Tras largas negociaciones, que se han prolongado hasta bien entrada esta madrugada, la Unión Europea ha aprobado, por unanimidad, las posibilidades de pesca para el año que viene.
España se había opuesto frontalmente a la propuesta de la Comisión, que pedía reducir de 130 a 27 los días que la flota del Mediterráneo podía salir a practicar la pesca de arrastre. El ministro de Agricultura y Pesca, Luis Planas, calificó la medida de “inaceptable”. Una “propuesta radical y desenfocada”, que finalmente no saldrá adelante. O, más bien, no del todo.
El recorte a la pesca de arrastre se hará efectivo a través de unos mecanismos que permitan faenar más días. Pero, para poder mantener los mismos días de pesca que en 2024, se deberán aplicar distintas medidas que pasan por recoger menos pescado, respetar vedas en ciertas zonas y utilizar otro tipo de artes de pesca.
“Si los pescadores se adaptan, si implementan las medidas acordadas, podrán pescar los mismos días, o casi, que este año”, ha asegurado el nuevo comisario de Pesca y Océanos, Costas Kadis, en rueda de prensa.
Se trata de una cuadratura del círculo que, probablemente, no va a convencer ni a los pescadores ni a los ecologistas. Los primeros, tendrán que faenar con muchas más restricciones y volver a cambiar las mallas de pesca; los segundos tenían ya claro desde 2022 que no se estaba cumpliendo con la meta de conservación establecida por la UE.
La pesca de arrastre en el punto de mira
Durante el día de ayer, un centenar de pescadores se concentraron en Madrid en el segundo día de huelga de la flota del Mediterráneo, en protesta por los presumibles recortes a la pesca de arrastre.
Está por ver si el nuevo acuerdo satisface a las patronales y sindicatos que representan a los armadores y marineros de los 556 barcos que se dedican al arrastre en el Mediterráneo.
Este tipo de pesca da trabajo a 3.000 personas a bordo y, según las organizaciones pesqueras, genera 17.000 empleos indirectos; pero es un arte especialmente lesivo para los fondos marinos, como llevan alertando décadas multitud de estudios científicos.
En 2019, la UE aprobó un plan plurianual para proteger a las poblaciones de peces demersales del Mediterráneo. Este término, derivado del latín demersus, participio de demergere, que significa “sumergir”, hace referencia a todos los peces que viven cerca del fondo del mar.
Hay muchas especies comerciales de tipo demersal, pero el Reglamento de la UE pone especial foco en algunas de las más lucrativas: merluza, salmonete, gamba roja del Mediterráneo, gamba de altura, langostino moruno y cigala.
Su objetivo es asegurar que la explotación de los recursos biológicos marinos restablezca y mantenga las poblaciones de especies capturadas por encima de los niveles que puedan producir el rendimiento máximo sostenible (RMS).
El programa incluía un periodo transitorio de cinco años, que acaba este 2024, en el que se ha ido reduciendo progresivamente el número de días en que los barcos con redes de arrastre salen a pescar y, también, se han aplicado medidas de selectividad. Ahora tocaba aplicar todas sus disposiciones y es cuando ha estallado el conflicto.
Planas ha confesado esta mañana en rueda de prensa en Bruselas que el acuerdo alcanzado es uno de los “más complejos, difíciles e intrincados” que ha tenido que negociar desde que es ministro.
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