Estas son totalmente reciclables, pero, tal y como se puede sospechar, no van en el contenedor de vidrio junto con el resto del envase
A todos nos encantan los tarros de cristal para reaprovecharlos y almacenar otros ingredientes, como la sal o el azúcar en los tarros de mermelada, o el aceite usado en los tarros de los espárragos.
Por ejemplo, las tapas de los tarros de cristal son grandes aliadas para tapar elaboraciones caseras como los yogures artesanales de yogurtera en tarritos de cristal.
Pero lo cierto es que no todos nos caben en la cocina, si bien es una buena opción tratar de reaprovechar al máximo los envases para reducir la contaminación y profundizar en la sostenibilidad medioambiental.
Todo lo que acaba descartado debe desecharse en el contenedor indicado, y con el vidrio de estos tarros es muy fácil, pues tienen su inequívoco contenedor verde donde sabemos que, tras echarlos, se convertirán en otra bonita botella de conservación de líquidos o alimentos.
Erróneamente juntos
No sucede lo mismo con los tapas de aluminio que acompañan a estos tarros y que, muy a menudo, suelen tirarse en el mismo contenedor por desconocimiento en la mayoría de las veces o simplemente por no hacer el gesto de pensar dónde van estas tapas.
Desde Ecoembes, especialistas en el reciclaje, aclaran que las tapas pueden ser metálicas, normalmente plateadas o doradas (también negras), y pueden ir enroscadas en envases de vidrio, en latas de conservas, en botellas de vidrio.
Estas tapas son totalmente reciclables, pero, tal y como se puede sospechar, no van en el contenedor de vidrio junto con el resto del envase y es preciso separarlas previamente.
Según explica la empresa, este tipo de tapas son las que más controversia generan, pero no hay que caer en el error de lanzarlas al verde. Desde Ecoembes aclaran que, por su composición, deben desecharse en el contenedor amarillo, es decir, en el destinado a envases metálicos, envases de plástico y envases tipo brik.
Una vez dentro de la planta de reciclaje, estas se trituran y lavan, retirando todas las posibles impurezas, como restos de comida o etiquetas. Por último, se secan y envían a las plantas de fundición para reintroducirlo en el proceso productivo. Así de fácil.
“El reciclaje de las tapas de plástico es el mismo que el de cualquier envase de este material”, subraya Ecoembes. De hecho, se separan según el tipo de plástico y segregan por colores para optimizar el uso de colorantes.
Después, se rompen y trituran las piezas, se lavan para eliminar impurezas, se secan y centrifugan. Por último, se homogeneizan, dándole forma y color.
Con estos nuevos materiales se fabrican, a su vez, nuevas tapas hechas de material reciclado, pero también latas, envases e incluso materiales de construcción. Lanzarlas al contenedor adecuado abre, en realidad, todo un mundo de posibilidades.
Foto | Freepik
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