Puede que estés pensando que ahora mismo haya alguien montado en un fajo de billetes a costa del litro de aceite de oliva virgen extra que acabas de comprar. Cómo no pensarlo si estás pagando hasta 10 o 12 euros por litro, cuando hace apenas tres o cuatro años te ibas del súper con litros de aceite que no superaban los seis euros.
Sin embargo, la realidad es más tozuda y no hay nadie que a largo plazo esté encantado con esta situación de precios de aceite de oliva caros. No te beneficia a ti, como consumidor, pero lo cierto es que ningún eslabón de la cadena sale bien parado, si tenemos cierta amplitud de miras y pensamos en el futuro.
Tú no estás dispuesto a pagarlo porque está caro, algo de lo que no se puede culpar al consumidor que ve como la inflación interanual se dispara. Sin embargo, no sólo importa el español medio que no puede comprar aceite, sino también los pasos intermedios en una cadena de valor que, como vamos a ver a continuación, realmente no se benefician de que el precio del aceite actualmente sea caro.
La realidad es que un precio del aceite elevado no está beneficiando, si hablamos de ese medio plazo, a nadie. No va a beneficiar al agricultor, primer punto de esta cadena. No te viene bien a ti, cliente final. Pero lo cierto es que a los peldaños que están entre medias como almazaras, envasadores y distribuidor, como tampoco a la exportación.
El aceite de oliva: un mercado de cuatro agentes
Para entenderlo, conviene saber que el mercado del aceite de oliva en nuestro país consta de cuatro grandes agentes ordenados en un sistema piramidal donde el primer estrato es el más amplio y el último, en un cuello de botella, el que tiene un menor número de concurrentes.
- Productores, es decir, agricultores —generalmente agrupados en cooperativas o grupos cooperativos—. Hablamos de alrededor de medio millón de agricultores.
- Transformadores como almazaras industriales y las propias cooperativas que producen el aceite, alrededor de 1.800.
- Envasadores, apenas 40 agentes.
- Distribuidores como supermercados, hipermercados y grandes superficies, que suman alrededor de una decena y que incluyen cadenas como Mercadona, Carrefour, Lidl, Aldi o El Corte Inglés.
Por qué no le viene bien al agricultor
El actual precio del aceite de oliva obedece a una sencilla ley económica que no es otra que la oferta y demanda. Como toda actividad productiva, la agricultura del olivar tiene unos gastos fijos a los que debe hacer frente y que en la campaña de 2022 ya eran elevados de por sí.
Nada que no sepamos. El precio de la energía, de los fertilizantes, la subida del SMI, los combustibles… Aunque los agricultores, sabiendo que la campaña iba a ser pobre debido a la sequía, podían reducir parte de sus gastos variables. Aun así, deben hacer frente a sus costes fijos. Independientemente de esto, se estima que el coste de producción de un litro de aceite de oliva virgen extra —para el agricultor— es de 2,4 euros.
Es lo que nos explica Juan Antonio Siles, jefe de prensa del sindicato Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos de Andalucía (UPA Andalucía). Lo que superase esos 2,4 euros vendido por el agricultor sería su margen de negocio.
Ahora puedes pensar que, si producir un litro de aceite vale poco más de dos euros, dónde están los 12 euros por litro que estás pagando y cómo podemos decir que nadie sale ganando con la situación actual.
Lo que sí es cierto es que para el agricultor, explica Siles, "que cobra por media, que es la liquidación que hace la cooperativa con una ponderación de lo que vende durante la campaña", un precio de cuatro euros por litro puede ser una cantidad razonable.
La mayor cantidad de aceite que hay disponible en la actualidad está en esas cooperativas de agricultores, pero tengamos en cuenta que aunque ahora (los tres últimos meses) estén realizando operaciones de salida caras, están equilibrando el resto de pérdidas de la campaña.
El eslabón del agricultor es el que tiene los costes de producción más elevados y, por tanto, el más dependiente de las subidas y bajadas de precios.
Es decir: puede que vendan litros de aceite a 8 euros, pero lo cierto es que con una campaña mala como fue la de 2022, con esas 660.000 toneladas de las que hay constancia, su producción no era elevada como para que ahora se estén 'forrando', sino simplemente cubriendo costes.
