignac... salsas caseras y tradicionales para acompañar la guarnición.
Se puede pedir a voluntad, hasta que el cuerpo aguante, los platos de su parrilla al fuego: salchichas, chuletas, jamón ahumado, hamburguesas... Pero nada de mayonesa ni ketchup ni bebidas azucaradas o carbonatadas.
Sirve vino francés, zumo natural o agua. Gigantescos paneles instalados en el restaurante explican su filosofía y oferta culinaria.
Desintoxicación digital
En la última década, el dueño de Le Petit Jardin ha ido advirtiendo a sus comensales sobre las normas de su local. Además del menú típico francés tiene otra exigencia que ha causado furor: prohibido el uso constante del móvil en la mesa.
La terraza del restaurante, bajo una pérgola de hojas verdes, se alza sobre el paisaje natural de las Gargantas de Hérault a solo 20 metros del Puente del Diablo, que indudablemente piden una foto a gritos. Pero una foto y ya.
Los clientes pueden mirar la hora en el móvil o hacer esas fotos de recuerdo.
Pero cuando se sienten a la mesa, el dueño de Le Petit Jardin espera y confía en que charlarán unos con otros. Se mirarán a la cara más que a las notificaciones. A lo loco.
"Lo que quiero es romper los hábitos de la gente. Y propongo volver a lo que tradicionalmente se hace en el sur de Francia: una parrilla con buen humor", explica Jean-Noël Fleury en una entrevista a la radio francesa.
¿Y qué sucede con los clientes (normalmente jóvenes) que no atienden a sus avisos y utilizan compulsivamente el teléfono?
Que el dueño en persona se encarga de sacar tarjeta amarilla... después roja... y después tira de silbato hasta que todos los comensales miran y el abochornado cliente deja el móvil de una santa vez. La mayoría se lo toma con humor. Otros no tanto.
La última norma de Le Petit Jardin es meridianamente clara: no se admite el pago con tarjeta. "Rechazamos pagar siquiera un pequeño porcentaje de nuestras ganancias por nuestro trabajo a los bancos. Los usuarios de tarjetas bancarias pueden sacar dinero del cajero automático que hay a 450 metros", señalan en un cartel.
Quizá sea el mejor ejemplo de revolución francesa y resistencia.
Imágenes | Unsplash | Wikimedia | Google Maps | Jean Francois Morlier Facebook |
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