El exfutbolista confiesa cuál es su fórmula de la felicidad en su casa de invierno de la Cerdanya
Pocas cosas resultan tan paradójicas como descubrir que quienes han jugado en los estadios más imponentes del planeta encuentran su mayor gozo en planes que casi casi rozan lo rudimentario. Gerard Piqué, exfutbolista acostumbrado a la opulencia y los focos, ha dejado claro que la felicidad no siempre está ligada al ruido mediático, sino a algo tan simple como un picoteo clásico.
Según ha explicado el deportista en una entrevista esto pasa por cortarse un buen fuet ante la chimenea. Ni reuniones de altos vuelos ni inversiones tecnológicas: un cuchillo, una tabla y la lumbre de fondo parecen bastarle para darse por satisfecho.
El deportista confiesa que le encanta cortarse pequeños trozos de fuet ante la chimenea, un picoteo ideal para cualquier momento del día y que, para muchos, remite a un momento de descanso y ocio con los sabores de casa.
Tortilla y galets
Dice que lo que más feliz le hace es poner Netflix y cortarse fuet, algo que hace él mismo. “Una tortilla, me sé hacer una tortilla”, destaca también, aunque si se pone pedigüeño, todavía le hace más feliz una sopa de galets. “Ya está, no necesitas más en la vida”, subraya
Con la nieve como telón de fondo y la calma de la Cerdanya como banda sonora, Piqué opta por una postal costumbrista que podría firmar cualquier mortal. Para él, la cima del éxito está en aprender a disfrutar del frío de los Pirineos mientras el embutido se rebana con parsimonia.
La imagen resulta casi irónica: un deportista que ha protagonizado algunos de los partidos más vertiginosos del fútbol europeo se relaja ahora ante una chimenea, rodeado de un paisaje que parece sacado de un catálogo de turismo rural.
Seguramente, lo que para muchos sería un plan de domingo cualquiera, para Piqué es el refugio perfecto de la sobreexposición pública. Aunque no conviene olvidar que hasta la paz del hogar se monetiza cuando la comparte quien tiene millones de seguidores.
Queda claro que la Cerdanya no es solo un destino casi de lujo para quienes pueden permitirse casas con vistas infinitas. También es, para algunos, el pretexto ideal para recuperar los pequeños placeres que el calendario urbano arrasa sin contemplaciones. Allí, entre la nieve y el silencio, hasta el embutido adquiere una relevancia insospechada.
Foto |@3gerardpique/Instagram
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