"El mercado del aceite de oliva es muy elástico y lo que se necesita es estabilidad para que no haya esos dientes de sierra de subidas y bajadas en el precio", indica Siles, que también defiende desde UPA Andalucía que se cree un Observatorio de márgenes comerciales para que se compruebe donde está el incremento real en la cadena de valor.
Por qué no le viene bien a la almazara
Volvamos a la pirámide inicial para entender el poder de compra. Se forma un estrechamiento, fruto de un oligopolio a medida que ascendemos y la fuerza que pueden ejercer los escalones finales es mayor. Sin embargo, la realidad con las estadísticas en la mano es que hay que entender un concepto clave: el sector del aceite de oliva en España funciona principalmente con graneles, mucho volumen y mucha rotación. Traducido: vender mucho para, con ese volumen, obtener rentabilidad. Vender poco y caro, debido al estrés que genera sobre el mercado, no es ni lo habitual ni lo deseable.
Las almazaras transforman la aceituna en aceite de oliva y ellas serán las que lo almacenen durante el año, pero también las que lo vendan a los envasadores. Dentro de las almazaras (esas 1.800 que hay en España) están las empresas industriales y las cooperativas. De hecho, datos del Ministerio de Agricultura indican la paridad porcentual entre cooperativas y almazaras (aunque son las cooperativas las que más aceite producen, suponiendo alrededor del 65% del total español).
No obstante, no pensemos que el concepto cooperativa implica ser pequeñas empresas, ya que el 60% de las almazaras y cooperativas se integran en grupos más grandes. Esto es lo que se llaman cooperativas de segundo grado y ejemplo de ello son empresas como Dcoop, Oleoestepa o Jaencoop.
Las almazaras tienen los márgenes netos más bajos dentro de la cadena de valor del aceite de oliva.
Aquí aparece el primer cuello de botella. Las aceitunas llegan enteras a las almazaras —no vamos a discriminar entre almazaras cooperativas y almazaras industriales—, pero lo hacen sólo durante tres o cuatro meses (lo que dura la campaña de la aceituna, de noviembre a febrero, básicamente).
En este estrechamiento es donde se comprueba cómo los precios ya empiezan a marcar distancias. Si nos atenemos al índice de Precios Medios Nacionales que marca el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, comprobamos que el precio de salida de almazara —es decir, lo que el envasador ha pagado— supone 7,84 euros por kilo de aceite virgen extra en la semana 34 del año (del 22 al 27 de agosto).
Lejos, como es lógico, del mínimo que se ha marcado para la cosecha de 2022, que fue en la semana 5 (del 30 de enero al 5 de febrero) con un precio de 5,19 euros por kilo en el aceite de oliva virgen extra. No obstante, si esa cantidad se prorratea anualmente —para comprobar realmente el margen que deja— nos sale una de 5,98 euros por kilo de aceite de oliva virgen extra del que debemos descontar el coste de producción del agricultor —alrededor de esos 2,5 euros— y de la almazara —unos 0,3 euros por kilo de aceite—, además de sus márgenes comerciales.
El aceite de oliva es un sector que funciona en márgenes cortos, pero mucho volumen y rotación. Precisamente lo que no está sucediendo ahora.
Por tanto, nos plantamos que a septiembre de 2023, la realidad del transformador no es tan lucrativa como se puede pensar si analizamos los datos totales y como vamos a ver a continuación con el ejemplo de campañas anteriores.
Una realidad que explica Manuel Alfonso Torres, vocal y tesorero de Infaoliva, la asociación que agrupa a la mayor parte de las almazaras industriales de España. "Muchos agricultores recurren a la almazara industrial porque damos liquidez económica al pagar cuando el agricultor trae la aceituna. En el caso de la cooperativa eso no pasa porque se liquida al final de año, pero mientras llega esa liquidación, el agricultor sigue teniendo obligaciones con el campo en trabajo y mantenimiento", indica.
Lo cierto, como explicábamos antes, es que el negocio corre en función de que el aceite se venda. "El primer mandamiento de un industrial es no especular, sino ir liquidando y deshaciéndote del aceite porque necesitas generar volumen y mover el dinero", aclara.
