Los artistas del Tetris están de discreta enhorabuena con la maldita cuarentena y el Covid19 dando guerra en nuestras calles y hospitales. Se acabó el salir a comprar a diario para evitar riesgos y ahora, cuando cargamos el carro de la compra, lo traemos repleto pero no por ello nos debemos volver locos, que en los supermercados sigue habiendo comida para todos.
Ordenar una nevera vacía es una tarea sencilla. Organizar un frigorífico cuando los tuppers, los frescos, las botellas y toda suerte de productos abundan, no tanto. Sin embargo, hoy vamos a darte unos cuantos trucos para que tu nevera -y tu congelador- estén al día, ordenados y donde puedas encontrar fácilmente todo lo que en ella tienes sin desmontar el puzzle.
Ser consciente de la temperatura
Las partes más frías de nuestro frigorífico serán aquellas que estén más cerca del congelador y también serán las partes más profundas. Si nuestro combi tiene el congelador en la parte de abajo, la parte más fría del frigo estará abajo y viceversa, si nuestro congelador está arriba, la parte más fría del frigo estará arriba.
En esta guerra sobre el frío y el calor también debemos tener en cuenta por cuántas batallas ha pasado nuestro frigo o cómo de vejete está para mantener una más. Los frigoríficos modernos suelen tener displays de temperatura y termostatos fácilmente entendibles, así como mandos que permitan regularla a voluntad, por lo que será más fácil saber si nos estamos pasando de frío o de calor.
En el caso de que tu frigo no tenga aún estas moderneces, recurre a algo tan sencillo como un termómetro de nevera para saber si está enfriando correctamente y a la temperatura que debe. Diversos fabricantes aseguran que la temperatura óptima para el frigo debe estar entre los 2º y los 4º, mientras que los congeladores deben permanecer en los -18º. Así que con estos datos, podremos saber si estamos haciendo las cosas bien, o no.
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Cerrado en la medida de lo posible
Los peores enemigos de cualquier producto alimenticio son los olores prestados de sus vecinos de estante. Salvo pocas excepciones que verás a continuación, todo lo que tengas en la nevera debe estar convenientemente cerrado, ya sea para no coger olores o para que no se los pegue a otros productos.
Esto vale para yogures, quesos, salsas, platos ya cocinados, bricks de leche, embutidos, carne descongelada y todo lo que quieras imaginar. Si todo está cerrado en la medida de sus posibilidades, mejor aguantarán tus productos y menos contaminarán al resto.
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La puerta, ese ingrato mundo
Los fabricantes de frigoríficos son nuestros aliados en estas batallas y, aunque haya malas lenguas que digan lo contrario, la distribución en baldas de la puerta tiene un sentido. Es cierto que es la parte más expuesta a los cambios de temperatura por estar constantemente abriéndose pero el tiempo que pasamos así es mínimo.
Es un buen sitio para alimentos no demasiado grandes, que no sufran en exceso con los cambios de temperatura -aunque sean breves- y que sobre todo, se adapten a este estrecho formato. Por eso, los huevos estarán en la parte superior, junto a mantequillas o tarros de mermeladas.
La balda media, con algo más de altura, se presta bien a ser la habitación cotidiana de todo tipo de salsas: kétchup, mayonesas, mostazas, vinagretas envasadas y todo este tipo de productos, generalmente con conservantes añadidos, que no sufrirán en exceso el hecho de estar en la puerta.
Abajo, botellas y latas de bebidas que no exijan demasiado frío. Puedes poner aquí batidos, leches, zumos o botellas de vino, aunque no te recomendamos que pongas, por ejemplo, refrescos o cervezas ya que necesitan más tiempo para enfriarse y tardarán más si están en la puerta.
El caso de la leche es algo más comprometido. Si hablamos de leches pasteurizadas o uperisadas, como las que generalmente encontramos, y tienen una rotación alta en casa, no habrá problemas en que permanezcan en la puerta de la nevera. Si por el contrario son leches frescas o no tienen tanta rotación en casa, apuesta por el estante inferior del frigo para darles cabida.
