El gobierno británico obligó en 2022 a que los menús informasen de las calorías. El remedio ha sido peor que la enfermedad

La medida, no obligatoria, apenas ha contado con un respaldo del 15% en los diferentes establecimientos

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Son muchos los gobiernos y partidos políticos que ven cómo los problemas de salud pública vinculados a la obesidad no dejan de aumentar. Buscar patologías asociadas al sobrepeso no es difícil, creando una espada de Damocles para las cuentas públicas y, al mismo tiempo, generando un problema de difícil solución que, además, acogota a los presupuestos sanitarios de países desarrollados.

Por eso, refranes tan útiles como 'mejor prevenir que curar' van de perlas a las intenciones de algunos gobiernos que comprueban que es más rentable –a corto, medio y largo plazo– que sus ciudadanos estén sanos a costa de lo que comen que no a tener que recurrir a tratamientos farmacológicos.

Motivo por el que las campañas de prevención contra la obesidad abundan. También abundan impuestos dirigidos a reducir o, en la medida de lo posible, poner freno a determinados alimentos, como sucedió gravando las bebidas azucaradas.

Algunas de estas decisiones, con más o menos éxito, han llegado para quedarse. Sin embargo, quien parece tener los días contados es una de las medidas estrella que el gobierno británico lanzó en 2022, habida prueba de su ineficiencia.

Promovida por el Department of Health and Social Care (el equivalente a lo que sería el Ministerio de Sanidad), la campaña puso el foco en cadenas de restauración que tuvieran más de 250 empleados, obligando a que en sus menús aparecieran el total de calorías que estuvieran presentes en la comida, algo de lo que se hacía eco The Times.

Tras dos años de testeo, un estudio publicado en la revista científica Nature Human Behaviour del que se hace eco SkyNews comprueba que esta política, según una oenegé que lucha contra los desórdenes alimenticios, "es peligrosa e inefectiva".

Según Tom Quinn, responsable de comunicación de la oenegé Beat, "el etiquetado de calorías en los menús ha tenido un beneficio insignificante para la población general". Sin embargo, apunta a que al mismo tiempo es "tan perjudicial para las personas con trastornos alimentarios que no se puede justificar".

¿Qué ha fallado? Pues que las personas que no padecían desórdenes alimentarios no han prestado atención al cambio, pero para los que sufren trastornos alimentarios ha supuesto aumentar los sentimientos de ansiedad y estrés, que instigan hacia comportamientos dañinos como la ingesta compulsiva, la restricción de ciertos alimentos o el ejercicio excesivo. Tal y como también recogía The Telegraph.

El resultado es fruto de una investigación de la Universidad de Liverpool, que ha encuestado a 6.000 personas que compran de manera cotidiana en más de 330 establecimientos, comprobando que las etiquetas apenas han tenido impacto general en las calorías ingeridas.

Parte del fallo también se puede entender por el propósito de la medida, no obligatoria, donde los investigadores han comprobado que solo un 15% de las empresas la implementaron por completo, mientras que un 20% de los negocios directamente no la pusieron en marcha.

No obstante, ahora la pelota está en el tejado del gobierno británico –ahora en manos del partido laborista–, que será quien se haya dado de plazo hasta octubre de 2025 para sacar sus propias conclusiones sobre la efectividad de la medida.

Imágenes | Freepik

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