"De hecho, todo lo que la almazara industrial comercializa es sobre partidas que están vendidas y negociadas de antemano con el envasador. La cuenta en las almazaras se realiza al revés: primero se cierran precios de venta con el envasador y con ese parámetro se compra al agricultor", comenta.
Por qué no le viene bien al envasador ni al distribuidor
Se sigue reduciendo el número de actores. Si almazaras había unas 1.800, envasadores y comercializadores hay menos, aunque sigue siendo un número elevado, que supera el millar y medio de agentes.
El envasador no ejerce una labor de acopio de aceite de oliva, pues su negocio se fomenta en alta rotación y volumen.
Sin embargo, podemos volver a la misma dinámica anterior. ¿Cómo es que nadie sale ganando con el actual precio del aceite de oliva? Sí, ves que tu pagas diez euros hoy por un litro en el supermercado y acabas de comprobar que al agricultor, quizá, le pagaron cinco euros en diciembre de 2022 por litro de aceite.
La mejor forma de ver quién gana —y de ver por qué no es un escenario deseable— está en echar un vistazo al estudio de la Cadena de Valor del Aceite de Oliva Virgen Extra, que elabora el Ministerio de Agricultura y donde se comprueban de primera mano los costes de producción, así como los precios y márgenes brutos y netos de cada eslabón.
Con él en la mano, valiéndonos de los datos de la campaña 2020-2021 —la última disponible— se comprueba que son los envasadores los únicos que han obtenido márgenes positivos en las tres campañas (2019-2020-2021), mientras que los beneficios netos más bajos son los del almazarero y del olivarero.
Entendiendo el mercado del aceite de oliva
El mercado del aceite de oliva se mueve en un sistema de precios variable donde se registran diariamente las operaciones que se realizan, marcando precios y número de salidas en una herramienta que se llama PoolRed. En ella, a estas alturas de 2023, el precio del aceite de oliva virgen extra variedad picual está a 8,26 euros por litro —a cinco de septiembre—. Este es el precio medio de este tipo de aceite, contabilizando todas las operaciones, que paga hoy un envasador a una almazara por ese aceite en concreto.
Sin embargo, con un precio de partida tan elevado, los envasadores reducen el volumen de sus compras. De hecho, esto es lo que justifica el ralentizamiento en la escalada de precios del aceite de oliva. Como ya te explicamos, para el cliente final (es decir, tú) el aceite de oliva es un producto de demanda elástica: a medida que se encarece, se deja de comprar.
España no consume más aceite de oliva cuanto más barato sea, pero sí deja de consumirlo cuanto más caro es.
Ahora podrías pensar que la solución es muy sencilla para el envasador: comprar barato a la almazara en noviembre y almacenar aceite para venderlo meses después al doble o triple del precio que pagó. La realidad, por contra, es más tozuda. El negocio del envasado de aceite de oliva en España funciona gracias al volumen, a una alta rotación y a márgenes que no permiten sumirse en una espiral especulativa.
De hecho, la capacidad de almacenaje de los envasadores no es elevada —como se puede apreciar en cualquier Boletín del Mercado del Aceite de Oliva, que también hace público el Ministerio—. Razón por la que es habitual que empresas como Fundación Patrimonio Olivarero arrienden sus depósitos a envasadores para que, en campañas excedentarias —no como la de 2022, ni como será la de 2023—, puedan guardar aceite.
Además, España no consume más aceite de oliva cuanto más barato es. De hecho, se estima que el consumo español ronda las 600.000 toneladas anuales (entre hogares y hostelería), de los que aproximadamente 335.000 toneladas —en el conjunto de los aceites de oliva— corresponden a los hogares según Serie de datos de consumo alimentario en hogares que facilita el Ministerio, haciéndose eco de 2022.
Para ponerlo en valor, tomamos como referencia la misma serie de datos, pero correspondiente al año 2019 —que tuvo unos precios bajos de aceite de oliva con una campaña potentísima de 1,7 millones de toneladas— cuando los hogares 'sólo' consumimos 355.000 toneladas de aceite de oliva (en cualquier de sus versiones).
El precio alto desincentiva y desmoviliza al comprador español, lo cual afecta a toda la cadena.
