Llueve sobre mojado en un panorama irónicamente seco: el del precio de los cereales en la Unión Europea. A vueltas con las pretensiones de ciertos grupos políticos de topar el precio de algunos alimentos básicos, la realidad es que la cesta de la compra de los españoles se sigue encareciendo mes a mes.
Algo que ha reprochado Facua directamente, alegando que no "parece que no se está haciendo absolutamente nada para controlar los precios", en completa disonancia con lo que Luis Planas, ministro de Agricultura, dijo el pasado mes de marzo al asegurar que "el IPC de los alimentos ha tocado techo" por lo que consideraba que no había que tomar medidas.
En ese sentido, rechazaba ir más allá de las decisiones tomadas el pasado mes de febrero con algunas medidas estrella como la supresión del IVA en alimentos básicos en los que, por ejemplo, se encontraban los lácteos, el aceite, los huevos y lo que hoy nos ocupa: pan y harinas.
No solo ocupa a la alimentación humana, pues desde que estalló la guerra de Ucrania, el encarecimiento de ciertas materias primas para la alimentación del ganado también han aumentado su coste, repercutiendo finalmente en la cesta de la compra del español medio.
Se acerca así, otra vez de manera metafórica, una tormenta perfecta que amenaza con subir de nuevo el precio de un alimento básico como es el pan y lo hace en tres frentes distintos: Rusia, Polonia y la propia España, conjurándose un ajedrez pernicioso que, curiosamente, viene de un año de descenso de precios de materias primas en los mercados internacionales.
El chantaje de Rusia
El 18 de mayo está marcado en el calendario de Sergei Lavrov, ministro de Exteriores de Rusia, pues ese día vence el acuerdo que se firmó para permitir la circulación de grano desde los puertos del Mar Negro.
Esta medida, firmada gracias al apoyo de Naciones Unidas y a la intensa intermediación de Turquía, permitía tanto que Rusia como Ucrania pudieran seguir enviando cereales desde este mar interior donde se concentran los principales puertos de ambos países como sucede con Odessa en el caso ucraniano o de Novorossiysk y Sebastopol, en la península de Crimea y ocupada por Rusia desde 2014.
La cuestión es que el pasado 18 de marzo se renovó el acuerdo, bautizado como la Iniciativa de Cereal del Mar Negro, y que con un ritmo más o menos estable ha permitido que este corredor de cereales se haya mantenido. Sin embargo, es Rusia la que ahora tiene la sartén por el mango.
Según la USDA, un organismo estadounidense que prevé —entre otras cosas— las producciones agrícolas del mundo, Rusia está en 2023 en unos máximos históricos en cuanto a la exportación de trigo de alrededor de 45 millones de toneladas, dato que concuerda con el resto de producciones rusas, pues se estiman unos 150 millones de toneladas entre diversos cereales.
¿Qué sucede? Pues que hay numerosas restricciones por las que Rusia no está dispuesta a seguir pasando, al menos según explican desde Standard & Poors, marcando las demandas del país en varios puntos clave como permitir que el Rosselkhozbank (Banco Agrícola Ruso) pueda acceder de nuevo a la pasarela de pagos internacional SWIFT.
También exigen que se reanude el suministro de maquinaria agrícola y piezas de repuesto de mantenimiento. A eso habría que sumar el levantamiento de las restricciones a los seguros de barcos y cargamentos rusos, a garantizar su acceso a los puertos del Mar Negro y que también se desbloqueen las cuentas fuera de Rusia de las empresas que estén vinculadas a producir o transportar alimentos.
El boicot de Polonia
Al factor Rusia se ha sumado en los últimos días el factor Polonia. El país, uno de los principales productores de cereal dentro de la Unión Europea, ha de celebrar elecciones parlamentarias en octubre de este 2023 y la consolidación en el gobierno del Prawo i Sprawiedliwość (el partido Ley y Justicia, PiS por sus siglas en polaco) está en cierto limbo.
Especialmente por la pretensión de la Unión Europea de abrir la mano a los cereales ucranianos (recordemos que fuera de la Unión Europea) a costa de quitar los aranceles. Polonia, su campo y el PiS no están dispuestos a que este cereal 'barato' pueda llegar a los mercados comunitarios de tal forma que impida la venta de sus propios productos, situación que también está soliviantando contra el cereal ucraniano a los agricultores búlgaros y rumanos.
Tras las protestas de los agricultores polacos ante la decisión comunitaria de eximir de aranceles a los productos ucranianos, el gobierno de Polonia ha decidido levantar una barrera el pasado 14 de abril que impide importar grano y productos agrarios, además de bloquear el tránsito por la propia Polonia, hasta el 30 de junio.
A ello se suma la sensación que se traslada desde Polonia de no ser oída por la Unión Europea, pues aseguran que la decisión no va contra Ucrania, sino por no haber tenido en cuenta a Polonia a la hora de tomar esta medida. Especialmente cuando Polonia ha sido uno de los países más generosos en cuanto a ayuda militar y humanitaria con Ucrania desde el inicio de la guerra.
Además, el cierre de fronteras polacas se suma a la ya conocida decisión de Hungría, gobernada por el ultraconservador Viktor Orban, de mantener igualmente blindadas sus fronteras a la importación de productos agrícolas ucranianos, bloqueando así buena parte de las rutas terrestres que conectan el grano ucraniano con la Unión Europea.
La sequía de España
La situación del campo español no es halagüeña. La primavera es un período clave para conseguir el cuajado y formado del cereal, pero la actual situación hídrica hace presagiar una pésima campaña en la que ha llovido un 18,8% menos de lo que debería llover siguiendo el histórico de precipitaciones de los últimos 30 años.
Esto supone que, a mediados de abril, las cosechas de cereal de secano —especialmente trigo y cebada— de la submeseta sur estén casi perdidas. Hablamos de Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia. En el caso de la submeseta norte dependerá de las lluvias que puedan llegar en los últimos 15 días de abril. Si no llueve, también se echarán a perder.
Una realidad que consolidan desde COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) explicando, por ejemplo, que "el 100% de los cultivos y zonas de Castilla-La Mancha se encuentran en situación de sequía, agravándose, en el caso de no producirse precipitaciones. Ha habido alguna precipitación a finales de marzo, pero han sido insuficientes."
Lo mismo que sucede en la Comunidad de Murcia, que califican como "situación extremadamente grave" donde "los cereales se encuentran totalmente perdidos", algo que también acontece en Extremadura, donde explican que "la sequía está afectando gravemente a los cultivos, de forma especial a los cereales con pérdidas por encima del 90% en gran parte de la comunidad".
Imágenes | iStock / COAG
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