Puede parecer que nadie crece deseando ser cajero de supermercado, mozo de almacén o reponedor de los lineales, aunque finalmente esta sea una profesión con miles de trabajadores que se sitúan a diario al frente de las decenas de miles de consumidores que se abastecen en estas tiendas.
En España, los trabajadores de las grandes cadenas representaban, con datos de 2021 (entonces en plena crisis por la pandemia) más de 230.000 personas, según datos recogidos por el portal estadístico Statista, sin tener en cuenta los trabajadores de las tiendas más de pequeñas cadenas.
Además, como otros, el sector de la distribución ha crecido sustancialmente en los últimos años de la mano de la recuperación económica, con la necesidad de cobertura de miles de vacantes en todas las zonas y regiones de España, especialmente en periodos vacacionales.
Sin embargo, se trata de un ámbito en el que son frecuentes las quejas por las condiciones de sobrecarga de trabajo, y nóminas que no han subido al mismo ritmo que el IPC (salvo casos puntuales) pese a haberlo hecho como no podía ser de otro modo junto a las subidas del sueldo mínimo.
Para acceder a estos empleos suele ser suficiente una formación de Educación Secundaria Obligatoria y poca o ninguna experiencia, de modo que suelen contar con un personal bastante heterogéneo.
Mediana edad
Las grandes cadenas, como Mercadona, Carrefour y Lidl tienen candidatos de mediana edad con esta formación básica, así como jóvenes y universitarios que quieren costearse sus estudios superiores.
Todos ellos lidian a diario con las necesidades de una clientela exigente a la que las cadenas luchan por retener al milímetro y ganar cuota de mercado, y no siempre resulta fácil y satisfactorio para estas plantillas, sobre todo cuando la clientela no es receptiva o sensible ante este tipo de profesionales.
Ahora, una jefa de cajas de los supermercados Bon Preu y Esclat Carla Jiménez ha roto una lanza a favor de este colectivo, lamentando en una entrevista a la televisión Betevé que “hay un cierto desprestigio” hacia esta profesión.
Para ella, este desprestigio viene derivado del desconocimiento de la clientela de lo que comporta ser cajero, frutero o carnicero, “cualquier oficio que haya dentro de un supermercado”.
Según su punto de vista, hay un cierto desprestigio porque no se tiene en cuenta qué se hace en el día a día y toda la preparación que ello requiere, así como el conocimiento del producto y el trato con el cliente.
“La gente no lo conoce”, critica. Aparte, otro de los estigmas de esta profesión es su feminización, algo que poco a poco va cambiando, aunque subraya: “Todavía cuesta mucho que la gente te reciba con un ‘¡Ostras qué bien!’ cuando dices que eres cajera o frutera”, precisamente por los estigmas.
De hecho, los supermercados Escalt y Bonpreu han impulsado la iniciativa Vestidos de Orgullo para reivindicar el trabajo en los supermercados después de constatar en un estudio interno que el 81% de los catalanes no da valor a este tipo de empleo.
Según este informe, el 83% de los encuestados solamente trabajarían en un súper si no tuvieran otra opción mejor, y el 72% no trabajarían o lo harían con reparos.
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Asimismo, el 65% de los encuestados considera que es un trabajo poco cualificado y la mitad de los encuestados cree que estos oficios no tienen ninguna proyección laboral.
Fotos | Tangjingao/Pexel.
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