Los precios se disparan cuando se menciona que el menú o la tarta es para un enlace matrimonial
De todos es sabido que casarse sale muy caro, literalmente. Lejos quedan las ceremonias modestas de nuestros padres y abuelos donde sí podía abundar la comida, pero el menú consistía más bien en una verbena del pueblo a lo grande. Hoy es mencionar la palabra 'boda' y los precios de cualquier servicio se disparan.
Es una queja habitual de los contrayentes que se enfrentan en sus primeras nupcias a la organización del evento que, se supone, será el día más feliz de sus vidas, una frase algo manida y cursi que parece solo excusar los costes exagerados de todo lo que la fiesta conlleva. Y no importa si se quiere hacer una boda más sencilla, sin wedding planner ni recurrir a grandes banquetes en fincas o salones especializados; si se te escapa que el catering o el peinado es para un enlace, te van a cobrar más.
En Estados Unidos ocurre exactamente lo mismo, tanto es así que allí a este fenómeno se le conoce como “wedding tax” o 'tasa de boda'. No es algo oficial ni un impuesto como tal real, pero se ha convertido en una práctica tan común que parece un peaje obligatorio aceptado por la sociedad si pretendes celebrar de alguna manera tu enlace matrimonial. Aunque cada vez son menos las parejas dispuestas a pasar por el aro.
Crisis económica y precios por las nubes
Los costes de organizar una boda han ido a la par en los últimos años de los costes de la vida en su conjunto. La mayoría de la sociedad estadounidense, como la de todo el planeta, ha sufrido una pérdida de poder adquisitivo que choca con el aumento de los precios de bienes y servicios básicos, desde la cesta de la compra a la energía, transporte, vivienda y servicios sanitarios, incluyendo el ocio.
Los americanos disfrutan de una buena fiesta de boda como el que más y son expertos en convertir en un espectáculo cualquier evento familiar, pero eso no quiere decir que también miren por su bolsillo. Porque si algo les gusta también es el DIY o 'háztelo tú mismo', como demuestran los miles de tiktoks y reels con infinidad de recetas y proyectos caseros incluso para hacer tus propios cubitos de caldo. Es una sociedad que además ha convertido el ahorrar y la búsqueda de cupones y chollos en toda una pasión. Algo de tacañería y espíritu hortera innato también hay, para qué negarlo.
Sea como sea, la última tendencia en bodas en Estados Unidos es una evolución de ese do it yourself al do it ourselves o DIO: lo hacemos nosotros mismos.
Amor en el hipermercado
“Es algo que he visto de primera mano cuando trabajaba en una tienda de comestibles: bodas enteras planeadas aparentemente de la nada. Suegras bienintencionadas que llevaban media docena de cajas de vino a sus coches. Más carros de la compra rebosantes de rosas, peonías y relleno para hacer arcos. Y ladrillos de mantequilla esperando a ser convertidos en esponjosas tartas de boda caseras glaseadas con crema de mantequilla”.
Lo cuenta la editora culinaria Mackenzie Filson en The Kitchn en un artículo en el que entrevista a varias novias y mujeres recién casadas que decidieron con sus parejas pasar de planificadores de bodas y empresas especializadas para montarse la fiesta a su gusto, ahorrando de paso varios miles de dólares.
Porque incluso una modesta celebración de 50 personas puede dejar una factura de más de 20.000 dólares entre la recepción y catering, flores y demás decoración, tarta nupcial, barra de postres, alcohol, etc. La fiesta en sí con el menú es lo que más dispara los precios, pero hay que sumar los anillos -el de pedida, imprescindible para los estadounidenses-, invitaciones, maquillaje y peluquería, regalos para los invitados, música, alquiler de espacios, transporte, etc.
Es por eso que muchas parejas convierten la propia organización en parte del evento familiar, dividiéndose el trabajo para comprar todo lo posible en una o dos tiendas como máximo. El hipermercado es el lugar ideal, ese paraíso -o infierno- gigantesco que tiene absolutamente de todo, y a buen precio. El modelo que tan bien hemos visto reflejado en la ficción con la encantadora serie 'Superstore': un inmenso espacio con comida, bebida, muebles, juguetes, flores, medicinas, electrodomésticos, menaje, accesorios para fiestas, productos de belleza, congelados, aparatos de electrónica, ropa, jardinería, etc, etc.
Muchas de las cadenas, como las tipo Costco, además tienen ofertas especiales para sus socios o se especializan en formatos de venta similares al por mayor, por lo que sale muy a cuenta comprar grandes cantidades de, por ejemplo, refrescos y vino. Los novios más mañosos o con amigos y familiares aficionados a la repostería hacen sus propias tartas y postres, pero muchos directamente compran los pasteles que ya ofrecen estos comercios. Se le añade algún toque decorativo especial y listo.
Trabajo en equipo
Además del importante ahorro de costes, montarse su propia boda en el hipermercado tiene un valor emocional añadido, señalan muchas de estas parejas. Se convierte en un proyecto compartido entre la familia y los amigos más cercanos, asignando a cada invitado una misión y trabajando juntos para dar forma a la celebración soñada.
La suegra se encarga de las flores, el novio de la tarta, los padres de él de la decoración de las mesas, la novia y sus damas de honor del buffet, el padrino de la bebida, etc. Un buen ejemplo es la boda de Jenny Woodford, con 70 invitados, para la cual alquilaron un local y ellos se ocuparon de convertirlo en una toda una celebración de enlace. Montaron el ramo y los arreglos florales en familia, y ella y su prometido se encargaron de comprar las bebidas alcohólicas, zumos, refrescos, café y té, copas, tazas y demás menaje para la barra libre. En total, se gastaron 500 dólares entre todas las flores, decoración y el improvisado bar.
Menos costes, muchísimo más trabajo
La gran contra de estas bodas 'caseras', más allá de si te parece cutre comprar todo en un hipermercado, es, lógicamente, el trabajo añadido. Hay que planificar, organizar y trabajar mucho más que si se contrata el paquete habitual de fiesta de boda en lugares especializados. Los cuales además justifican precisamente en este servicio sus altísimos precios.
El sector considera injusta la connotación negativa del 'wedding tax' y defienden la atención personalizada que ofrecen y el difícil trabajo que supone organizar un evento como un banquete de boda. Si el enlace cuenta con muchos invitados y se quiere ofrecer un banquete en condiciones, está claro que hacerlo uno mismo no será nada fácil, pero la boda de hipermercado es más factible si son celebraciones más íntimas y medidas, de unas pocas decenas de personas.
Lo que no es de recibo es ir a reservar mesa y menú corriente a cualquier restaurante para 20-30 personas, y que pretendan cobrarte el doble o triple si se te ocurre mencionar que es para celebrar tu enlace, y lo mismo se aplica a las tartas o un servicio de catering. Exigir más por encargar una tarta nupcial sí es esperable, no tanto engordar la factura cuando solo has pedido un pastel común del catálogo de la pastelería.
En Estados Unidos, al menos, muchos futuros matrimonios prefieren complicarse un poco más la vida y renunciar a lujos con tal de ahorrar miles de dólares. ¿Para qué gastarte 300-700 dólares en una tarta nupcial de revista si a todo el mundo le gustan los postres del súper y tienen los ramos de oferta?
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En DAP | Tarta Massini
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