Muere Víctor de la Serna, el crítico gastronómico que navegó entre la cocina y el baloncesto desde la educación

  • El periodista madrileño ha fallecido a los 77 años, cuatro días después de sufrir un infarto

  • Pulcro, academicista y amable, de la Serna era un híbrido de la canasta y de la cuchara

Para muchos periodistas, el nombre de Víctor de la Serna va evocado a una larga tradición familiar que ahora se viste de luto. Lo hace llevándose a los 77 años de edad a Víctor de la Serna Arenillas, que desde hace más de tres décadas era una de las voces más destacadas del periodismo gastronómico español.

Aunque, más que voz, debería destacarse la pluma de un Víctor de la Serna asociado a una saga de periodistas y escritores que, especialmente, ha vertido sus tintas sobre el mundo de la gastronomía en estos últimos treinta años.

No ha sido, sin embargo, el único derrotero por el que dejaba su impronta. El mundo del baloncesto, al que también dedicó buena parte de su trayectoria deportiva –especialmente en sus primeros compases–, pierde un cronista y un entendido, aquel que coincidió con el primer Real Madrid galáctico de los Díaz Miguel, Brabender o Szerbyack.

Años más tarde, Víctor de la Serna formaría la columna vertebral del periódico El Mundo, ya en los años 80, casi como un oráculo de la corrección periodística, tanto informativa como ortográficamente. Vieja escuela es una buena forma de sintetizar el estilo de un de la Serna que nunca rechazó la cordialidad.

Prolífico también en su cuenta de Twitter, de la Serna era capaz de alternar con la misma facilidad un comentario sobre política internacional, un par de triples de Mario Hezonja o hablar de lentejas guisadas con el mismo arte y templanza.

Una templanza que también iba asociada a sus otras voces. Firmante también como Fernando Point y como Vicente Salaner, dos pseudónimos largamente conocidos en el sector de la gastronomía, de la Serna deja huérfana una columna en Metrópoli, el bastión culinario de El Mundo, donde en sus últimos compases se dedicaba a analizar casas de comidas, también bastiones, de una gastronomía que Madrid ha ido dejando atrás.

Le honra Juanma Bellver, uno de sus más íntimos allegados en el arte de comer y beber, en las mismas páginas –ahora digitales– que de la Serna llenó, aunque su tinta también sacudió el mundo del vino. Fue artífice de Finca Sandoval, un proyecto enológico en La Manchuela, donde creyó en tintos de Castilla-La Mancha con frescura y fineza. Proyecto del que salió en 2019, tras haberlo colocado en un podio que cuando inició la aventura en 2004 podría parecer un imposible.

Se marcha de la Serna y deja muchos vacíos. El de su silla en El Mundo es el más evidente. También, sin embargo, y ahí es donde lo espiritual pesa mucho más, deja un vacío profesional de corrección, conocimiento, buenas maneras y amabilidad que hoy no abundan.

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