Con ilusión, la flota pesquera española afrontaba la costera del bonito de 2023. Los primeros ejemplares de Thunnus alalunga habían llegado pronto a las pesquerías del Cantábrico, desde Galicia hasta los caladeros de Vizcaya y Guipúzcoa, y hacían prever una campaña potente.
Son algo más de 18 millones de kilos — 18.805.420, concretamente— los que los pesqueros españoles pueden capturar de bonito del norte en 2023, ligeramente superior a las 18.162 de 2022, y que ha propiciado que a finales de julio la campaña esté prácticamente finiquitada.
Pescada a cacea y curricán, pero también a cebo vivo, la pesca del bonito del norte supone la mayor parte de los ingresos para buena parte de los pescadores y cofradías del Cantábrico, pero 2023 parece resistirse.
Como problema: la tormenta perfecta. Una pesca abundante, un precio del aceite por las nubes, stocks de conserveros que no se han comercializado y la competencia de pesqueros franceses e irlandeses con artes de pesca más masivas, dañinas con el medio ambiente y, por supuesto, más rentables.
Entre medias, el precio de unas conservas de bonito del norte que el público no está pagando de la misma manera en 2023 y que supone un cuello de botella que, como es lógico, acaba derrumbando el precio que se paga a los pescadores por sus capturas.
Mucho bonito fresco
La respuesta es de primero de Economía: una ley de oferta y demanda, como explica José Basilio Otero Rodríguez, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores. "La demanda del bonito para fresco es baja y cuando hay mucha oferta, como sucede ahora, la mayoría del bonito va a congelar y eso supone que los precios bajan muchísimo".
Sin embargo, puntualiza una realidad ajena a lo estructural: "este año está siendo raro porque hubo un pico de grandes capturas y luego otro de pescas deficitarias". Ahora mismo, en la primera semana de agosto, la mayor parte de la flota bonitera está amarrada por mal tiempo, lo que elevará a medio plazo el precio del Thunnus alalunga.
Además, explica, "no llueve a gusto de todos". Para las embarcaciones de cacea y curricán —mayoritarias, con cerca del 90% de las naves— es conveniente una costera del bonito larga que permita facturar más durante más tiempo. Para el cebo vivo, del que apenas hay 40 barcos en España, lo conveniente es una temporada corta y abundante, pues sus costes fijos son mucho más elevados.
Entre medias, ambas realidades coexisten con precios bajos y una temporada que, indica con datos. "El lunes 31 de julio se había capturado el 53% del total de la cuota. Si seguimos de esta forma, no creo que lleguemos a final de mes con la costera", advierte. Tampoco ayuda el conocido método de pesca olímpica, que se resume en que cada barco pesca tanto bonito como pueda —sin cupos individuales, como tampoco topes diarios o semanales de capturas—, lo que es más rentable para la pesca de cebo vivo y que tampoco contribuye a elevar los precios.
Adelantada, debido a la afluencia masiva de caballas y boquerones, la temporada del bonito del norte de 2023 hacía presuponer que nos adentrábamos en una campaña especialmente generosa, propiciada porque esas especies menores que atraen al bonito han llegado antes y en más cantidad que en años anteriores, comentan desde El Correo Vasco.
Las cifras no mienten. A finales de julio el precio del bonito que se desembarca en el norte de España, especialmente en los puertos vascos, es de hasta un 35% menos que en la misma semana del año anterior.
Mucha oferta de bonito y poca demanda, que el mercado del fresco no absorbe y, sobre todo, no está entrando en las fábricas de conservas del norte de España, principales compradores de estos bonitos que, como explican en el periódico vasco Deia, se están pagando a cantidades irrisoria.
Por poner ejemplos de lo que citan, bonitos de más de siete kilos apenas se comercializan por encima de los 3,5 euros por kilo, mientras que los medianos —entre los cuatro y los siete kilos— se venden a un precio por kilo de 2,45 euros. Lejos quedan los que no entran en esa báscula, pues apenas se paga 1,5 euros por kilo para los que pesan menos de cuatro kilos.
No son casos aislados, ni cifras interesantes para pescadores y armadores. Carlos Gutiérrez, presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Cantabria, avala el recuerdo de 2022 con "un buen precio medio de 3,5 euros por kilo", computando todo el tipo de bonito.
Aun así, lamenta la volatilidad de los años de las costeras del bonito que dependen en gran medida de los cálculos que los conserveros hacen también para ser rentables y saber cuándo entrar a las subastas.
"También depende de cómo estimen las exportaciones, pero este año es un bonito de calidad, igual que ha sido el bocarte", explica sobre un sector donde depende cómo entren los mayoristas, los minoristas y los industriales para los 87 barcos que en este 2023 han solicitado licencia para pescar túnidos en Cantabria.