¿Qué explica esto? Pues que el envasador no está por la labor de precios elevados del aceite de oliva en origen, ya que el consumidor final se irá a otros aceites o grasas más baratas. Un precio caro del aceite desincentiva el consumo, razón por la que aunque se vendan menos litros de aceite pero a un precio mayor —que se ha repercutido en toda la cadena— supone espantar a un cliente que quizá no vuelva al aceite.
Algo de lo que son conscientes también las grandes superficies y los supermercados, razón por la que siempre el aceite de oliva ha sido un producto gancho muy sujeto a ofertas, razón por la que sus márgenes comerciales (en negocios que de por sí van a volumen, pues viven de la rotación) no son los más altos de la cadena. Constantes, pero no los más altos.
La conclusión: aceite para hoy, hambre para mañana
Es posible que ahora veamos precios totales del aceite de oliva que son elevados. O elevados para lo que solíamos pagar, pero esto no significa que sea rentable por varias causas. La primera es porque se desincentiva el consumo de un bien que los españoles contemplamos como de primera necesidad, pero no sólo a los españoles.
Quizá a nosotros nos toque el orgullo patrio y hagamos un esfuerzo al comprar aceite, pero trasladémonos a la exportación. ¿Se puede convencer a un consumidor de otros países, sin estar ligado a España ni comprender las bondades del aceite de oliva, de pagar más caro nuestro aceite? La respuesta es evidente: no, y eso supone que un cliente potencial siga apostando por otras alternativas de grasas vegetales.
¿Permanecerá fiel un consumidor internacional con menos vinculación emocional a un producto que sube de precio?
La realidad es que hablamos de un producto de gran consumo y de primera necesidad que supone cerca del 1% del PIB nacional, que emplea de manera directa a 220.000 personas y que es, en términos de facturación, el cuarto producto agroalimentario más exportado de España con un valor de más de 5.000 millones de euros.
Pero también de un producto que hemos entendido como primera necesidad o que, sobre todo, es de por sí asequible. Lo cierto es que esa imagen permanece en el ideario colectivo del cliente español, pero puede ser perjudicial para el sector.
Un posible rechazo al producto
"Hay un riesgo a que se genere un rechazo en el consumidor sobre un producto por una situación que, como decimos, no es del gusto de nadie en esta cadena", explica Iñaki Benito, Director Gerente en Fundación Patrimonio Comunal Olivarero.
"Se ha banalizado el consumo de aceite de oliva y hemos educado a que tres euros en el lineal es un precio justo cuando hay muchos eslabones en la cadena que tienen que comer", aclara.
"El aceite de oliva no pierde competitividad, pero puede perder protagonismo".
"España no pierde competitividad, pues es el motor del aceite de oliva mundial y es quien fija los precios, pero sí corremos el riesgo de que haya un trasvase de consumo a otros aceites vegetales como el girasol, la colza o la soja", sintetiza.
"Son grasas más económicas y quizá el consumidor que se haya iniciado en el aceite de oliva se echa para atrás", considera Benito ante lo que es "un riesgo real de perder protagonismo" dentro de los mercados internacionales, donde la implantación del aceite de oliva no es tan alta como en España.
Menos impacto en la cesta de la compra de lo que parece
Una realidad que confirma Primitivo Fernández, director de Anierac. "El precio se ha estabilizado porque el cliente final deja de comprar aceite. Por eso el precio no sigue creciendo. Ha sucedido que las salidas de aceite de oliva al mercado se han reducido y que ahora estamos en unas 90.000 toneladas cuando lo normal sería estar en 130.000 toneladas", explica.
"Hemos perdido un 15% de ventas en las tres categorías de aceite de oliva y no creo que nadie esté dando palmas con esta situación. Por eso, creer que con esta situación alguien va a especular en la cadena y acumular aceite no tiene sentido", considera.
Del mismo modo que cree que se pone demasiado el foco en el aceite de oliva, donde indica que "por mucho que el precio haya subido no es significativo en la cesta de la compra, pues supone el 2% del gasto en alimentación de un hogar". "Gastamos más en carne, fruta, verduras o lácteos. Sí es verdad que el aceite ha subido, pero la realidad es que en el gasto en alimentación medio de un hogar no significa tanto", lamenta.