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El piso superior
Botes de pepinillos en vinagre, algunos aderezos, productos que no necesiten demasiado frío y estén cerrados o algunas frutas, como las manzanas o las peras, pueden ser buenos inquilinos para esta balda. Ten en cuenta que va a ser la menos fría de la nevera, así que aguantarán mejor en ella los productos que tengan algún tipo de conservante añadido, como puede ser un encurtido, un escabeche o una salazón. En este caso, por ejemplo, con una conserva de calamares en su tinta o unas anchoas en aceite, es conveniente sustituir siempre la lata original por otro envase cerrado.
En el caso de las frutas es distinto porque no todas toleran el frío, siendo excepcionales la manzana y la pera, además de la sandía o el melón una vez abiertos. No se recomienda meter frutas de hueso, porque se ralentiza su maduración, ni frutas tropicales -la respuesta es obvia, están acostumbradas al calor-, así que sólo recurre a frutas rojas y a ese par de excepciones que te hemos mencionado de frutas de árbol.
Platos ya cocinados, embutidos, fiambres y una legión de quesos
Sea lo que sea lo que metas en tu nevera, procura que esté bien cerrado y asilado. Así evitará coger olores externos o contaminará al resto. Esto es especialmente relevante si hacemos un marinado que exija refrigeración o guardamos los contundentes restos de unas lentejas o la sutileza de una crema de puerro. Cerrar todo a cal y canto en tuppers o tarros le vendrá bien a estas pautas.
Del mismo modo, tus embutidos -sean curados o frescos- también deben estar correctamente cerrados y ocupar una parte de la segunda balda del frigorífico. Se encuentran en ese limbo de no ser crudos pero, evidentemente, sigue siendo un producto relativamente fresco.
No importa que hablemos de jamón ibérico o de pechuga de pavo cocida, ambos sufrirán si están abiertos porque se secarán y además cogerán aromas. Por eso, es conveniente que estén bien protegidos, cuanto menos por papel film.
Algo similar le pasa a los quesos. Capaces de ser muy olorosos o demasiado suaves, compartir habitáculo con según qué productos puede hacer que se arruinen. Por eso, necesitan también de esta segunda balda de la nevera donde tendrán el suficiente frío, aunque no está de más que repases este tema donde te hablamos de cómo guardar los quesos en casa.
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Los cajones, ¿son para las verduras?
Sí, lo son pero no todas las verduras y hortalizas son bien recibidas en la nevera y muchas de ellas no necesitan refrigeración para conservarse en correctas condiciones -salvo casos extremos de calor-. Patatas, cebollas, ajos, tomates o cítricos no tienen por qué vivir dentro de tu nevera. Además, los cajones modernos cuentan con sistemas de aireado que permiten que respiren y que, aún estando cerca de la parte más fría de la nevera, no sufran tanto.
Algunos simplemente no necesitan frío (como las cebollas, los ajos o las patatas) y otros pierden sus características organolépticas, como los tomates o la mayoría de frutas -a excepción de uvas y fresas-. El resto de verduras y hortalizas comunes como puedan ser puerros, pimientos, zanahorias, apio, pepino, coles o repollos, sí pueden formar parte de tu nevera pero siguiendo varias normas básicas y siendo conscientes de que el frío prolongado tampoco les va a sentar genial.
La primera es que estén limpios y secos. No pasa nada por darle un buen lavado y posterior secado a nuestros puerros o a nuestros pimientos cuando lleguen a casa. La segunda es que los metas en bolsas, evitando así que goteen y dejándolas ligeramente abiertas para que respiren. Esta transpiración natural permite que las verduras duren más tiempo, ya que si las cierras por completo, se asfixiarían y perderían parte de su carácter crujiente natural. Esto le viene especialmente bien a las hortalizas de hoja verde como lechugas, coles o lombardas.
Esto no evita que, evidentemente, el frío le siente mal a nuestras verduras y hortalizas por lo que siempre será mejor mantenerlas a temperatura ambiente si no es muy alta o si las vamos a cocinar en un corto período de tiempo.
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El mundo de los crudos y de los yogures
Ya sea fresco o esté descongelándose, tus productos crudos (pescado, pollo, ternera, pavo, cerdo...) deben estar en las baldas inferiores del frigorífico por una sencilla razón: la contaminación alimentaria. La ley de la gravedad también afecta a tu nevera y si, un suponer, tienes un pescado goteando, habrá más posibilidades de que contamine a más productos si está arriba que si está abajo.