Demasiado bonito en conserva
Antes de entrar, dejen salir. Podría parecer una voz en off en cualquier línea de metro de España, pero es la situación a la que se enfrentan buena parte de los conserveros de bonito del norte. No obstante, aunque la mayor parte del bonito del norte que se pesca en España acaba en latas y tarros, esta realidad es reiterativa.
Si a ello le sumamos ese 2022 donde el precio del aceite era ya caro en un principio, sumado a cómo se ha ido desarrollando un escenario inflacionista durante los últimos 18 meses, la situación es evidente para intentar 'colocar' en el mercado unas conservas que son más caras que otros bienes sustitutivos como el atún claro.
Tras las compras en fresco y las compras que van directamente a congelación, entran en lonja los conserveros que, lógicamente, no demandan pescado fresco para sus conservas pues han de trabajar todo el año en el embotado. Lo que sí sucede, explica José Basilio Otero, "es que cuanto más grande es el bonito, más compensa porque se aprovecha más y tiene menos merma".
Con una campaña del bonito adelantada como la de 2023 y con stocks aún por comercializar de la campaña de 2022, los conserveros se enfrentan a un 2023 convulso. Por un lado, no haber dado salida a lo embotado en años anteriores. Por el otro, la imposibilidad de afrontar el gasto que supone ponerse en marcha con esta campaña a pesar de que el bonito esté barato.
No obstante, no es la peor de las guerras desde la que lidian los conserveros. La realidad para el pescador es que la industria conservera es la que entra más tarde y con los precios más bajos a las subastas, pues mayoritariamente congelan ese bonito que luego irá a parar a los tarros y latas que conocemos, razón por la que no necesitan 'competir' con los precios de lonja del que quiere ofrecer bonito para consumo en fresco.
De nuevo, el aceite entra en escena
¿De qué serviría un bonito barato si el aceite es demasiado caro? Si no se vende, de nada sirve que su precio sea asequible, pero aún hay más: el precio del aceite. En su mayor parte, el bonito del norte que se comercializa en conserva en España se envasa con aceite de girasol o con aceite de oliva.
No hace falta que recordemos cuál es la situación del aceite en España a día de hoy. El de girasol depende de las importaciones de Ucrania y del llamado Corredor del Mar Negro, cuyos acuerdos están actualmente en suspenso, como ya te explicamos cuando Rusia canceló el acuerdo del Mar Negro.
El de oliva, tras un mal 2022 con una cosecha corta, anticipa un 2023 que puede ser igual de malo y, por tanto, suponer todavía costes de producción más elevados. Por esta razón, pretender que los conserveros fueran especialmente generosos en este escenario sería irreal.
La competencia desleal de otros barcos
Si a ello le sumamos que hay mucho bonito, que el precio del bonito del norte en conserva es más caro que el de productos que compiten en su misma categoría —aunque no son lo mismo— como el atún claro en conserva, tenemos la respuesta a por qué el bonito del norte se vende menos y peor, más aún en una situación de inflación creciente.
Para poner otro clavo más en el ataúd de la costera del bonito de 2023, metamos en la ecuación a países vecinos. Francia e Irlanda operan con sus barcos pesqueros en las mismas aguas de la Bahía de Vizcaya —o Golfo de Gascuña, como se conoce en Francia a esta parte del Cantábrico.
Solo que estos barcos no recurren a cacea, curricán o pesca a caña con cebo vivo, artes de pesca más sostenibles y artesanales, sino a métodos mucho más invasivos. Se trata de buques denominados pelágicos, que ejercen una pesca de arrastre pelágico que aumenta el número de capturas y, además, se lleva por medio a otras especies como delfines o cetáceos.
Tal y como considera José Basilio Otero, "el problema del pelágico no es el permiso, sino el perjuicio que el arrastre hace en la mar porque la selectividad de esta pesca es nula". Apunta así a que en esas redes quedan también otros animales como las tortugas o los mamíferos marinos, a pesar de ser redes que sólo se quedan en la superficie.
Como es lógico, no se trata de aguas españolas, pues estos barcos operan en aguas comunitarias —más allá de las 12 millas de costa—, pero lo que sí se sabe es que la cantidad que franceses e irlandeses pueden capturar en este 2023 supera las 8.000 toneladas. Sumado a las casi 2.000 que pueden capturar los barcos portugueses, prácticamente igualan la mitad de la cuota que los pesqueros españoles tienen.
Consorcio - Bonito del Norte en Aceite | 12 Tarros de 400 gr, Total de 4800 gr | Bonito de Santoña con Aceite y Sal en Tarro | 100% Natural
Lo que sí sucede es que ese bonito del norte (germon o thon blanc, por su terminología en Francia) acaba parando en una industria conservera francesa que compra la materia prima a un precio más asequible, aumentando la complicación exportadora de los industriales españoles.
Imágenes | Irekia - Gobierno Vasco / Arroyabe / iStock
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