Nadie busca que el aceite de oliva sea un producto de lujo
También, apunta a eliminar prejuicios. "Nadie gana con un aceite de oliva caro. El aceite de oliva es un producto de gran consumo que queremos que sea de máxima implantación y que no es gourmet, salvo determinadas marcas, y que no queremos que lo sea".
Expresión parecida a la que aporta Rafael Pico, director de Asoliva (Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador del Aceite de Oliva), que considera que lo que está ocurriendo es "malo, muy malo para el sector".
Es malo para el sector, pero para todo el sector, porque se genera una desviación de consumo clara en España.
"Mal para el agrario porque han tenido un 40% de la producción, pero han triplicado precios pues lo que han tenido lo han vendido como oro en paño porque tienen que enfrentarse a sus costes y a una cosecha mala", aclara sobre el primer eslabón.
"Y es malo para el consumidor porque paga un precio altísimo, que genera unas derivadas muy malas porque hay una desviación de consumo clara en España con dos opciones, Irse al girasol con precios en el lineal de 1,89 euros el litro o seguir en el oliva", explica sobre un cambio de hábito que comienza a verse en el cliente nacional.
Hacer temblar la exportación
Se produce así un cambio en la decisión de compra porque "hay diferencias de precios que hacen que salgas de él aunque ames el producto, pero en el cliente internacional se agrava". Para ello, cuantifica datos. "La cuota de mercado del oliva a nivel mundial es del 3% dentro de las grasas vegetales y aunque el cliente internacional y nacional lo valora, llega un momento que el consumidor, con el precio tiene claro que tiene que restringir en algún momento".
"Nosotros hacemos seguimiento de 180 países y en mayo y junio el consumo de aceite de oliva ha bajado un 50% a nivel mundial salvo en Estados Unidos. A partir de los cuatro o cinco euros de precio en España, el cliente internacional se resiente, pero la realidad es que el 70% de lo que se produce se exporta porque somos un país excedentario en aceite de oliva y que tiene un mercado poco elástico en función de los precios bajos", razona.
A nivel internacional se corre el riesgo de perder el camino iniciado hace años en favor de otras grasas vegetales.
"Hace 30 años exportábamos 100.000 toneladas de aceite. Ahora se exportan un millón y medio de toneladas, pero el consumo español se mantiene y no sube en función de precios más baratos", aclara.
Razón por la que cree que el futuro pasa por crear valor en el exterior con el aceite de oliva e ir apartándose de los graneles porque "no generan valor como sí hacen las marcas" y también el fundamento por el que explica que "esta crisis y esta subida de precios puede echar a perder el trabajo que se ha hecho durante muchos años entrando en otros mercados".
Un consumidor que quizá no vuelva
Por todos estos motivos, aunque cueste creerse, nadie realmente gana con un precio del aceite de oliva caro en España o, cuanto menos, no estamos hablando de una ganancia real si comprobamos que puede haber una desmovilización del comprador o de una desafección de cliente final.
Algo que también cree Manuel Alfonso Torres. "Se ha producido una bajada de la demanda del 45% en el aceite de oliva. Por tanto, el envasador no compra porque el mercado no lo va a absorber y, cuando haya enlace pero no haya rotación, los envasadores no van a comprar porque no tienen demanda", lamenta.
La subida del precio del aceite de oliva debe entenderse en el marco de una subida general de todos los precios.
"La cuestión de oro es ¿cuánto de ese 45% que hemos perdido se ha perdido para siempre?", razona y, del mismo modo, deja otra incógnita en el aire:2 "¿Cómo le explicas a un americano que un año está el aceite a cuatro euros y el siguiente año está a 12 euros cuando no comprende el sector del aceite de oliva? Pues acaba dejando de consumir por la volatilidad del precio".
"Estamos olvidando que estamos en una crisis de precio global junto con subidas de tipos de interés, de IPC, de energía… Ha subido todo y si la ama de casa que era fiel al aceite de oliva ve que sus hijos siguen comiendo con girasol y que llegan a final de mes y que con el precio de una botella de aceite compran cinco litros de girasol, ¿por qué van a volver?", hipotetiza.
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