En Galicia decir noviembre es lo mismo que decir magostos y matanza del cerdo. Esta última se está retrasando este año debido al clima pero los magostos ya están en marcha. No hay pueblo, barrio, colegio, instituto, casas de amigos donde no se realice un magosto que es algo más que asar castañas. Se le da la importancia que antaño tenía la castaña, que fue sustituida por la patata, en los cocidos. La fama gallega de ser tierra de meigas (brujas) se manifiesta en esta celebración que pasó de ser una fiesta pagana a cristianizarla mas tarde. De ahí que aparte del efecto purificador que siempre se le da al fuego, se entiende que cada castaña comida es un alma liberada del purgatorio y que después de la fiesta, las almas vienen a calentarse con las brasas de las hogueras.
Evidentemente, dependiendo del lugar donde se realice, la forma de asar castañas varia, pero la más tradicional, y si las condiciones lo permiten, es colocar en el suelo una cama hecha a base de agujas de pino, tojo y laurel, se esparcen las castañas por encima, previamente pinchadas para que no estallen, y se vuelven a cubrir de tojos. Se enciende el fuego por la base y se van dejando hacer. La combinación perfecta es apreciarlas con una buena taza de vino (no para lo mas pequeños, claro) y en algunos sitios lo mezclan con miel.