Las relaciones entre la Unión Europea y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no han mejorado con su regreso al poder en este segundo mandato. Si bien la invasión rusa de Ucrania ya había tensado los lazos entre la UE, la OTAN y Estados Unidos, debido a lo que Washington considera una ayuda militar europea insuficiente, el ámbito comercial y económico también empieza a asomarse a un abismo y a un callejón sin salida con pocos visos de ganar para ninguno de los dos contendientes.
Inicialmente, Trump dirigió su política arancelaria hacia países como Canadá, México y China. Ahora, la Unión Europea se suma a la lista de objetivos. En respuesta a los aranceles impuestos por la UE a productos estratégicos estadounidenses —como el whisky bourbon, ciertas motocicletas, carnes de pollo y vacuno, y otros bienes de consumo— Trump ha anunciado en su red social Truth Social su intención de imponer un arancel del 200% a todas las bebidas alcohólicas provenientes de la UE, incluyendo vinos, fermentados y destilados.
Después, en declaraciones a la prensa, ha declarado: “El vino americano es mejor que el francés, aunque yo no beba vino”.
Una medida de graves consecuencias
Aunque esta medida aún no se ha oficializado, parece que ambas partes están inmersas en un intercambio de represalias comerciales. La situación es especialmente preocupante para los productores europeos de vino y destilados porque Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones de vino de Europa.
Por ejemplo, España exporta anualmente 67,3 millones de litros de vino a Estados Unidos, lo que representa ventas por 391,4 millones de dólares. Esto posiciona a España como el cuarto proveedor en valor y el séptimo en volumen en el mercado estadounidense. Un arancel del 200% podría afectar gravemente estas cifras y poner en riesgo la competitividad del vino español en Estados Unidos.
Italia también se encuentra en una posición vulnerable. Estados Unidos es el mayor mercado no comunitario para las exportaciones italianas, con productos por valor de aproximadamente 70.000 millones de euros anuales. A su vez, Estados Unidos es el primer país consumidor de vino –total– del mundo.
Los exportadores italianos, especialmente del sector vinícola, han expresado su preocupación y han instado a una reducción de las tensiones comerciales. Federvini, que representa a más de 2.000 empresas exportadoras de vino y bebidas espirituosas, ha señalado que Estados Unidos es el principal destino de estos productos, representando alrededor del 30% de los 2.000 millones de euros exportados.
La raíz de esta escalada comercial se encuentra en las medidas previas adoptadas por ambas partes. La UE impuso un arancel del 50% al whisky estadounidense en respuesta a los gravámenes de Trump sobre el acero y el aluminio europeos. Trump, en su red social Truth Social, calificó a la UE como una de las autoridades fiscales y arancelarias más hostiles del mundo, argumentando que fue creada para aprovecharse de Estados Unidos. Además, destacó que la imposición de estos aranceles beneficiaría considerablemente al sector del vino y champán en Estados Unidos.
La Comisión Europea ha lamentado la decisión de Estados Unidos de imponer tales aranceles, considerándolos injustificados y perjudiciales para el comercio transatlántico. Bruselas ha respondido con contramedidas por valor de 26.000 millones de euros, que entrarán en vigor el 1 de abril de 2025. Estas medidas afectarán a productos estadounidenses emblemáticos, como el whisky bourbon, las motocicletas Harley-Davidson y otros bienes de consumo.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha subrayado que la UE debe actuar para proteger a los consumidores y a las empresas europeas. Aunque las contramedidas adoptadas son enérgicas, también se consideran proporcionadas. En este sentido, ha reiterado que la UE está abierta a negociaciones y busca una solución negociada con Washington para evitar una guerra comercial a gran escala.
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