Pocos alimentos y productos se libran en nuestra cesta de la compra de ser salpicados por la inflación acumulada, donde la invasión de Ucrania por parte de Rusia puede poner aún una losa mayor sobre la economía nacional.
De Ucrania, conocida como el granero de Europa, ya os contamos hace unos días cuáles podían ser las consecuencias directas en la economía de un conflicto bélico allí. No solo hablamos ya de dificultades en el transporte, sino también del riesgo de una guerra de desgaste que suponga destinar efectivos al frente militar.
La movilización de civiles para la reserva activa en el bando ucraniano también significaría despoblar áreas rurales y quitar mano de obra de los campos. Además, la geografía ucraniana también condiciona esta producción cerealística, concentrada en la parte oriental del país —donde se están disputando los combates más encarnizados ahora y donde hay mayores índices de población prorrusa—. No solo se trata de que habrá menos trabajadores en el campo, sino también que las zonas más fértiles dedicadas al cereal se encuentran en la zona más sacudida por la guerra.
En ese mismo sentido, aludir a Ucrania como el granero de Europa no es una frase hecha. Hablamos del cuarto productor mundial de cebada (con cerca de 10 millones de toneladas); del segundo productor mundial de semillas de girasol (alrededor de los 15 millones de toneladas, solo por detrás de Rusia); el sexto productor de trigo (alrededor de 30 millones de toneladas métricas), y también el sexto productor mundial de maíz (también en torno a los 30 millones de toneladas), duplicando la cantidad de maíz que países como Rusia o Francia producen.
Para hacernos una idea: en 2021, Ucrania fue el primer importador de maíz a la Unión Europea, mientras que Rusia —seguida de Ucrania— fue el primer importador de trigo, según explicaban desde Agronegocios.
Aceite de girasol
Trasladado a nuestros mercados y supermercados, las cuentas pueden estar claras. Ya se han visto carteles de restricciones de compra de aceite de girasol en ciertos supermercados como Mercadona o Consum, pero no solo se trata de la cesta de la compra de los hogares.
La realidad es que las cocinas profesionales y buena parte de la industria, especialmente la del aperitivo, funciona mayoritariamente con aceite de girasol para sus frituras, por lo que el desabastecimiento o tener que recurrir a otros mercados supondrá un aumento del coste que se trasladará al consumidor.
Un problema añadido que podría también agravarse en otros productos relacionados con el aceite de girasol. Es el caso de las conservas que se elaboren con él e incluso de productos muy cotidianos como la mayonesa, ya que es también habitual que en la industria se recurra al aceite de girasol. En menor medida aunque también afectado, habría que hablar de snacks tan comunes como las propias pipas de girasol.
También, como es lógico, un aumento de la demanda del aceite de oliva y su consecuente subida de precio, sea virgen extra o sea aceite de orujo de oliva, sería bastante factible debido a la reducción del aceite de girasol.
Carne, queso y derivados animales
La mayor parte del maíz que se produce en el mundo está destinado a la alimentación animal, ya sea en crudo o tras distintos tratamientos en forma de pienso. Tanto la industria avícola como la vacuna y la porcina dependen en nuestro país en gran medida del maíz ucraniano para alimentar al ganado.
De esta manera, es plausible que el precio de la carne también se encarezca si los productores tienen que recurrir a maíz más lejano (el único país europeo presente en el top 10 de productores de maíz es Francia, con unos 12 millones de toneladas métricas —menos de la mitad que Ucrania—) que puede venir de Estados Unidos, China, Brasil o Argentina.
Por aportar un dato, de los casi 14 millones de toneladas de maíz que España consume anualmente, 11,3 millones están destinadas a la alimentación animal y, de esos 14 millones, 9,5 millones dependen de los exportadores. También la mayor parte de la cebada que se consume en España se destina a la alimentación animal (alrededor del 90%), pero en este caso sí somos un país autosuficiente en lo que a cebada se refiere.
Pan, bollería y repostería
Contrario a lo que pudiéramos pensar, España es un país que no está en el top 5 de productores de trigo a nivel mundial. A pesar de la fama de los campos castellanos, en España apenas se producen unos ocho millones de toneladas de trigo, lo que nos sitúa incluso fuera del top 20 de productores a nivel mundial.
Aunque Ucrania y Rusia tampoco encabezan esta lista (son séptima y tercera, respectivamente), la realidad es que también dependemos del trigo del este de Europa para la elaboración de panes, bollería, repostería y todo tipo de dulces. No en vano, Ucrania es, según fuentes del ministerio de Agricultura, nuestro segundo socio mayoritario en la importación de granos.
En el caso contrario al maíz, con el trigo blando, España sí es más autosuficiente, según fuentes ministeriales. El pasado año, con un consumo de unas 10 millones de toneladas métricas de trigo, siete correspondieron a la producción propia y apenas tres respondían a la importación. Aún así, la mayor parte del trigo blando que producimos se destina también a alimentación animal.
Cerveza
Aunque hemos visto que España es un país independiente en lo que a producción de cebada se refiere, fuente principal de elaboración de cerveza, la realidad es que también puede ser un elemento que también suba de precio en nuestra lista de la compra.
Al incremento del precio de los carburantes y la electricidad, que también acaban repercutiendo en el consumidor final, también se sumarían el aumento de las importaciones de cebada o una disminución de las reservas, bien por ser exportadas a un mejor precio como pienso animal o para dedicar a otras industrias secundarias. En cualquier caso, hasta la fecha, España es autosuficiente en lo que a producción de cebada se refiere. Caso similar al que ocupa a Alemania o Francia, también a la cabeza en la producción de este cereal.
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