Por esa razón, debes cambiar el envoltorio de los productos frescos que compres -quizás en el mercado, en la carnicería o en la pescadería no estuvieran en las mejores condiciones- y no dejarlos en contacto directo con las bandejas del frigo. Recurre a bolsas con cierre hermético o a tuppers (ya sean de vidrio o de plástico) para guardar estos productos en la parte baja de tu nevera.
Además, al ser tradicionalmente la zona más fría del frigorífico -en los combis actuales el congelador suele ser la parte inferior-, se mantendrán en mejores condiciones más tiempo.
Del mismo modo, lo que descongeles hazlo en el estante inferior y siempre sobre una superficie que recoja ese agua de la congelación -y, a ser posible, sobre una rejilla-, a la que deberás prestar atención para que tu descongelado no se encharque y arruine. Por no mencionar que dará malos olores a la nevera y propiciará el crecimiento bacteriano que queremos evitar.
Antes de entrar, dejen salir
Del mismo modo que en un lineal de supermercado se repone de atrás hacia delante, es decir, las cosas con fechas de caducidad más tardías al fondo, permitiendo que lo que esté más cerca a esa fecha esté en primera fila, tú deberías hacer lo mismo con esos pequeños productos cotidianos.
De esta forma, evitas que un yogur, un flan o un trozo de queso se queden para vestir santos en tu nevera simplemente porque cuando compras algo nuevo, lo pones delante. Será cuestión de unos minutos y tus refrigerados agradecerán que lleves este pequeño orden.
Congelar en bolsas, mejor que en tarros
Posiblemente haya en tu casa una alacena llena de tarros de cristal vacíos. No importa que en su día dieran cabida a garbanzos cocidos, judías verdes, setas en conserva o mermelada de arándanos... Todos tenemos esos tarros que, a menudo, nos salvan la vida para envasar unas lentejas que nos han sobrado o un poco de caldo.
Sin embargo, a la hora de recurrir al congelador, deberías apostar por un nuevo inquilino: las bolsas transparentes con zip. Al principio, quizás te chirríe la idea y no veas muy lógico poner unas lentejas estofadas en ese zip pero tienen una notable ventaja sobre tarros y tuppers: permiten un mayor aprovechamiento del espacio y menos aire en su interior.
Supón que estás ante el Tetris de tu congelador y tienes dos tarros de cristal redondos y de medio litro, otro par de ellos más pequeños, de sólo 250ml, y tres tuppers cuadrados de diferentes medidas. Encajar todo este puzzle es complejo pero, si apuestas por estas bolsas transparentes, conseguirás que todos tus empaquetados tengan las mismas dimensiones.
De esta forma, conseguirás que tu congelador se parezca más a una especie de archivador que a un pupurri de envases que dejan un montón de huecos libres. Con esta técnica también podrás envasar carnes, pescados o verduras, no importando el producto sino el orden que aplicas.
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Libretita o aplicación en el móvil
El congelador no es una cámara para jugar a los arqueólogos. La vida media de los productos frescos que congelas también influye y no deberías, aunque tengas un congelador de alta gama, dejar que pollo, pescado o cerdo esté allí varios meses no es la mejor opción.
Por eso, una sencilla aplicación en el móvil que actúe como recordatorio de lo que tienes congelado y desde cuándo o, más analógica, una libreta en la que lleves al día el balance del congelador, te será muy útil para ver cuándo dar salida a esos contramuslos de pollo de corral que guardaste con cariño o para esos lomos de lubina, antes de que se convierta en una lubina casi de la familia.
Lo más fácil es apuntar el producto, el cajón en el que se encuentra, la cantidad y la fecha. De esta forma no tendrás que hacer espeleología y además podrás calcular cuánto producto necesitas para la receta que tengas en mente. Si tienes un dispositivo Apple, la app NoWaste Food Inventory List te puede venir muy bien pero no hace falta que sea una app específicamente para ello. Cualquier bloc de notas del teléfono podría valerte.
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