El 80 % de la mostaza de Dijon se hace con semillas canadienses y ahora los franceses se están quedando sin su preciado condimento

Francia está viviendo una época complicada en cuanto a los problemas de abastecimiento de productos icónicos de su gastronomía, como el foie, las ancas de rana o, ahora, la apreciada mostaza. Al aumento global de la inflación hay que sumar factores medioambientales y los problemas derivados de la guerra de Ucrania, que están dejado al país con una drástica reducción de la producción de su condimento favorito.

La mostaza, entendida como producto envasado, es en realidad una salsa elaborada a partir de las semillas molidas o machacadas de la planta del mismo nombre, combinadas con otros ingredientes. Existen muchos tipos y formas de prepararla, pero la mostaza francesa, con la de Dijon a la cabeza, es la más famosa y prestigiosa del mundo, y un producto esencial en el día a día de sus habitantes.

Por eso, como señalan en The New York Times, la paulatina desaparición de sus queridos tarros en los lineales de tiendas y supermercados está generando más que inquietud en Francia. En una imagen que nos recuerda a aquellos días en los que resultaba difícil encontrar aceite de girasol o leche en España, los estantes lucen cada vez más vacíos y algunos comercios están limitando la venta a una unidad por persona.

El principal problema al que se enfrenta la producción de mostaza de Dijon es la fuente de su materia prima. El 80 % de las semillas de mostaza que se utilizan en Francia son importadas desde Canadá, que lidera la producción y exportación mundial. Y las últimas cosechas no están siendo nada buenas.

Ya el año pasado la producción de mostaza canadiense sufrió un notable descenso de sus cifras habituales, y la situación en 2022 está empeorando. Un verano especialmente caluroso y las fuertes sequías que han azotado al país norteamericano está causando estragos en la producción agraria, afectando gravemente a los cultivos de mostaza, cuya cosecha se ha reducido casi en un 50 %. Consecuentemente, la producción de mostaza en Francia también ha caído en picado.

La invasión rusa de Ucrania no ha hecho más que complicar la situación, pues ambos países son también importantes productores y exportadores de semillas de esta planta, aunque de una variedad menos apreciada por los franceses, que prefieren la marrón Brassica Juncea, más intensa. En cualquier caso, la falta de suministro de esta mostaza también ha afectado a la demanda global de las semillas, provocado así una notable escalada de los precios. No solo hay poca mostaza, también es mucho más cara.

Los franceses deben por tanto enfrentarse a una situación inusual al no poder acceder a uno de sus condimentos favoritos, un producto que para muchos hogares y negocios que es todo un básico de despensa de uso diario. En el Times sugieren que se abre una nueva vía de negocio para promocionar aderezos y salsas alternativas, como el rábano picante (horseradish), wasabi o salsa Worcestershire, pero también apuntan a otras medidas más a medio-largo plazo.

Como primer consumidor de mostaza del mundo, y orgullosos de la calidad y renombre de su producto local, quizá es el momento de que Francia invierta en cultivar y producir sus propias semillas de mostaza, en lugar de depender de las importaciones de un país situado a miles de kilómetros de distancia.

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Imágenes | Florival - Pixabay - Marco Verch
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